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CONTRAMIRADAS

Luis Martín, exconcejal del PP: «Me voy con la satisfacción del deber cumplido»

Capitulares dice adiós a uno de sus concejales más antiguos. Luis Martín pone fin a 24 años de actividad política

El exconcejal del PP Luis Martín VALERIO MERINO

A.M.

En el diminuto trayecto que separa el Palacio de la Merced de los Jardines de Colón, el señor de la imagen fue interceptado en tres ocasiones. Dos hombres se detuvieron para saludarlo amablemente. Otro sacudió la mano en el aire desde media docena de metros. Y una mujer le estampó dos besos a la entrada de la Diputación. Luis Martín se va. Dice adiós tras 24 años ininterrumpidos prestando servicio al interés público. No estamos ante un líder indiscutible de masas. Ni ante un ególatra carismático capaz de remover el tablero nacional con un simple gesto. Luis Martín es un tipo sencillo. Afable. Sin estridencias. Un currante que se ha levantado cada mañana para hacer lo que creía que era su obligación. Y ahora, según se ve, recoge señales de afecto de sus vecinos.

-¿Se jubila en paz?

-Cuando te acercas a los 65 años es el momento de decir que has llegado a una edad. Y pones en la balanza los errores y los aciertos. La vida es así. Yo me voy en paz. Eso se nota cuando sales a la calle. Y, después de tantos años de vida pública, sigues hablando con las personas, te miran a la cara, te saludan, has logrado nuevas amistades. Siento lo que se dice la satisfacción por el deber cumplido.

-Esa es la mayor recompensa.

-Uno no va a arreglar el mundo. Pero, si consigo la paz en una persona que ha tenido un problema, esa es la mayor recompensa. Muchas veces lo que parece nimio es lo que da mayor satisfacción.

«He tenido un gran respeto por todos los concejales, también por los de IU»

Luis Martín (Córdoba, 1953) nació en una casa de vecinos del barrio de Santa Marina . Con seis años, la familia se mudó a Manuel de Sandoval y con nueve a Baeza. Su padre era fontanero y la crisis de los ochenta lo empujó a la localidad jiennense. Se había producido el «boom» de las cooperativas y de la instalación de las calefacciones y ahí encontró un nicho de trabajo como autónomo. Al joven Luis Martín no le sedujo el mundo de las tuberías y los desagües. «No hubiera servido. Soy un desastre. Cuando me casé, intenté colgar un cuadro con un berbiquí y me colé en la habitación de al lado». En Baeza vivió toda su juventud y allí conserva buena parte de sus amigos de instituto. Se decidió por el Derecho, que estudió en Granada, y trabajó en un despacho de abogados antes de integrarse, ya en 1991, en el equipo de asesores municipales del PP.

-¿Qué se deja en el tintero?

-Lo que me dejo no pertenece al tema político. Me dejo unos años, si no de abandono, sí de ausencia de la familia. Yo les decía a ellos: «Os tengo siempre en mi corazón y en mi mente». Y me decían: «Sí, pero no apareces por casa». Y yo siempre digo que podía haber hecho algo más.

-La clase política no se aplica el cuento de la conciliación familiar.

-Yo he tenido un minuto libre y lo he dedicado a la familia. Ni a los amigos, ni al ocio, ni a nada. La vida del servicio público no tiene días ni horas. Estás en el tajo 24 horas todos los días del año. Ayer mismo fue el último domingo de Feria y mire mi agenda: asamblea de donantes de sangre, exaltación a San Fernando y la Becerrada Homenaje a la Mujer Cordobesa.

-O sea: ha tenido usted su vida hipotecada.

-El servicio público no es una afición ni una profesión. Es una vocación. Aunque ahora estemos mal vistos.

-¿Y se ha dejado muchos amigos en el camino?

-Los que son amigos siempre lo han sido. Se han acercado algunos que se llaman amigos y luego desaparecen cuando dejas las competencias.

«Me dejo en el tintero unos años, si no de abandono, sí de ausencia de la familia»

-Usted conoce esa máxima que dice que hay adversarios, enemigos y compañeros de partido.

-Yo estoy muy satisfecho de mis compañeros de partido. Y muchos de ellos son amigos.

