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PATIOS DE CÓRDOBA

Patios de Córdoba 2019 | Regina y Realejo, los nombres en que buscar las joyas

Duque de la Victoria o Conde de Arenales, plaza de las Tazas evocan a lugares conocidos por sus recintos

Patio de la calle Gutiérrez de los Ríos, 33, en el barrio de San Andrés de Córdoba Álvaro Carmona

Luis Miranda

Hay en Córdoba calles con nombre de patio . Como en todas, en ellas se levantan casas con personas que las habitan. Son sus calles, en las que viven, pero de tan íntimas los cordobeses sólo pasan por ellas en la fiesta de los Patios. De un año para otro serán capaces de conservar incluso los nombres y buscarlas, aunque sólo vayan en aquella ocasión, y en los días lejanos de la fiesta serán capaces de recordar el patio que allí vieron.

La ruta Regina-Realejo guarda tesoros casi escondidos, calles con nombres mágicos que parecen pensados para encontrar un patio, sitios que pasan a la memoria por el recinto que encierran. Quien no haga la ruta puede que ni conozca los lugares; quien la haga, no los olvidará. A la sombra íntima del convento de Santa Marta hay dos. En Conde de Arenales, 4, Conchi López es de esas anfitrionas que disfrutan hablando de su patio y explicando lo que lo hace especial. De él destaca la cerámica en tonos verdes, que no es casual, porque estuvo viviendo en Marruecos y de allí tomó algunas cosas que ahora muestra en su casa, entre pendientes de la reina, gitanillas, palmeras y costillas de Adán.

Visitantes en el patio de Conde de los Arenales, 4 Álvaro Carmona

Las flores son el adorno, lo vistoso de los Patios de Córdoba, pero hay ocasiones en que hay que saber mirar más allá de su arco iris y fijarse en que los patios, patios son, aunque no estuvieran, y debajo de la vegetación está la arquitectura . Todos los de la ruta tienen algo en lo que fijarse. A muy pocos metros, en la calle Pedro Fernández, al visitante lo reciben los muchos colores y el cuidado, pero también dos arcadas de sabor antiguo y el imprescindible chino cordobés . Es sábado y hay colas en las rutas más concurridas, y en la calle Gutiérrez de los Ríos ya hay grupos organizados de visitantes. Es una ruta de un solo patio por calle, y el que allí se abre tiene incluso su nombre: Patio de Almonas , el nombre con el que se conoce todavía a esta vía. Hay quien empieza mirando a la piscina, que pone la nota de agua, y desde allí divisa un recinto casi inabarcable . Es más fácil invitar a mirar que describir las mil especies vegetales, el mítico limonero en espaldera que está ante la pared, el azulejo con una inscripción en árabe, el olivo central rodeado de macetas y las ventanas abiertas a la luz.

Duque de la Victoria es otra calle con nombre de patio, y también popular, de los que de un año para otros no se olvidan. Antiguo y no sólo por la construcción y por los arcos, sino por todo el aire de la casa por la que parece que no ha pasado el tiempo. A veces se pueden conocer algunas habitaciones interiores, pero ahora queda un patio coqueto, con columnas de piedra y solería de barro y la garantía de que podría estar en una fotografía antigua y ser el marco perfecto para una tarde de descanso, como tantas veces.

En la calle Diego Méndez, Rosario Ojeda cuenta lo que el espectador intuye: que la casa es muy antigua, como cuentan las galerías superiores, intactas en el sabor de la arquitectura antigua. «La casa tiene 240 años », relata, y a lo largo del tiempo muchas familias vivieron en sus habitaciones. «Casi todos los años vienen personas que nos cuentan que sus padres, sus abuelos o sus tíos vivieron aquí; explican quién hizo alguna de las obras o hasta nos traen fotos que conservan en las familias», relata. De entre los lugares con nombre de patio, ninguno más evocativo que el de las Tazas , la plaza que se abre entre callejones, escondida entre una ciudad tan intacta como desconocida. Lo que encierra deja cortas a las palabras, y el visitante entra a la sombra benéfica de dos grandes árboles, encuentra los exóticos bambúes y las flores autóctonas de colores y no sabrá si fijarse en lo que se arremolina alrededor del pozo, en la galería porticada o en las mil señales de la vida.

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