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HISTORIA CONTADA DE UN MITO

Crónica centenaria de Manolete en las páginas de ABC

La génesis, el apogeo, el simbolismo y la tragedia en El Monstruo están enmarcadas en la centenaria cabecera

Portada de ABC tras la cogida mortal de Manolete en Linares ABC

F. J. POYATO

En este centenario de Manuel Rodríguez «Manolete» , hemos querido rescatar ocho momentos en los anales de ABC que forman parte de una crónica centenaria hacia un torero calificado en estas páginas de pura «solemnidad», y de un personaje de época cuya trascendencia supera las barreras del tiempo.

Las páginas de ABC de Sevilla recogían el 4 de julio de 1939 la crónica de su alternativa en la Maestranza ante Chicuelo y Gitanillo de Triana . Palabras dibujadas, en otra seña de identidad de estas páginas. «Ambiente expectante y ruidoso», arrancaba el texto para ver a Manolete, quien cosechó un «gratísimo doctorado». Un toreo «reposado y ceñido», «obligando mucho al toro». No hubo suerte con la espada, pero aún así, cobró el caluroso aplauso del público.

Con el mdiestro mexicano Carlos Arruza en Barcelona ABC

Al diestro de la plaza de Las Lagunillas lo esperaban en Madrid expectantes, tras el ruido que le acompañaba desde numerosas plazas de España. Giraldillo se deshizo en elogios en su crónica del 7 de julio de 1944 tras una tarde majestuosa de Manolete . «El más completo y puro triunfo», escribe para luego recrearse en cada una de las suertes ejecutadas. «Manolete sobre todos los tiempos dando cuerda a los relojes enmohecidos que se pararon en tal o cual año. Manolete parando el viento. Clavado como un maravilloso triunfo de San Rafael en los ruedos de España para la gloria cordobesa del toreo». Y concluye: «El Séneca más senequista de todos los sénecas que se han enfrentado con todo el terrible Destino».

En el ocaso de agosto de 1947 , las páginas de ABC se tornan un mosaico de detalles sobre el fatídico deselance de Manolete. «A las cinco y cuarto de la madrugada ha fallecido en Linares el diestro Manuel Rodríguez Manolete». En una sucesión de ladillos internos, la crónica de ABC va deslizándose por los hechos, la épica, el dolor, la esperanza y los fríos datos de una noche eterna de sufrimiento (diez horas) en una cama del hospital del municipio jiennense, mientras la algarabía de las fiestas locales seguía en las calles. En la página 11 de la edición del 29 de agosto de 1947 se apunta ya la extraña disposición de Manolete al encarar a «Islero» en terrenos menos habituales. «La exigencias del público son excesivas y le obligan a esfuerzos extraordinarios en las que ha de olvidarse de las condiciones del toro de lidia».

Al día siguiente, ABC titula: «La muerte de Manolete causa enorme impresión en toda España» . En un inicio de crónica con tono lírico -«la sangre moza, perdida baldíamente y el aura pródiga del pueblo bordoneaban , como en los viejos romances, un estribillo plañidero»-. De nuevo, la minuciosa descripción. El número de transfusiones (hasta cinco antes del colapso final). La llegada desde Madrid de los doctores Tamames y Jiménez Guinea para obrar el milagro. Sus últimas palabras hacia su madre y su peón de confianza («¡David, David...!». La muerte. Las siete horas de Lupe Sino ante su cadáver, las veinte mil almas ante ante su féretro y el entierro en Córdoba.

Portada de ABC con el entierro de Manolete en Córdoba ABC

Desde ahí, la evocación permanente en infinidad de Terceras de ABC, artículos, crónicas, críticas o reflexiones desde todos los puntos. La de Agustín de Foxá en Acho (Lima) el 15 de noviembre de 1952, rememorando a un Manolete allí venerado. O la de Nestor Luján , el 21 de abril de 1957, para recordar aquellos años de altísima competencia con Carlos Arruza en Barcelona , la plaza donde más toreó (1944-1947). O el artículo del pintor Daniel Vázquez-Díaz en 1965, reviviendo el retrato a medio hacer que le dejó Manolete con su muerte, cuando escrutaba su «impresionante psicología».

Cierra esta pequeña muestra de hemeroteca la Tercera que Cándido dedicó a Manolete en el cincuenta aniversario de su muerte. «Tenía cara de cristo barroco en aquella España de la posguerra donde los cristos eran convulsos, atroces y políticos...». «Un torero cuyo secreto no estaba en el hacer, sino en el estar». «Quieto, hierático, melancólico, él simplemente como causa de sí mismo».

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