-Algunas navajas sí habrás visto volar.

-Vamos a ver: yo estaba de gerente del partido en el famoso congreso de Fernán Núñez. Hermanitas de la caridad no había. En cualquier orden de la vida hay conflictos. No todo ha sido de seda.

-Un ex concejal de Izquierda Unida, cuando supo que venía a entrevistarlo, me dijo: «Dale un fuerte abrazo de mi parte».

-No sé quién habrá sido, pero sí le puedo decir que he tenido un gran respeto por todos los concejales, también por los de IU. Si quiero que me respeten, tengo que respetar. Cuando era asesor entraba al despacho de [Alfonso] Igualada o Herminio Trigo. Y recuerdo a Marcelino Ferrero, a José Rafael Navarro, a Paco Muñoz. Puedo nombrar a muchos concejales y, por supuesto, todos tienen mi total respeto.

-¿Ha tenido amigos al otro lado de la trinchera?

-He tenido gran respeto y gran cercanía por otros concejales. Pero la palabra amistad se debe aplicar a casos muy concretos. La amistad es cosa profunda y de tiempo.

-¿A la política le sobran trincheras y le faltan puentes?

-Sin duda. Hoy está muy convulsa. En 24 años que llevo en el Ayuntamiento ha sido un vértigo. No solo en la vida pública. Antes te ibas de viaje y le dabas la llave al vecino o le regabas las macetas. La solidaridad, el entendimiento, la colaboración son principios a los que se les ha dado la vuelta. Si se han roto los puentes en la sociedad, en la vida pública mucho más. Ahora, por ejemplo, la mentira se llama postverdad. Mire usted: es verdad o es mentira.

-Alfonso Guerra dijo que la política es el arte de la simulación. ¿Usted ha hecho mucho teatro?

-No. Yo no he podido hacerlo. Con mis defectos y mis virtudes, soy como soy.

-Pero teatro sí habrá visto mucho, ¿no?

-Teatro y postureo. Pero yo siempre me he entregado como soy.

-¿Por qué nos cuesta tanto dar la razón al contrario?

-Somos un poco egoístas. Nos miramos a nosotros mismos. No queremos ni prestarnos a los demás, ni darles la razón. Vivimos en la sociedad del yo, yo, yo y yo.

-¿Cómo combatimos la desafección ciudadana?

-Con la formación y la educación. De pequeño teníamos que cederle el asiento a las personas mayores. Hoy eso no es pensable. Algunos principios elementales se deberían seguir manteniendo.

-¿Y qué explicación tiene para el mínimo histórico del PP el 28-A?

-No lo sé. Sí creo que la sociedad ha sido injusta con el PP. Se olvida nuestros aciertos y solamente se miran los errores. Parece que somos los únicos que los cometemos. A otras formaciones no se les califica igual. El presidente de Murcia ha sido absuelto de todo, pero los ríos de tinta que se vertieron…

-Algún pecado reconocerá.

-Todo el mundo se equivoca en la vida. Y el que la haga que la pague.

-¿Qué le recomienda al próximo alcalde?

-Yo nunca he sido de dar consejos. Creo en Bellido, creo en el partido y lo dijo él el otro día: «Cercanía y trabajo». Con eso se puede prestar un gran servicio a Córdoba.

-Ha sido usted aquí de todo y ha pasado por todas las responsabilidades orgánicas y públicas, menos candidato a la Alcaldía. ¿Lleva clavada una espinita?

-No. Al revés: estoy muy agradecido al partido por todas las posibilidades que me ha dado.

-¿Y le tiene que pedir perdón a alguien?

-Siempre. De tus errores siempre hay que pedir perdón porque en algún momento dado puedas no haber atendido lo suficiente o haber perjudicado a alguna persona.

-¿Qué echará de menos?

-A mí no me cuesta bajarme del coche oficial porque nunca me he subido. No voy a echar de menos nada. Ahora el centro de mi vida va a ser mi familia.

-Se va a quedar descansando.

-Esto es un libro. Hemos pasado una página y estamos en otro capítulo.

-Y se sentará en el parque a ver las obras.

-No. Ni tampoco me voy a apuntar al gimnasio.

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