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Crónicas de Pegoland

Hemos sido engañados

Las entradas de cine no han bajado después de la reducción del IVA cultural. Gol en propia puerta del buenismo

Cine de verano en Córdoba Roldán Serrano
Rafael Ruiz

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El Instituto Nacional de Estadística -esos señores que preguntan tanto- ha detectado que la inflación cultural del mes de julio fue positiva en un 1,1 por ciento. Es decir, que subieron los precios de lo que se paga, entre otras cosas, por las entradas de los espectáculos . La cuestión no sería de extrañar - un uno por ciento no es tan grave, pardiez- si julio no hubiese sido el mes en el que el IVA de los cines pasó del 21 por ciento al 10 tras no pocas diatribas. Y ello en un contexto muy determinado: en julio, los precios caen a plomo gracias a las rebajas del vestido y el calzado. Solo hubo dos grupos de precios que tuvieron subidas significativas durante el mes pasado con respecto al anterior: el ocio y la cultura y la energía . En este último caso, como bien saben, las tarifas están disparadas . La mayor parte de los productos que componen la cesta de la compra bajaron o tuvieron variaciones al alza de poca relevancia.

Lo que ha ocurrido es muy sencillo. La mayor parte de las actividades empresariales funcionan en un régimen de libertad de precios. Es decir, las empresas cobran a sus clientes lo que les parece oportuno porque los usuarios siempre tienen la opción de elegir a otro o no consumir lo que se les ofrece. En el caso del cine, el pensamiento mágico siempre aseguró que una reducción de impuestos significaría entradas más accesibles. Llegados a la hora de dar el paso, resulta que las empresas del sector de la distribución han decidido mantener los precios embolsándose la diferencia en compensación, según aseguran sus portavoces corporativos, de los grandes esfuerzos realizados durante los últimos años. El cine es el único espectáculo que seguía abonando el tipo máximo del impuesto indirecto ya que el Gobierno lo retiró paulatinamente a las ventas de arte y a los conciertos en directo.

Este asunto no va de cine sino de política . El IVA cultural fue el gran argumento de la «intelligentsia» nacional contra el Gobierno del Partido Popular . Se dijo que aquel Ejecutivo tenía un plan para crujir a los creadores, para hacerles la vida imposible con tributos y -oh- inspecciones de Hacienda que solo parecían sufrir actores, cantantes y futbolistas. Y, cierto, era solo política, pose, postureo. Un estudio reciente de la organización de usuarios Facua ha demostrado que siete de cada diez salas no ha repercutido la bajada en la cantidad proporcional y que la mitad ha mantenido el mismo precio de venta al público. Es decir, que han aprovechado la ocasión para elevar sus márgenes empresariales de una forma absolutamente legal salvo que se demuestre, cosa poco probable, un acuerdo de concertación de precios. El día que se decretó la subida, eso sí, se aseguró que la medida era una «agresión» que dejaría las salas vacías y que recibiría una respuesta contundente.

El pensamiento adánico es el que opina que las cosas van a pasar por la simple voluntad de quien las formula. El buenismo reinante tiene además una confianza enorme en el Boletín Oficial del Estado , como si todo pudiera ser codificado por decreto ley . Ahora sabemos que todo esto es un negocio y que quien compró las entradas de la represión de la cultura, un lilas. En este caso, hemos sido engañados o nos hemos dejado engañar . Ustedes eligen lo que más le convenga.

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