SIETE REVUELTAS: ¿TERRORISMO LABORAL O VERBAL? (por FRANCISCO J. POYATO)
CREO QUE ningún empresario quiere matar a uno de sus trabajadores. En el sentido más egoísta y usurero que pudiera alcanzarse, ni siquiera le interesaría para no perder el medio que le reporta
CREO QUE ningún empresario quiere matar a uno de sus trabajadores. En el sentido más egoísta y usurero que pudiera alcanzarse, ni siquiera le interesaría para no perder el medio que le reporta riqueza. Por eso, escuchar a un sindicalista con barriga de buen año a la puerta de la Inspección del Trabajo llamar a los empresarios «terroristas laborales», me pone el vello de punta y demuestra el supino grado de demagogia y cinismo que se puede alcanzar en quienes, en muchas ocasiones, han olvidado ya lo que es un pico, una pala y un andamio.
La cascada de accidentes laborales que ha asolado Córdoba en las últimas semanas es para preocuparse y mucho, pero no para utilizar el lenguaje como altavoz del terror y la simplista conclusión. Es para investigar las causas a fondo, para sancionar y duro a los responsables y, sobre todo, para que el delegado de Empleo de esta provincia, Antonio Fernández, dé la cara y ofrezca explicaciones y valoraciones, y no se esconda en un desvergonzado silencio y patada hacia las alturas de los superiores [esto no es Pozoblanco] para que ellos se coman la patata.
¿O es que el PSOE ya no se acuerda de cuando se comían los micrófonos descalificando y culpando al Gobierno del PP cada vez que había un accidente...? ¿Dónde están los inspectores prometidos y las medidas del Plan de Prevención de Riesgos Laborales y los centros temáticos y parques que se iba a llevar Córdoba en materia de salud laboral...? Luego se nos llena la boca de euros para vender cursos de riesgos laborales que, en muchas ocasiones, ni se imparten, o son dados por personal no cualificado -de esto último hay muestra ante el Defensor del Pueblo de un caso flagrante en la Delegación de Empleo que dirigiera su entonces titular Andrés Luque-.
La tremenda problemática de la siniestralidad laboral es un tema muy complejo. Tanto, como que unas veces son los empresarios desaprensivos que omiten cumplir la ley sin dotar a sus empleados de las herramientas necesarias para cuidar de su vida; y otras, los trabajadores y currantes, los que pasan de los arnés, la mascarilla, las gafas o lo que sea pese a que ha dado cursos y su empresa se ha gastado la pasta en formarlo. En este caso, ¿habría que llamar al empleado kamikaze o suicida...?
Hay que darle la razón a los sindicatos cuando relacionan la alta tasa de temporalidad en los contratos de Córdoba con la misma incidencia en los siniestros. Cuando critican y denuncian las trampas de algunos empresarios que aprietan las clavijas porque tienen que acabar una obra...pública a tiempo. Menos se oyen las siglas de siempre cuando resulta que la Administración tiene un 50% de subcontratas en las obras que realiza. Cuando se adjudica a una firma una infraestructura, por ejemplo, que acaba haciendo la cuarta empresa del escalafón subcontratado y la remata por cuatro duros para que todos saquen tajada.
Es complicado argumentar que el «boom» de la construcción como sector (viviendas u obras) no está ligado a esta subida de los accidentes de trabajo graves. Que los pingües beneficios que está reportando y el efecto motor de la economía que protagoniza, se logra en nombre de tanto albañil o pintor anónimo muerto o en silla de ruedas. El mismo sector en el que, por cierto, como ha denunciado este periódico, operan las llamadas «mafias de la construcción» que imponen listas sindicales de parados en las obras bajo el chantaje. A cada cual lo suyo, pero, eso sí, con la muerte no se juega, ni con palabras.
fjpoyato@abc.es
«No creo que ningún empresario quiera matar a quien le da de comer. Me horrorizan las lecturas simplistas y demagógicas. ¿O es que habría que llamar suicida o kamikaze a quien no se pone los arnés...?»
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