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Arqueología

Investigadores Universidad de Córdoba: Tras las huellas de Mellaria

El profesor e investigador, Antonio Monterroso, no descartar ampliar la zona de estudio

El académico, Antonio Monterroso, en la Facultad de Filosofía y Letras Valerio Merino

Féliz Ruiz Cardador

Antonio Monterroso decidió dedicarse a la arqueología «cuando no me di cuenta de que era imposible, porque, como te pares a pensarlo, cortas». Descubrió su pasión en la infancia , «cuando buscaba tiestos de chico en la Cueva de la Fosforita de mi pueblo, Belmez». El profesor e investigador considera que en su camino se han fundido diversos condimentos, como «el entusiasmo, la mucha y buena gente que ayuda, las puras circunstancias, las carambolas y los saltos al vacío en las decisiones, además del trabajo, claro, pero esto último en Arqueología no te garantiza demasiadas cosas…». «Y unos padres que te lo aguanten», añade con humor.

Su labor investigadora comenzó en Roma , en Francia y el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC en Madrid . Tuvo que ganar un contrato nacional del Ministerio de Ciencia e Innovación donde sólo hubo una plaza de arqueólogo en 2012.

Hasta ahí el ayer, mientras que el hoy se ocupan otras investigaciones en tierras cordobesas. Principalmente Mellaria , gran urbe romana. «Mellaria, el Guadiato y también Los Pedroches son un premio científico», aclara. Según él, «es una de las zonas más ricas de todo el imperio romano, pero hoy día parece que no, porque se llama Guadiato». Por eso mismo, Monterroso lo llama Mellaria, o Beturia de los Túrdulos en sentido más amplio, o la Sierra Morena y Magna, «y entonces todo reluce a oro, plata, plomo, comunicación, finanzas, alta política, desarrollo, rango, paisaje…». «Nuestras investigaciones, y el ánimo de la Universidad en fomentar el desarrollo territorial de esta zona a partir del patrimonio, hará que, pronto, todo eso vuelva a relucir», sentencia optimista. «Tenemos un nuevo mapa de dispersión de yacimientos de la zona y dentro de poco, desde Córdoba a Fuente Obejuna estará lleno de puntitos, que son yacimientos, y solventaremos ese desierto serrano, que es falso».

Monterroso, entusiasta, describe Mellaria «como una ciudad con una larguísima vía comercial, como los pueblos de antes». A los lados «existieron edificios públicos, viviendas, colegios profesionales, tiendas, tumbas, que allí nos esperan gracias a la magia del trigo, que nos enseña lo que hay debajo aplicándole sensores espectrales». La muralla no está lejos, y también la tienen identificada. Los edificios de espectáculo no, algo que no le preocupa al profesor porque así «no se gasta la imaginación». Como vigía, está el Cerro del Masatrigo , donde está el edificio de la cúspide, «que por ahora no podemos interpretar, pero que, sin duda, era el faro de la ciudad». Más allá, según explica con lirismo, «un territorio de bienes, de dones, de dioses; minas, cultivos, miel, bellotas, transhumancia, villas agrecuarias y, a lo lejos, la referencia de todo, Córdoba, unida con Mellaria por una autopista romana de 12 metros de ancho en algunos tramos». Monterroso espera «que las instuciones de Córdoba nos brinden comunicación para que este sueño mellariense, tan vital para el norte, sea beneficio mutuo».

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