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José Calvo Poyato - DESDE SIMBLIA

La Córdoba de los Reyes Católicos

Era una de las ciudades más importantes del reino por su peso demográfico y su actividad económica

Estatuas de los Reyes Católicos con Cristóbal Colón, en el Alcázar de los Reyes Cristianos de Córdoba D. J.
José Calvo Poyato

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A lo largo de varias semanas se han venido celebrando una serie de actividades promovidas por la parroquia de la Trinidad y relacionadas con diferentes aspectos del tiempo de los Reyes Católicos y Córdoba . ¿Cómo era Córdoba en las décadas finales del siglo XV y principios del XVI? Era una de las ciudades más importantes del reino por su peso demográfico y su actividad económica. Con sus 30.000 habitantes era mucho mayor que los centros de poder situados en el corazón de la meseta castellana: Medina del Campo , Arévalo , Segovia , Ávila … Estar lejos de ellos, donde temporalmente se instalaba la Corte , no significaba desempeñar un papel menor en la enredada política del reinado de Enrique IV y años siguientes. La poderosa nobleza de Córdoba se alineó en los bandos que luchaban por el trono . Diferentes ramas de los Fernández de Córdoba , enfrentadas por el control de la ciudad, lucharon a favor o en contra de Isabel en su guerra contra la mal llamada Beltraneja . Don Alonso de Aguilar , hermano mayor del Gran Capitán estuvo con Juana, mientras Diego Fernández de Córdoba , conde de Cabra, apoyaba a Isabel.

Aquella Córdoba, formada por catorce collaciones , denominación de los distritos parroquiales, estaba protegida por sus murallas -no quedaba lejos la frontera granadina, lugar más peligroso de lo que ciertas interpretaciones han ofrecido- y dividía su caserío en dos grandes espacios: la Villa y la Axerquía . Estaban separados por una muralla interior que iba desde la Puerta de Colodro y por las calles Alfaros , Capitulares y Feria hasta la ribera del Guadalquivir. A finales del siglo XV parte importante de su población se dedicaba a las actividades artesanales de la época: calceteros, guanteros, sombrereros, esparteros, jubeteros, curtidores, especieros… Había edificios dedicados íntegramente a ciertas actividades económicas como eran la alhóndiga o mercado de los granos , y la alcaicería o mercado de la seda . Este último se encontraba frente a la fachada occidental de la Catedral, junto al hospital de San Sebastián , hoy vetusto Palacio de Congresos y Exposiciones. Por aquellos años el centro de la vida cordobesa era la plaza de la Corredera , cuyo nombre deriva de los caballos que se corrían en ella desde la época de la conquista cristiana. Tenía entonces forma irregular y en ella se asentaban algunos de las hospederías o mesones más importantes de la ciudad, como eran el de la Catalana o el de Pedro Mejía , conocido popularmente como el «Mesón de las cosas perdidas». Pueden imaginarse fácilmente por qué. También había varios hospitales y estaban las carnicerías , con sus diferentes tablas para no mezclar la carne de los animales. Allí se sustanciaban los pleitos que juzgaban los alcaldes ordinarios y se celebraban las corridas de toros y otros «regocijos».

En la Córdoba de la época los jueves era el día de mercado y se celebraban dos ferias -en el sentido comercial que el término tenía en la época- al año cuya duración era de quince días. Habían sido concedidas a la ciudad por Sancho IV en 1284 . La primera tenía lugar al comienzo de la cuaresma -febrero o marzo- y la segunda comenzaba con la festividad de Pentecostés, ya en el mes de mayo, y se celebraban en la calle de la Feria, a la que dieron nombre.

Retazos de una historia que, a veces, parece pesar demasiado a la Córdoba de nuestros días.

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