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Pasar el rato

Vino en rama

El fino de Montilla-Moriles es una obra de arte, la más próxima a la naturaleza, y que aspira a no morir con su tiempo

Cata de vino Montilla-Moriles Efe
José Javier Amorós

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Asunción , la del cantar, es una tabernera que no merece nuestra respeto, porque el vino que sirve a sus clientes «ni es blanco, ni es tinto, ni tiene color». Asunción es una irresponsable, que sirve cualquier cosa con apariencia de vino a un público poco refinado, indiferente a los matices. Ningún tabernero cordobés aprobaría esa conducta profesional. Entre nosotros, el vino tiene color, olor y sabor, del mismo modo que a los que cantan se les pide voz, oído y sentimiento.

En esta tierra se guarda respeto de lo que debe ser respetado. Hasta que uno llegó a Córdoba no supo lo que es beber con elegancia, con delicadeza, con delectación. Beber tomando la esbelta copa por la base, entre el pulgar y el índice, en actitud de dominio, marcando bien las distancias, demostrando al vino quién manda. En Córdoba aprendí lo que significa conversar una botella. Tan lejos de trasegarla.

Se entenderá mejor la diferencia recordando lo que decía Baudelaire de Edgar Allan Poe , que «bebía con barbarie, como si estuviera cumpliendo un destino homicida». Charles Baudelaire , gran defensor de las ventajas de estar siempre borracho. Ni siquiera cuando usted escriba como alguno de esos dos genios estará justificado que beba como bebían ellos: sin clase, sin estilo, sin control ni dignidad. Hay que beber para celebrarse, no para aturdirse. La bebida necesita motivo, que es mucho más que pretexto. Y compañía.

Tiene uno dicho y repetido que beber por beber es, como vivir por vivir, una claudicación de la inteligencia. Ambas habilidades artísticas, vivir y beber, necesitan educación. Al borracho y al putero, / a la vejez os espero, concluye mi refranero. Leo en este periódico que bodegas y lagares de Montilla-Moriles quieren ayudarnos a descubrir las bondades y la calidad del vino en rama. El vino más próximo a la naturaleza, que imita al arte. El agua que no has de beber no puede compararse con ese trasluz pajizo turbio de un gran fino en rama.

Lo más probable es que el fino en rama de Montilla-Moriles sea una obra de arte que aspira a no morir con su tiempo. En ese vino habita el duende de los matices , y es una belleza dorada y lenta, que hay que beber como si deslizáramos por la garganta un fragmento de sol joven desleído. El tinto o el blanco pueden apresurarse, sin perder del todo su personalidad. El fino en rama, no. El fino en rama es un vino de bebida sosegada. Beberlo deprisa lo violenta.

Más por simpatía que por cultura, uno prefiere escribir sobre libros y sobre tabernas que sobre políticos. Los libros se quedan con nosotros y dan compañía; las tabernas ensanchan la convivencia y enseñan a callar. En ambos se entra, se permanece, se está. Y a los dos se vuelve, el libro y la taberna nos esperan con voluntad de agradar. Si uno llega a ellos con el corazón limpio, siempre aprende algo. Esto es Córdoba, señor, y aún nos queda un resto de hidalguía vínica. Primero, el fino; después, si hay hueco, que siempre lo hay, el Macallan de Pablo Iglesias . Pero dejando bien establecida la jerarquía.

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