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Historia

Lope de Hoces, el heroico marino de Córdoba en tiempos de Alatriste

Cuarocientos años se cumplen de las aventuras como Almirante de la Mar de este militar que perdió un brazo en América y luego la vida en Las Dunas

«Antes de la batalla de las Dunas», de Reinier Nooms ABC

Félix Ruiz Cardador

Cuatro siglos se han cumplido en este 2019 que ya termina del día en el que el marino cordobés Lope de Hoces y Córdoba , nacido en 1588, iniciase sus aventuras por las Indias con el grado de Almirante de la Mar. El historiador Antonio Jaén Morente ya avisó en su «Historia de Córdoba» de la talla de este militar, de vida novelesca en plena guerra de Flandes pero todavía hoy poco divulgada, incluso oscurecida en ocasiones por análisis apresurados de sus aventuras bajo reinado de Felipe IV, «El Rey Planeta». Relacionado por vía familiar con el Señorío de la Albaida , fundado en tiempos de Fernando IIIEl Santo, poco se conoce de su vida íntima, aunque historiadores como el zamorano César Fernández Duro, representante de la marinería ilustrada del XIX, sí dejaron testimonio de sus actos heroicos. Llegaron estos lances a su término en 1639 en la primera Batalla de las Dunas, en Inglaterra, donde pereció Lope de Hoces en pleno combate contra las fuerzas holandesas que comandaba Maarten Harpertszoon Tromp.

Fue aquel desastre naval uno de los más graves de la Historia de España, casi al nivel de la Armada Invencible según el propio Jaén Morente. Un primer redoble que marcaba el arranque del declinar del imperio español, que poco después se iría extendiendo por derrotas dolorosas como la de Rocroi (1643) o en tratados como la Paz de los Pirineos con los franceses (1659), tomado a menudo como punto final del Siglo de Oro. Precisamente a ese momento de la historia española pertenece el marino cordobés, que habría nacido seis años más tarde que el Capitán Alastriste , el popular personaje de ficción creado por el novelista Arturo Pérez-Reverte . Fue por ello contemporáneo de otros cordobeses, estos sí reales, como don Luis de Góngora o el pintor barroco Antonio del Castillo y Saavedra. También de otros ilustres miembros del parnaso español como Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo o Félix Lope de Vega.

Las primeras aventuras marinas del militar cordobés que relatan los cronistas arrancan en 1615, cuando, sin haber cumplido aún la treintena, viaja como almirante a lo que por entonces se conocía como Tierra Firme y que hoy son territorios de Venezuela y Colombia . Dos años más tarde, y vistas sus dotes de mando, Felipe III lo nombra General de la Mar y al año siguiente empieza a participar en sucesivas aventuras, al mando de flotas que transportaban azogue para el tratamiento de la plata, según narra el escritor y capitán de navío Marcelino González Fernández en la relación de biografías de españoles ilustres de la Real Academia de Historia. De esas primeras aventuras por América acabará destacando la que Lope de Hoces protagoniza en 1626, cuando salió venturoso de una persecución comandada por el temible corsario neerlandés Piet Pieterszoon Hein.

La intensa década siguiente, última de la vida del marino cordobés, arrancará para él en Cádiz , donde lideró la Armada del Oceáno , cuya misión era proteger a los transportes españoles de la amenaza de los holandeses y de sus aliados, que buscaban debilitar la red de suministros de España desde las Indias en el contexto de la guerra de Flandes. Con ese telón de fondo, Lope participó también bajo el mando del marqués del Cadereyta en el ataque que lanzó una armada española de 55 navíos sobre la isla de San Martín , situada en el Caribe y que había caído en manos holandesas. El marino cordobés fue el encargado de liderar el desembarco, la labor más arriesgada, y allí resultó herido y quedó inválido de un brazo por los efectos de una bala de cañón.

