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José Javier Amoros - Pasar el rato

La tregua de mayo

Lo escribió César González-Ruano: todo reside en la costumbre

Preparativos para el concurso de Patios Valerio Merino
José Javier Amorós

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Empieza mayo y Córdoba se repite en los sentidos, para nuestro deleite. Nos entra por los ojos, por los oídos, por el tacto. Huele a Córdoba, sabe a Córdoba. Por mayo era, por mayo, / y Córdoba renacía. Lo nuevo viene de muy atrás, lo presentimos. Por los amenos prados del tiempo avanzan las Cruces, los Patios, la Feria . Vienen para seguir viniendo, en eso consiste la costumbre. Y en la costumbre está todo. Todo reside en la costumbre, como escribió César González-Ruano , el más grande de todos nosotros. «Al señor González no le gusta Cervantes». Pues peor para Cervantes, pudo haber contestado el divino César, sobrado de facultades, para continuar con su promoción literaria. Él dejó mucha más huella que el periodista, aunque bastante menos que Cervantes. Ea, las cosas de la vanidad y del genio.

Vivir es ver cómo vuelven las cosas. Y aquí estamos, viendo cómo mayo vuelve a Córdoba y le da una tregua a los malos sentimientos. La tregua de mayo. Por lo menos, la de este primer artículo del mes. Después, ya se verá. Escribir hoy de otra cosa que de Córdoba en mayo sería una falta de respeto. Todas las noticias son hoy Córdoba en mayo, un mes que los dioses del tiempo han cortado para ella. Nos tocamos deferentemente el ala del sombrero con los dedos para expresar nuestra admiración por una ciudad por la que han ido pasando los siglos con gracia. Después de tantos años aquí, a uno le parece que Córdoba tiene en el mundo la misma misión que Schumann atribuía al artista: «Enviar luz a las profundidades del corazón humano». Vendrán otros después, a hacer la nueva Córdoba. Y repetirán nuestros gestos y nuestros ritos, y mantendrán las mismas costumbres. Las que han ido haciendo a Córdoba como es. O por las que Córdoba ha ido haciendo a los cordobeses como son. Eso, quién puede saberlo, cómo podemos saber quién ha hecho a quién.

Dicen las crónicas que este año ha descendido en Córdoba el número de turistas . Preocupante, quizás. Sí, pero todo esto que se ve en Córdoba lo han hecho los fijos, los que tienen aquí el nido. Es a los fijos a quienes debe cuidar el poder, tan poco sutil para lo importante. Que no nos falten los fijos, que no se nos vayan los fijos. A uno le gusta más ser viajero que turista. El viajero tiene su leyenda. Un turista es un profesional de la superficialidad, que pasa por las cosas con mirada resbaladiza, y «en ningún sitio entra en costumbre ni sabe hacer fundación». El viajero pone el énfasis en la fugacidad, que es más literaria, pero manteniendo la inteligencia y los sentidos alerta. ¡Inteligencia, alerta! ¡Alerta está! Acaba arraigando en algún lugar por un acto del alma. El viajero sí puede volverse de Córdoba con su luz, unos se van con más luz que otros, depende de la actitud y de la capacidad. Y algo deja aquí de su propio corazón, para poder llevarse algo del corazón de Córdoba. Si se viene a Córdoba con el alma cerrada al misterio, uno se lleva folletos de publicidad, nada más. Los fijos, hay que cuidar a los fijos. Y que los fijos nos cuidemos los unos a los otros, los que tenemos la costumbre de ser de Córdoba. Es como cuidar de Córdoba, que sabe agradecerlo con su luz. ¿Qué hacemos aquí todos nosotros? Hacemos Córdoba.

Córdoba. Mayo. Lo demás, olvido .

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