Libre directo
Postal desde Berlín
Treinta años después de caer el muro no dejan de surgir retoños de la utopía comunista al socaire de la crisis

Permitan les escriba el artículo de hoy desde Berlín , la capital de Alemania , donde he venido unos días de vacaciones con mis hijos. Se lo prometí a ellos y a mí mismo hace meses, cuando presenté mi último libro, «Eso ... no estaba en mi libro de la Guerra Fría» (Almuzara). Quería tener una vivencia y convivencia con ellos paseando por esta ciudad tan cargada de historia y simbolismo.
Berlín fue la capital del III Reich y por todas partes puedes encontrar historias de los lugares donde Hitler y el nazismo ascendieron y desarrollaron en 13 años sus paranoias y sus horrores, hasta culminar en su derrota y la destrucción de la ciudad en 1945. Pero también Berlín fue después la frontera de un mundo dividido durante medio siglo entre quienes creían en la libertad y los que no y la única vez en la historia donde un país, la República Democrática Alemana , levantó una muralla no para evitar invasiones, sino para impedir a su pueblo salir.
Creo firmemente en la libertad y, por consiguiente, desconfiaré tanto de quien tenga «Mi lucha» de Hitler como libro de cabecera, como de quien se pasee por la vida con el «Libro rojo» de Mao Zedong bajo el brazo o con la imagen de Lenin en el corazón. A menudo olvidamos que tan ético resulta ser contrario al comunismo, como lo es estar contra el fascismo. Y hoy en nuestro país el fascismo no deja de ser un vestigio del pasado, a pesar de quienes pretenden seguir presentándolo por interés político como una amenaza, pero 30 años después de caer el Muro de Berlín no dejan de surgir retoños de la utopía comunista al socaire de la crisis.
Diez años después del triunfo de Anguita en las municipales de Córdoba y en pleno auge del Partido Comunista en nuestra ciudad y país, el Muro de Berlín caía el 9 de noviembre de 1989, derribado por las ansias de libertad y de una vida mejor. La puesta en práctica de la utopía comunista fracasó, con esa fecha como hito emblemático, pero la utopía se mantiene sin llamarse comunistas, que asusta, pero con los alardes de siempre y la pretensión de hacerse cargo de nuestro destino como si nada hubiera ocurrido desde que comenzaron a gobernar.
Luchar contra el racismo o el supremacismo de una nación es fácil, combatir una utopía resulta muy difícil y más en tiempos de crisis. La lucha contra la explotación del trabajador y el abuso de la propiedad, las apelaciones a la igualdad entre las personas, la justa distribución de la riqueza , la amistad entre los pueblos, la acción antifascista y la paz en el mundo, continúan siendo reclamos atractivos utilizados por los herederos de aquel comunismo originario, del cual ocultan la historia de su fiasco. No podemos confiarnos y por eso dediqué el libro a mis hijos y quienes son como ellos, «que han nacido en un mundo libre, con el deseo de que sepan luchar para que siga siéndolo».
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