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Ganadería

Una granja de Pozoblanco cría una raza de cerdo ibérico en peligro de extinción

La finca La Romana trabaja con la varidad torbiscal, descartada por los ganaderos por algunas características

Cerdos criados en la grana La Romana ABC

Julia López

La cría y comercialización del cerdo ibérico es uno de los sustentos económicos de la comarca de Los Pedroches . La calidad de los jamones que se amparan bajo la Denominación de Origen Los Pedroches y del producto ibérico en sí está poniendo la lupa en el sistema que los ganaderos de esta zona del norte de Córdoba vienen desarrollando y que alcanza su punto álgido con el engorde del cerdo en el periodo de montanera , cuando los cerdos se alimentan tan sólo de bellotas.

A pesar de que la fórmula del éxito parece conocida y bastaría con seguirla, el espíritu emprendedor de muchos ganadores conlleva continuas mejoras para desarrollar y elaborar un producto mejor, más homogeneizado, donde la genética es la base y el control una garantía para la total satisfacción del último eslabón de la cadena, el consumidor.

Todos estos elementos, que pueden parecer abstractos, se materializan en la finca La Romana, en Pozoblanco , donde desde hace un año se trabaja en una granja dedicada a la cría de cerdo ibérico en su variedad torbiscal , que se encuentra en peligro de extinción, y que une la preservación de esa especie al control eficiente de los animales asegurando su bienestar en todos los ciclos. Se trata de un proyecto donde se combina el sistema intensivo con el extensivo , pero que alberga otras cuestiones como unir la producción directamente al turismo y a la gastronomía de primer nivel.

«Nosotros no teníamos problemas con el engorde de los cerdos en montanera , pero qué pasa antes con esos animales. La cría del cerdo en extensivo es muy compleja y nosotros apostamos por un sistema tradicional que funciona porque es muy diferencial», explica Rafael Muñoz, propietario de La Romana.

La apuesta por la variedad torbiscal, desechada por algunas de sus características, como una despigmentación blanca en las pezuñas o un aspecto rojizo que se sale de los estándares clásicos, se une con una «obsesión» por controlar todo el proceso, algo que se aprecia en las instalaciones de La Romana. El fin también es didáctico: exponer ese proceso a quien desee acercarse a la cría del cerdo ibérico puro porque «cuando pongo en marcha la granja planteo cerrar todo el ciclo para que sea turístico, visitable y pueda vender carne ». explica Muñoz.

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