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CONTRAMIRADAS

Salvador Ruiz, director de Cáritas Córdoba: «Vivimos en un sistema injusto que pone en el centro al capital»

En su discurso hay amor cristiano pero también una mirada severa sobre el modelo social dominante

El director de Cáritas Córdoba, Salvador Ruiz FOTOS: VALERIO MERINO

Aristóteles Moreno

Lo primero que llama poderosamente la atención del director de Cáritas es su juventud. 35 años. Y lo segundo es que ya lleva casi 15 integrado en esta organización social de la Iglesia católica. Es decir: a la edad en que usted y que yo estábamos pensando todavía en las musarañas, Salvador Ruiz ya entregaba su tiempo libre al voluntariado. La primera pregunta, por lo tanto, cae por su propio peso.

-¿Lo echaron del botellón?

-(Risas) No he sido muy del botellón. Ya entonces me movía en grupos de parroquia. Y Cáritas es la Iglesia que sirve a los pobres.

No es fácil arrancar unos minutos en la agenda de este doctor de Derecho Romano , que dos días a la semana da clases en la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid y el resto lo hace en Magisterio del Sagrado Corazón. Para esta entrevista, lo sacamos de la comisión permanente de Cáritas, que dirige de forma altruista desde junio. A lo largo de 26 minutos exactos, Salvador Ruiz da una lección de compromiso social y solidaridad . Tanto que su discurso transita por un campo semántico («justicia», «capital», «mercado», «fiscalidad redistributiva»), que bien pudiera parecer extraído de un activista político.

-Cáritas Córdoba cumple 53 años. ¿Buena noticia?

-Sí. Cáritas siempre es una buena noticia. Pobres siempre va a haber. Y aunque llegara el día en que no existiese exclusión social seguiría siendo necesario Cáritas. Están otras pobrezas: la soledad, la tristeza, la persona que necesita una mano.

-Cáritas atiende a 20.000 familias en Córdoba. Si esta cifra es un síntoma, ¿cuál es la enfermedad?

-La globalización de la indiferencia. Hemos llegado al momento en que da igual que el de al lado sufra. Nos hemos acostumbrado a los pobres. Y que si salimos de la crisis haya gente que se quede al margen.

-Usted no es indiferente.

-Supongo que me contagio como todos. Procuro que me duela el dolor de los demás. Y yo no soy ejemplo de nada. Los cristianos debemos ser discípulos del Nazareno, que iba sembrando el bien.

-¿El dolor de los demás es lo humano? ¿O lo humano es el dolor propio?

-El dolor por los demás es tan humano como el propio. Que se lo pregunten a una madre. Es verdad que vivimos en una sociedad que solo se mira a sí misma y tiende a descartar lo que no sirve, lo que no produce.

-Uno de cada cuatro andaluces vive en riesgo de exclusión social. ¿De verdad somos el primer mundo?

-¡Cómo estará el tercero! Y alguno de los barrios más pobres de España está en Córdoba. La crisis no es causa: es consecuencia de un sistema injusto que no pone en el centro a la persona sino al capital, a los intereses de poder.

-Usted dice que la exclusión social de Córdoba no tiene nada que envidiar a la de Calcuta. Díganos que exagera.

-Exagero en lo cuantitativo. Es verdad: aquí hay menos cantidad de pobreza. El número de atenciones de Cáritas ha descendido en los últimos años. Pero en necesidad, en dolor, en calidad de esa pobreza nada tiene que envidiarle.

-¿La pobreza es un estigma?

-La exclusión, sobre todo. Hay pobres que no pueden presentar un currículo porque su domicilio es la calle.

-¿Hay caridad porque no hay justicia?

-No. Oponer caridad y justicia es un error. La caridad presupone la justicia y la trasciende. No puede haber caridad sin justicia.

-Ha habido una caridad que no se ha preguntado nunca por la justicia.

-Pues habrá que plantearse si efectivamente era caridad. ¿Era amor por el otro? Si yo quiero realmente al otro me preocupo lo primero por su justicia.

-¿La pobreza interpela al corazón o a las leyes?

-Interpela, sobre todo, al corazón. Y también interpela a las leyes porque, efectivamente, es una gran injusticia. Siendo grave la pobreza, mucho más grave es la exclusión porque supone negar los derechos de las personas. Y difícilmente podríamos llamarnos un Estado social y democrático de derecho.

