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OPINIÓN

La simbología de ABB

La implantación del sector secundario en Córdoba ha brillado por su ausencia durante en las últimas décadas

Manifestación de empleados de ABB el pasado lunes RAFAEL CARMONA
Francisco Poyato

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«La fábrica de ABB en Córdoba fue fundada en 1930 y hoy en día es un referente a nivel internacional en tecnología ya que sus transformadores se exportan para ser utilizados en infraestructuras críticas como centrales nucleares o redes de transporte en países y regiones como Estados Unidos, Oriente Medio y una buena parte de Europa». Así presenta la multinacional suiza en su portfolio a la planta de la que es propietaria en la zona de Poniente, y en su línea de vida en nuestro país confiere a la factoría cordobesa un especial acento por su valor tecnológico. El año que viene, cuando el polo industrial asentado entre las carreteras del Aeropuerto y Palma del Río cumpla 90 años de historia , un mastodonte como la japonesa Hitachi , será su cuarto dueño. La firma nipona se considera una de las mayores empresas mundiales con 932 filiales consolidadas en su organigrama, más de 20.000 productos diferentes en el mercado y 355.000 empleados. Su facturación supera los 76.000 millones de euros al año.

Unidad política

En este nuevo escenario, la fábrica de ABB en Córdoba ultima un expediente de regulación de empleo con casi medio centenar de despidos , el cierre de su línea de interruptores de alta tensión -de reciente creación- y la salida de una masa laboral joven y cualificada. Los argumentos se cruzan. La dirección lo achaca a la falta de rentabilidad en un mercado donde la feroz competencia de costes -precisamente con los operadores asiáticos-, la bajada de pedidos y el aumento de las cargas arancelarias hacen inviable el sostén de esta división. Los trabajadores creen, por su parte, que se trata de una limpieza previa a la entrega del negocio a Hitachi y piden más carga de trabajo y reubicaciones de los empleados señalados para una planta que supone el 20 por ciento del peso de ABB en España.

La pérdida de estos empleos entraña una simbología añadida al drama laboral del paro. Se trata de uno de los pocos referentes industriales de peso que quedan en Córdoba, heredera de la época dorada de Cenemesa o la «Westin» y sus 1.500 trabajadores. Auténticos semilleros, además, de la actividad sindical en nuestra ciudad. La implantación de sector secundario en la ciudad en las últimas décadas brilla por su ausencia y es la clave para reorientar un tejido productivo terciarizado en exceso y con baja cualificación en sus recursos humanos. Además se trata de medio centenar de trabajadores con un nivel alto formativo cuyo recorrido se perdería o tendría un muy difícil reenganche. Aún están presentes las protestas de los trabajadores de la cementera Cosmos, pero por una razones bien distintas e incomprensiblemente auspiciadas desde el anterior Ayuntamiento y su cogobierno de PSOE e Izquierda Unida.

La unidad social y política mostrada estos días en la calle y los despachos ante lo sucedido no debe ser flor de un día. La Junta de Andalucía , que tendrá que tramitar el ERE si se acaba registrando, debe hacer todos los esfuerzos necesarios para paliar esta situación en la medida de sus posibilidades. Y el Ayuntamiento de Córdoba , ir de la mano, porque siempre es el primer paño, aunque tenga los resortes de que dispone. La nueva coyuntura nos debe llevar sin remilgos a entablar contacto con un gigante como Hitachi, y tal vez de las crisis salgan oportunidades, por lo que la potencialidad de la factoría cordobesa debe prevalecer. Aunque, indudablemente, la herida sobre la herida abierta que padecemos nos duele mucho más.

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