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Tribuna Libre

«Venenos que mataban en Córdoba»

En tiempos de los Reyes Católicos una ordenanza prohibió en Córdoba el uso de dos productos altamente tóxicos: el arsénico y el cloruro de mercurio

Mesa con cuencos y especias en la Casa de las Cabezas ABC

Manuel Ramos

Situada al final de la calle Pedro López , antigua calle Carreteras, se encuentra la Calleja de los Especieros, calleja-barrera o calleja sin salida que aparece con este nombre al menos desde el siglo XV, siendo puesta en valor en el año 2018 durante la segunda edición del Festival de las Callejas de Córdoba . Como se pueden imaginar, recibió tal apelativo porque allí vivieron durante varias generaciones gran número de especieros cordobeses.

El especiero no era un simple comerciante ; es preciso recordar que las especias durante siglos fueron productos de lujo, sólo al alcance de las clases altas de la sociedad. La lejanía del Oriente de donde procedían y el gran número de intermediarios que intervenían hasta llegar al destino, hicieron que estas mercaderías alcanzaran un extraordinario precio, algunas veces, similar al oro o a las piedras preciosas. Por esta razón, el especiero fue un mercader bastante acaudalado y en ciertas etapas históricas, especialmente en la Córdoba bajo medieval, el negocio de las especias estuvo en manos de judíos y judeoconversos.

Los despachos y puestos de especias se encontraban en las zonas comerciales de la Córdoba antigua, como era la cercana plaza de San Salvador (hoy calle Capitulares) , las plazas de la Corredera o la de la Pescadería (situada al inicio de la calle Cardenal González).

En el padrón más antiguo que se conserva del barrio de San Pedro, al que pertenece esta calleja, fechado en 1509, ya figuran empadronados diversos especieros, entre ellos, Diego de Palma, perteneciente a un linaje de judeoconversos muy perseguido y castigado por la Inquisición.

Uso en la corte

Otros conocidos especieros que allí habitaron durante el siglo XVI fueron Gil Martín y su mujer, María González , conocida como «La Cuerva», quienes fundaron para su gremio la cofradía de la Estrella en la iglesia de Santiago.

Durante el reinado de los Reyes Católicos comienza a distinguirse en Córdoba entre el especiero y el boticario, pues en un principio fueron lo mismo. Desde entonces, el especiero-boticario se encuadraría en la categoría de sanitarios , en el precedente del farmacéutico, proporcionando a los vecinos, a los físicos y cirujanos sus composiciones y ungüentos para tratar diversas afecciones, enfermedades o incluso remedios cosméticos.

Pero no hay que olvidar que muchas de las sustancias que manejaban estos especieros eran altamente tóxicas y nocivas , y en más de una ocasión fueron utilizadas como venenos con propósitos asesinos. Los mismos monarcas no fueron ajenos a estas prácticas, y de esta forma, existen rumores de cómo accedió al trono la reina Isabel la Católica , la «suerte» que tuvo al morir primero su hermano Alfonso tras comer unas truchas en «mal estado», y años más tarde, con la muerte repentina del por entonces rey Enrique IV . También estuvo bajo sospecha de ser inductor del envenenamiento de Felipe el Hermoso el mismo rey Fernando el Católico. El marido de su hija Juana la Loca, proclamada reina de Castilla, murió según la versión oficial, tras ingerir un vaso de agua muy fría.

Sea como fuere, por aquella época hubo en Córdoba dos sustancias nocivas muy extendidas: el rejalgar y el solimán . El primero, (ráh-a-ár), traducido del árabe significa literalmente «polvo de la cueva». Se trata del famoso veneno de la Edad Media, el arsénico . Este veneno tenía dos variedades: el rejalgar, de tonos rojizos, y el amarillento, llamado «oropimiente» . Aunque tenía otros usos, el arsénico fue calificado como el «rey de los venenos», por su carácter inodoro, insípido e incoloro. La sombra de su utilización no sólo planeó en la corte española, sino que también se dice que fue el veneno preferido de los Medici o los Borgia.

El solimán

El solimán, también palabra de raíz musulmana, hace referencia al cloruro de mercurio , y como la primera sustancia, era altamente tóxico. Con él se hacía en Castilla el famoso « afeite de Solimán adobado» , un producto cosmético que utilizaban las mujeres para cuidar sus rostros, aunque su uso reiterado provocaba, como decía el sabio segoviano Andrés Laguna en 1555 que «(las mujeres) p resto se tornan viejas , con unos gestillos de monas, arrugados, y consumidos».

Sea por una u otra causa, en tiempos de los Reyes Católicos se proclama una ordenanza titulad a «Que no haya rejalgar ni solimán», señalando su redactor que por culpa de aquellas sustancias moría mucha gente en Córdoba y su tierra . De esta forma, habiendo oído el corregidor el consejo de los médicos de la ciudad, acordaron que no hubiera, ni se metiera o vendiera en ella este solimán y rejalgar en los sucesivo.

La contravención de esta ordenanza era castigada según quien fuera el incumplidor; y de este modo, si era una persona honrada, se castigaba con un año de destierro la primera vez; si era boticario o especiero, se le darían una treintena de azotes públicamente, y si fuera esclavo o sirviente, establecía la ordenanza «que muera por ello» . Concluía el texto legal dando seis días para que se sacase de Córdoba todo el solimán y rejalgar que hubiere, so la pena establecida.

Manuel Ramos es notario y director de la Casa de las Cabezas

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