Sin tiempo apenas para reponerse, como él mismo manifestaría en carta al Rey algún tiempo después, le fue encomendada al marino cordobés otra misión de calado: liderar una expedición hispanolusa que tenía por objetivo recuperar la plaza de Pernambuco, en Brasil. Partió la armada desde el puerto de Lisboa en 1635 y, aunque no lograron sus fines ya que los holandeses defendieron su flota en el puerto con astucia, sí que consiguieron desembarcar 4.000 hombres, cargar azúcar y volver de regreso a España sanos y salvos.

Un amargo final

Los últimos capítulos de la vida del marino cordobés no serían ya en las Indias, sino en el Canal de la Mancha , el País Vasco e Inglaterra. En 1637 comandó por ejemplo una flota que tenía por objetivo hostigar a franceses y holandeses, y en la que logró apresar barcos enemigos. Al final de ese mismo año, llevó vituallas a Flandes y en el trayecto apresó nuevos barcos holandeses, lo que, según explica González Fernández , le valió para que el rey Felipe IV le concediese el señorío de Hornachuelos en pago a sus servicios. La buena suerte de Lope de Hoces comienza sin embargo a diluirse a partir de ese momento. En 1638 los franceses invadieron Guipúzcoa por mar y tierra y a Lope de Hoces le correspondió la misión de pertrechar una flota con la que combatir una poderosa escuadra gala, compuesta por más de 60 naves y que sitiaba Hondarribia. El combate, muy desigual y librado en la costa de Getaria, acabó en caos y con muchas bajas para los españoles, que solo salvaron un navío en aquel lance. Tal desastre empañó la hoja de servicios del marino cordobés.

Tras aquella decepción, el Rey mantuvo su respaldo al marino y por ello le confió un papel destacado en la misión que acabaría en un nuevo desastre: la Batalla de las Dunas . Comandó dicha armada el marino donostiarra Antonio de Oquendo, mientras que a Lope de Hoces le correspondió el mando del galeón «Santa Teresa», el mayor de los 74 con los que contó la expedición. El objetivo de tal descomunal fuerza, la mayor según el Conde-Duque de Olivares desde la Armada Invencible, era enfrentar a holandeses y franceses para despejar el Canal de la Mancha. Salieron de La Coruña el 31 de agosto, tras unirse los navíos llegados de Cádiz y con la experimentada armada Dunquerque como vanguardia, y a mediados de septiembre avistaron barcos holandeses. Se trataba de la flota del almirante Maarten Harpertszoon Tromp , que sólo contaba con algo más diez de naves. Aguantó el neerlandés con fortuna el ataque español y aprovechó para pedir refuerzos. Tras varios enfrentamientos, ambos contendientes buscaron refugio en puertos amigos para reponer material y desembarcar heridos.

Obra anónima del Museo del Prado sobre la flota comandada por Lope de Hoces hacia Pernambuco. ABC

Los españoles lo hicieron en la rada de las Dunas (Downs), en la costa del condado de Kent, en Inglaterra , que en ese momento ejercía como país neutral. Sin contar con demasiada ayuda inglesa, estuvieron allí en torno a un mes, hasta que el 20 de octubre la armada holandesa, que los vigilaba desde la distancia, se lanzó al ataque con una flota de más de cien barcos y en mitad de la niebla. El resultado de aquella batalla fue desastroso para los españoles, que pelearon de forma caótica y aislados, buscando cada uno salvar la situación como mejor podía.

Felipe IV , a pesar de la derrota, decidió conceder en 1640 al huérfano del marino cordobés, Alonso Antonio de Hoces, el condado de Hornachuelos. Curiosamente, un descendiente de ambos, José Ignacio Lope de Hoces y González de Canales , conde de Hornachuelos y alcalde de Córdoba, acabaría jugando un papel decisivo en la Gloriosa de 1868, dos siglos más tarde, por lo que sería recompensado con el Ducado de Hornachuelos, que aún pervive. Aunque esa es otra historia, más reciente y en cierto modo feliz que la de aquel Lope de Hoces que murió con 51 años de edad en Las Dunas pero cuyo recuerdo sigue vivo en los libros de Historia como actor destacado de aquella Armada española del XVII.

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