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Apuntes al margen

Merino, ¿el regreso?

Igual no pasa pero lo de la vuelta del exalcalde como delegado merece contarse

José Antonio Nieto y Rafael Merino, en una comparecencia en la sede del PP de Córdoba Valerio Merino

Rafael Ruiz

El periodismo de nombramientos polí ticos debería constituir un género en sí mismo porque rara vez se sustenta sobre hechos concretos sino sobre percepciones, sospechas, operaciones encubiertas, posibilidades de futuro. Si yo les digo que ha caído un balcón sobre un señor de sesenta años es porque tengo la constancia -bien directa, bien por fuentes- de que parte de una edificación ha caído sobre la cabeza de un propio causándoles heridas de diversa consideración. Esto de los decretos de designación funciona de forma diferente. El relato es mejor que la realidad misma. Ha llegado a pasar, como aquella vez con Herminio Trigo , que él mismo anunció su nombramiento -como delegado del Gobierno en Ceuta , si no recuerdo mal- y el Ejecutivo que lo iba a designar pilló tal rebote que congeló la aparición en el BOE. Se quedó sin cargo.

Lo que se va a contar aquí no es que una determinada persona va a ocupar un determinado cargo. Sino que en el Partido Popular ha cundido la especie de la «operación Merino» para la Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía en Córdoba. En concreto, entre los altos cargos de la cosa se comenta que el exalcalde de Córdoba entre 1995 y 1999 sería el elegido para ocupar el primer cargo de responsabilidad de la Administración autonómica en la provincia. Un puesto que tiene mucho de protocolario, de discurso político, pero con relativamente poco margen de decisión.

Vamos por partes, que diría Jack «El Destripador». Rafael Merino concurrió y ganó, como candidato popular, las elecciones de 1995, las primeras locales en las que el Partido Comunista o Izquierda Unida no lideraban el Pleno. Javier Arenas lo hizo vicepresidente del PP andaluz y tomó el caso cordobés para el mensaje de que nada era imposible. Pese a no tener mayoría absoluta, Merino fue capaz de sostenerse cuatro años en la Alcaldía. El crecimiento en votos en 1999 fue espectacular, pero se quedó apenas a unos cientos de papeletas de la absoluta. El pacto de izquierdas, el primero realizado desde la minoría, puso en manos de Rosa Aguilar el bastón de mando. Aún se presentó a las municipales de 2003, que sí ganó IU. Optó por la política en el Congreso , donde ha sido representante de la circunscripción todos estos años.

La política es un juego de once contra once en la que Javier Arenas siempre anda por medio

Bajo el último Gobierno de Rajoy, Merino ganó galones en el Congreso y su visibilidad aumentó. Pero el que fue el político popular con más proyección de los 90 en Córdoba nunca tuvo una relevancia brutal en lo orgánico. La nueva generación de asesores ( José Antonio Nieto , Miguel Ángel Torrico, Santi Cabezas), alias «los pollitos», controló el aparato primero y desplazó a sus mayores en la toma de decisiones. Hasta hoy.

En el último congreso del PP, Córdoba fue de Cospedal , primero, y de Casado después. ¿Toda? Pues no, como en los tebeos de Astérix. Un pequeño reducto de dirigentes hizo público su apoyo a Soraya Sáenz de Santamaría . Entre ellos, Rosario Alarcón , el ya consejero Aguirre y Rafael Merino, que ha visto las cosas siempre desde la distancia, entre la bruma del humo de sus puritos. El presidente de la Junta, Juanma Moreno , ha dado signos evidentes de que pretende cobrarse antiguas afrentas. «Su» Gobierno estuvo con él -y con Soraya- en aquellas gestas y ahora toca el mogollón de nombramientos. En las provincias, las direcciones territoriales quieren que se les pregunte por el sabor de las mediasnoches, pero la primera hornada de viceconsejeros populares tiene -con una excepción, en Agricultura - la inspiración que tiene. La política es un juego de once contra once en la que Javier Arenas siempre anda por medio. Varias personas informadas en el PP aseguran que la vuelta de Merino es una hipótesis , una interrogante, una decisión que no se ha tomado. Aún. Pero da para una crónica de domingo, puñetas, y para ponerle un poco de pique al guiso.

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