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No es un cuento

El trabajo precario es una realidad en una sociedad que hace tiempo que dejó de conjugar el verbo sufrir

Acto de la Iglesia contra el paro JESÚS SPINOLA
Natividad Gavira

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Este fin de semana se celebra una jornada por el trabajo decente que trasciende a la denuncia para alumbrar horizontes nuevos concitando el apoyo de las organizaciones laborales que promueven el trato digno para los trabajadores, aquellas que han entendido que hay una emergencia social que atender por justicia. Iglesia por el Trabajo Decente alerta así, de manera constructiva, de la precaria situación laboral que afecta en España a millones de personas y da razones parar invertir el concepto de ganancia, trasladando todo beneficio a la cuenta de resultados de la dignidad.

No es un cuento, señala la etiqueta que aún circula en redes sociales para globalizar con tres palabras una situación que asedia a muchas personas: la de la precariedad laboral . En las fábulas el sufrimiento no se dilata tanto tiempo, ni los cambios urgentes se resisten al dolor con tanta indolencia, pero la precariedad no es un cuento, nos dicen, sino una señal de sufrimiento real en una sociedad que hace tiempo decidió dejar de conjugar el verbo sufrir, abatida por el lenguaje monocorde de quienes decidieron que vivimos en el estado del bienestar .

El trabajo precario es una «realidad sufriente», como han definido cinco entidades de la Iglesia con actitud firme. El trabajo inseguro es la consecuencia del modo de organización social que roba a muchas personas la posibilidad de dignificarse, una dignidad que no la concede el asistencialismo, ni la subvención, sino la posibilidad para cada uno de ofrecer sus habilidades personales a un modo de producción organizado y respetuoso con el ser humano y participar en la construcción de su entorno. El derecho a un trabajo decente supera cualquier otra aspiración unida al progreso, aunque por muchos flancos se impongan otros estipendios como medio de realización personal.

Las entidades firmantes, entre las que figuran Cáritas, Conferencia Española de Religiosos o Juventud Estudiante Católica denuncian que «nuestro injusto marco laboral y social desplaza y descarta a millones de personas del acceso a un trabajo digno». Y señalan a nuestro país y, por ende a nuestra provincia -una de las más devastadas por el paro-, como el mascarón de proa de la pobreza laboral. El mosaico de la precariedad asume cada vez más la contratación temporal y arroja a la desprotección a quienes son descartados del trabajo.

La iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente lanza tres propuestas que sirven para avanzar en un modelo de trabajo decente, medidas que exigen un cambio en la concepción del sistema económico para que el trabajo sea un bien para la vida sin que anule la posibilidad de la conciliación familiar y promueva relaciones laborales justas. Y en este cambio nadie está fuera, reducir la precariedad significa diálogo y apoyo a las empresas , que son muchas, decididas a alejar la precariedad de sus sistemas de trabajo. También se exige un cambio para los poderes públicos, obligados a la construcción de un sistema económico y laboral más justo.

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