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PERDONEN LAS MOLESTIAS

Vida o muerte

En Córdoba hay 80.000 árboles. Ignoramos si la cifra es adecuada, pero hay calles que en agosto nos recuerdan al desierto del Gobi

Árboles talados en una avenida de Córdoba VALERIO MERINO
Aristóteles Moreno

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Un árbol en Córdoba es una cuestión de vida o muerte . Podemos prescindir de las farolas fernandinas o de la red de alcantarillado, pero un árbol aquí es un órgano vital para resistir el ataque despiadado del estío. El verano en Córdoba es una emergencia nacional, al modo en que los huracanes del Caribe constituyen cada año una amenaza mortal para la integridad de seres humanos y propiedades. Un alcalde (o alcaldesa) con verdadero sentido de Estado debe saberlo. Sin árboles, Córdoba es una parrilla para asar pinchitos morunos.

En Córdoba hay 80.000 árboles. Ignoramos si la cifra es adecuada, insuficiente o mediopensionista. Pero hay calles que en agosto nos recuerdan al desierto del Gobi. Con sus espejismos y sus oasis para repostar dromedarios. ¿Dónde está el desierto del Gobi?, se preguntará usted. Ni idea. Lo importante es que nos viene al pelo para ilustrar el páramo inconmensurable en que se transforma esta ciudad por obra y gracia del termómetro.

Les pondremos un ejemplo. Si usted quiere alcanzar un día de agosto el Centro Comercial El Arcángel desde el Molino de Martos , es probable que acabe ingresado en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Reina Sofía con ventilación asistida. No salga sin cantimplora para aventurarse en una travesía de estas características. No sea insensato. Observará el letrero del Eroski (R.I.P.) a tiro de piedra y echará a andar como si tal cosa sobre un manto de brasas. Es un espejismo. Otro más de las muchas ilusiones ópticas producidas por efecto del calor.

El caso sorprendente es que entre El Arcángel y la Ribera hay un parque supuestamente arbolado. Decimos supuestamente para ser fieles a la verdad de los hechos sin traicionar la verdad de las realidades. Árboles hay. Lo que no hay es sombra. Y un árbol sin sombra en Córdoba es un salmorejo sin tomate. Aguachirri. Es decir.

El del Balcón del Guadalquivir es un caso paradigmático. Fue inaugurado en mayo de 2004 sobre tierra baldía de aquella Córdoba mustia felizmente superada. El espacio fue concebido magistralmente por el arquitecto Juan Navarro Baldeweg. Eso está fuera de toda duda. Pero alguien debió olvidar que los veranos de Córdoba son una bola de fuego y colocó unos arbolitos esmirriados y otras plantas ornamentales. Una canallada que debería estar castigada severamente en el código penal.

Con el paso de los años (y los golpes de calor), se ha ido corrigiendo con cuentagotas el crimen de lesa humanidad. Unos arbustos por aquí, unos setos por allá. Y, con suerte, en el horizonte de veinte o treinta años el parque podrá contar previsiblemente con algo que podría ser tipificado como sombra. Lo de hoy, todavía, no alcanza dicha categoría. Mientras tanto, echen mano de la cantimplora si no quieren terminar en la UCI con ventilación asistida.

En este contexto, hemos sabido esta semana que la tasa de reposición de árboles del último año es un chiste de Gracita Morales. O sea: tenemos 380 individuos vegetales menos de gran porte. En los países desarrollados de nuestro entorno dimiten ministros por asuntos menos graves. Y aquí pasan las décadas y las corporaciones municipales sin resolver una cuestión de Estado que debería figurar en el preámbulo de las ordenanzas con letras de oro o en el himno del Córdoba CF (Dios lo tenga en su gloria).

La sombra es un recurso de primera necesidad en el horno crematorio en que usted y yo vivimos . Como el agua y el aire que respiramos. Dígaselo a su concejal favorito. Por el amor de Lucas Grijander..

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