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POLÍTICAS SOCIALES

Los jóvenes que rompen barreras en Córdoba

Tres personas con parálisis cerebral cuentan su vida en el Congreso de la Asociación Cordobesa de Parálisis Cerebral (Acpacys)

Uno de los jóvenes de Acpacys entrevistados por ABC en el congreso celebrado este fin de semana ÁLVARO CARMONA

P. GARCÍA-BAQUERO

Antonio Andrés Peña es el «Herrera en la Onda» de la radio de la Asociación Cordobesa de Parálisis Cerebral (Acpacys) . Maneja el equipo de sonido desde su ordenador. Un joven de 23 para 24 años, que practica baloncesto y hasta hace poco, natación. Ha hecho un módulo de FP en Informática y adora las Artes Gráficas. «Puedo trabajar en lo que sea; me encanta el diseño por ordenador, pero si hay trabajo formateando ordenadores pues eso hago, también me gusta», relata con entusiasmo sin perder hilo de la retransmisión en directo del congreso sobre parálisis cerebral de Acpacys que se celebra este fin de semana en el Palacio de la Merced .

No acepta paternalismos porque no los necesita. Sus amigos desde el colegio y los más nuevos que le van surgiendo se los hizo porque su lema es «si ellos no te invitan a su grupo te tienes que meter tú ; sin problema». Luego ya, su estilo atlético, pese a su dificultad para andar que precisa de apoyo, su forma de ser optimista, alegre, inteligente y «con chispa» -como él mismo reconoce- atraen amigos. No duda al responder a preguntas, ni se compadece lo más mínimo de su situación. La parálisis cerebral le vino cuando estaba dando sus primeros pasos. Una operación le llevó a que sus piernas no fueran demasiado fuertes, pero él es imparable.

El nombre de la radio de Acpacys que dirige se llama « Corre, anda, vuela o lo que quieras ». «¡Adivina quién le puso el nombre!», bromea Antonio Andrés, que sólo piensa en sacar el práctico del carné de conducir. Lo próximo, ya lo tiene en mente, aprender el lenguaje de signos para poder ayudar a otros. «Me encartaría», apostilla. El entusiasmo que le sale a raudales es contagioso, capaz de saltar cualquier barrera porque asegura él no tiene ninguna.A su lado, con una sonrisa espléndida, ojos verdes y pecas ideales, Carmen Recio, de 25 años, con una lucidez abrumadora, relata como de pasada cómo llegó a estar sentada sobre dos ruedas. «Voy a contar brevemente lo que me pasó», apostilla. « Con 18 meses me dio una meningitis que me afecto más de la cuenta, por decirlo así, y me operaron. Además resulta que me dio una parálisis y era una diparesia». Mis padres, asegura, «que son el motor fundamental en mi vida, han peleado y luchado para que la niña salga adelante porque yo solamente podía mover la cabeza; el cuerpo y el habla nada». Sin embargo, eso ha ido mejorando mediante tratamiento y ha quedado mejor. «Me muevo y ando un poquito», asegura.

La peor época, el instituto

La peor época fue la del instituto. El IES al que iban sus compañeras del cole no estaba adaptado. Me quedé sin amigos y tuve que empezar de cero. El instituto adaptado fue otro mundo. Ésa fue mi primera barrera. Ahora « mi única barrera en la vida es que quepa mi silla », matiza. Al ir a otro instituto, esta vez de formación profesional, tuvo otra difultad: «Tenía un monitor de apoyo (hombre) y prefería aguantar siete horas sin ir al baño por no ponerlo en un apuro». Otro hándicap era el tono en el que me hablaban los profesores, era el que le ponen a un bebé, y claro yo me he sentido la niña de la silla de ruedas». Sobre todo, lamenta aún, cuando no pudo ir a la excursión de Las Ermitas , porque el profesor no quería proponer una ruta adaptada. En lugar de Bachillerato optó por hacer un ciclo de Administrativo. Concluyó sus estudios y ahora después de algunas becas trabaja con contrato temporal en el Ayuntamiento. Lo que esta joven tiene claro es que puede hacer exactamente el mismo trabajo que una persona sin minusvalía, su cabeza funciona como un reloj suizo.

Otra de estas jóvenes llena de energía es Puri Córdoba. A sus 25 años, no puede disimular que es más feliz que nunca en sus prácticas en Acpacys. En el colegio no tuvo buena experiencia, pero en el IES la cosa cambió para bien. «Por primera vez, después de acabar los estudios me encanta lo que hago: coger el teléfono, meterme en el archivo, papeleo... es lo que he estudiado como administrativa y estoy encantada», admite. «Aún son practicas, pero les digo que soy feliz con lo que hago y creo que lo hago genial , me quiero quedar aquí trabajando», cuenta ilusionada.

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