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CURIOSIDADES

Leyendas de las columnas de la Mezquita de Córdoba

La más conocida es la historia del mártir cristiano que grabó una cruz en uno de los 746 soportes del templo

Bosque de columnas de la Mezquita-Catedral de Córdoba ABC

D.D.

Resulta inevitable quedarse embelesado con el bosque de columnas sobre las que se levanta la Mezquita-Catedral de Córdoba. Más allá de la belleza que desprende este laberinto de mármol, jaspe y granito, algunos de estos soportes cuentan con sus propias leyendas , que José Manuel Morales Gajete relata en su libro «Enigmas y misterios de Córdoba» .

La más conocida entre los cordobeses es la historia de la columna del cautivo . Cuenta que un joven cristiano que trabajaba en unas huertas se enamoró de una árabe que iba a comprarle flores y frutas. Le pidió que se casara con él y ella le prometió convertirse al cristianismo y acceder a su petición. Sin embargo, la noche que iba a bautizarse, unos soldados la mataron y tiraron su cuerpo al río . Al joven lo capturaron y ataron a una de las columnas de la Mezquita, expuesto a todo el desprecio de la gente.

«Durante su largo cautiverio y a fin de no perder la fe, aquel hombre se dedicó a hacer pacientemente con su uña una cruz en la dura superficie del mármol de la columna en la que estuvo encadenado, la cual a día de hoy todavía puede verse tras una pequeña reja», relata el escritor.

En el siglo XVIII se colocó junto a ella un pequeño retablo con un bajo relieve de un hombre arrodillado, y una inscripción relatabdo la leyenda. «Nuestros abuelos creían que si acercabas un mechero a la cara del cautivo, éste lloraba , y por eso el hombrecillo tiene el rostro prácticamente borrado», cuenta Morales.

A unos pocos pasos hay otra columna que está protegida por una mampara y «al parecer, cuando la gente la rascaba con una moneda desprendía un desagradable olor a azufre , lo cual llamó la atención de los visitantes durante décadas [...]. La fantasía popular aseguraba que este soporte fue tallado en lo más profundo del infierno , aunque la explicación real la encontramos en la reacción química que se produce al frotar un objeto metálico con ácido sulfídrico», recoge el libro.

De otras columnas, prosigue Morales, se contaba que tenían propiedades curativas , lo que motivó que más de uno arrancase trozos y se los llevasen a sus casas para superar enfermedades.

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