-Usted dice que necesitamos un cambio de modelo donde la persona esté en el centro en lugar del capital y el mercado. ¿No será usted «podemita»?

-No. Yo estoy diciendo lo que dice la doctrina social de la Iglesia. La Iglesia señala que en el centro de todas las relaciones humanas está la persona y sobre eso se establecen los principios de solidaridad, justicia y subsidiariedad. Desde el papa León XIII se viene diciendo. El Estado está para servir. Lo primero es respetar la dignidad de todo ser humano y eso requiere un cambio de mentalidad y de modelo.

-A usted la política le concierne.

-Sí, claro. A mí y a todos. Es uno de los más altos grados de la caridad. Y eso es Cáritas.

-Usted también habla de modelo desigual, de sueldos bajos, de fiscalidad redistributiva. Es usted un activista.

-Yo no. Yo hablo lo que dice la Iglesia. No me aparto un ápice de lo que dicen los documentos del magisterio del papa Francisco. El reinado del corazón de Jesús tiene un ámbito de actuación en lo social. Y la buena noticia es que tiene unos destinatarios principales que son los pobres. Eso requiere un cambio de modelo en el que los impuestos estén destinados a que las personas puedan disfrutar de un Estado del bienestar donde los pobres sean atendidos, los mayores puedan cobrar sus pensiones justas y se disponga de un sistema de salud libre y gratuito.

-¿Un evasor fiscal es un pecador?

-Yo no voy a señalar a nadie ni me hago juez de nadie. Pero está claro que pagar impuestos es una obligación moral.

-La Iglesia ha hablado a veces más de moral que de desigualdades sociales.

-No. Si escuchamos al papa Francisco está cargado de magisterio social. Y no solo este papa.

-Si Cáritas es el corazón de la Iglesia, ¿por qué le destina solo el 2% de su presupuesto?

-Eso no es cierto. Cuando hablamos del 2%, hablamos del presupuesto de la Conferencia Episcopal como institución. Nosotros nos alimentamos de los donativos de las personas de la Iglesia. Me atrevo a decir que más del 90% de la Cáritas parroquial viene de la comunidad cristiana. En Cáritas diocesana un 40% viene de dinero público y un 60% de donaciones o legados.

-¿Qué mandamiento ordena su vida?

-El que debe ordenar la vida de todos es el primero: «Amarás a Dios sobre todas las cosas». Y ese mandamiento tiene un segundo: «Y al prójimo como a ti mismo». Sin eso no se es cristiano.

-Santiago Agrelo, obispo de Tánger, afirma lo siguiente: «Algunos cristianos conjugan Evangelio con desprecio al inmigrante». ¿Se puede ser cristiano y xenófobo?

-No. Tenemos muy buena relación con el obispo de Tánger. Todo lo que suele afirmar es muy acertado, aunque lo hace de forma provocativa. Con los inmigrantes Europa se juega su identidad. No puede cerrar sus fronteras despreocupándose del pobre. Es el momento de que los gobiernos se paren a pensar por qué la gente salta la valla y qué podemos hacer.

-¿Abrir los puertos a los náufragos?

-No lo sé. Es una obligación para los estados que no muera gente en el mar. ¿Cómo hacerlo? No soy yo la persona que debe pensar en eso. Pero no podemos ver a gente morir en el mar y mirar para otro lado.

-El obispo Cañizares, en cambio, dijo que los inmigrantes son el caballo de Troya en nuestra sociedad. ¿En qué obispo de los dos se reconoce?

-Habría que ver en qué contexto ha dicho eso monseñor Cañizares. Yo también he visto cómo fue él quien activó todas las acogidas de la diócesis cuando el Aquarius llegó a Valencia. A veces, hay un interés en enfrentar una Iglesia con otra. Y yo creo que no hay dos iglesias.

-¿Ayudar es un verbo con futuro?

-No sobreviviríamos. Solo sobreviviremos si hacemos un mundo más solidario. Nos conviene que vayamos creando en la escuela una cultura de la ayuda y del encuentro. La supervivencia del ser humano pasa por crear una sociedad más justa, más fraterna, más solidaria.

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