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Perdonen las molestias

Qué tropa

Si el alcalde de Córdoba fuera el señor Sánchez, Capitulares sería un cascarón fantasmal con escolares tirándose canutazos

Bellido y Albás en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Córdoba VALERIO MERINO
Aristóteles Moreno

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SI el Ayuntamiento de Córdoba estuviera regido por un tal Pedro Sánchez y la tropa de diletantes que se sientan en el Congreso de los Diputados, nuestra querida ciudad estaría en modo «stand by» desde los tiempos de María Castaña. Es decir. Viviríamos sin presupuestos municipales, ni ordenanzas fiscales, ni planes de tráfico, ni viviendas VPO, ni mesa de veladores, ni política de turismo, ni innovaciones urbanísticas, ni ampliación de carriles bici, ni planificación del suelo, ni Festival de la Guitarra , ni leche y picón.

El pleno de Capitulares sería un cascarón fantasmal, sin más vida orgánica que una pandilla de escolares tirándose canutazos y pelotas de papel, al modo en que se desempeñan sus señores diputados en las Cortes. El tiempo pasaría ingrávido, un mes detrás de otro, un año detrás de otro, década tras década, sin promulgar un maldito decreto de Alcaldía, un bando municipal o un mísero desayuno navideño por la paz del mundo y la concordia del vecindario.

Los concejales se reprocharían mutuamente la parálisis municipal y la degradación de la vida pública. El señor Bellido acusaría a la señora Albás , la señora Ambrosio al señor García , el señor Saco al señor Bellido y así sucesivamente en una espiral interminable mientras los concejales, eso sí, no dejarían de percibir sus nóminas puntualmente y hasta las dietas de Sadeco que correspondan.

A la hora del recreo, se lanzarían todos a la batalla por el relato, al modo en que los chiquillos se apelotonan detrás de la pelota en el patio del colegio. Quien gane el relato, gana la partida, susurran los «spin doctors», aunque las familias no lleguen a fin de mes, los alquilares se disparen, el trabajo se precarice, las grandes compañías no paguen impuestos, los servicios públicos se desmantelen y la gota fría se lleve por delante pueblos enteros.

Qué importa la vida de la gente, mientras tengas el relato en tu mano y los sondeos te pronostiquen un repunte de siete décimas, tal vez nueve, quizás punto y medio. Hace tiempo que la realidad vale menos que un cuarto de kilo de bacaladilla. El verdadero partido se juega en el terreno de la ficción, con los instrumentos del lenguaje y el señuelo de las expectativas.

Si Pedro Sánchez fuera el alcalde de Córdoba, aún estaría jugando al póker con sus socios de Gobierno, los preferentes y los disonantes, los visibles y los tapados. En eso, y en el juego del cubilete, hay que reconocer su maestría. Una bolita por aquí, una bolita por allá. La suya y la de la banda de embaucadores que participan del monumental enredo en que han convertido la vida política de este país.

Las reuniones de salón se sucederían, ahora allí, mañana quien sabe dónde, para ver si arrancan la legislatura, definen las líneas programáticas, trazan la hoja de ruta y se reparten las concejalías, cómo no, con cartera o sin cartera, con tenencia de Alcaldía o leche frita y canela en rama. ¿Se puede estar cinco meses viendo pasar el tiempo mientras el Estado se te cae a cachos? Se puede.

Afortunadamente, el señor Sánchez no es el alcalde Córdoba ni la panda de saltimbanquis que se juegan a la ruleta rusa el futuro de España son sus concejales. El señor Bellido puede hacerlo mejor o peor, con más tino o más desacierto, pero su corporación echó a andar cuando debía y con los mimbres de que disponía en el pleno que eligieron los ciudadanos. Su corporación y la de 8.000 ayuntamientos de todo el país que también vertebran el Estado y desnudan cada día la insoportable levedad de la tropa del cubilete.

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