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Mirar y ver

Nochebuena

Hay que recobrar el verdadero sentido de la Navidad y devolver el nacimiento de Jesús al centro de las celebraciones.

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María Amor Martín

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Desde pequeña me ha impresionado la grandeza de esta noche . El belén ya dispuesto, el hogar engalanado, el olor a buen caldo, los dulces, los villancicos y las llamadas cargadas de felicitaciones. Al oscurecer, escuchábamos fascinados a mi padre contar -supongo que en recuerdo de la tregua de la Nochebuena de 1914 en la Primera Guerra Mundial - que, en ese mismo instante, se producía un alto el fuego en todas las guerras, porque Dios nacía. Imaginaba cada detalle y me sobrecogía la fuerza de ese Niño en brazos de su madre , que hacía callar las armas y surgir la bondad y la belleza de un mundo en paz.

Este asombro ante el misterio del nacimiento de Jesucristo, que cambió la historia de la humanidad y la de muchos de nosotros, me sigue acompañando. Así lo anuncia la campaña de la Asociación Católica de Propagandistas: «Solo un nacimiento ha cambiado el rumbo de la historia. Y no es el tuyo», en las marquesinas de las calles de Córdoba , y de otras ciudades españolas, para recobrar el verdadero sentido de la Navidad y devolver el nacimiento de Jesús al centro de las celebraciones.

Dos meses antes, anuncios, redes sociales, supermercados atiborrados de turrones, floristerías repletas de pascueros, anunciaban la Navidad. Dios nace, aunque parezca que nadie lo espera, pero no es así. Hasta los esfuerzos por lograr, aunque sea una sola noche perfecta, con prisas sin destino, felicidad de confeti, regalos innecesarios, luces que no alumbran oscuridades, alegría de postureo, belleza pasajera y sensiblería hueca, expresan las ansias de plenitud, de querer creer y esperar lo mejor.

Hoy es Nochebuena. Nunca el cielo ha estado tan cerca del suelo . Es la invitación a dejar la finitud, para adentrarnos en el sentido, que agranda nuestras cortas preguntas y caducas respuestas, y en la esperanza que ensancha el corazón. Acontece el misterio, Dios con nosotros, su eternidad hecha tiempo y su inmensa infinitud ternura pequeña y frágil. Dice Luis Rosales, «Resbalé en la paja; / toqué el cuerpo de un niño:/ yo quería/ pedirle ver y me encontré mirando, / sintiéndome nacer, recién nacido, /junto al rostro de Dios que sonreía». Hoy comienza de nuevo, solo hay que mirar y ver. ¡Feliz Navidad!

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