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violencia de género

Los vecinos del hombre que mató a su pareja en Pozoblanco: «Lo que ha hecho no tiene perdón de Dios»

Los residentes en la calle donde se produjo el asesinato machista: «Es muy triste, una tragedia, una desgracia enorme»

Un hombre acuchilla a una mujer en el camping de Pozoblanco

Una joven, ayer ante la vivienda en la que una joven fue asesinada por su pareja á. carmona
Baltasar López

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Pozoblanco sigue sacudida por el drama de la violencia machista: el martes, un hombre, natural de este municipio y con 39 años de edad, mataba a su pareja (nacida en Villanueva y que tenía 31) y después se suicidaba. Ambos, que estaban separándose, tenían en común tres hijas pequeñas y en 2017 ella había denunciado a su compañero sentimental. Llegó a tener vigilancia policial para protegerla pero su caso quedó inactivo en 2018.

Y este municipio contuvo ayer aún más la respiración, porque pasadas las tres de la tarde la Guardia Civil informó de que investiga como un presunto caso de violencia de género una agresión con un arma blanca sufrida por una mujer en las inmediaciones del camping.

De vuelta al asesinato machista, como en toda tragedia, en ésta también hay una zona cero. Es la calle San Antonio, donde se produjo el crimen mortal. Ayer por la mañana, sobre las diez, en la puerta de la casa donde esta joven perdió la vida había un pequeño altar en su honor, con flores y velas. En una nota, se podía leer: «Siempre en mi recuerdo. Te han puesto las alas. Te vamos a echar de menos. Te llevas un cacho mío. Descansa en paz».

De una de las viviendas cercanas sale Juan Manuel de Gracia, al que lo sucedido le sorprendió de vacaciones en el campo y que confiesa que «esta noche he dormido poco. Le he dado muchas vueltas a la cabeza». «Ellos eran nuestros vecinos, el muchacho fue conmigo a la escuela toda la vida. Sus tres chiquillas se juntan a jugar con los míos», argumenta.

«Lo que ha hecho él no tiene perdón de Dios, porque es quitarle la vida a una persona. La que ha liado es lo más malo del mundo. Esto es una tragedia, totalmente». Rememora que esta pareja llegó a la calle San Antonio hace dos años y vivían en una de las casas, de alquiler, pero estaban «a punto de salir de ella. El martes era su último día».

«Con una escopeta [el crimen pudo ser con una carabina] daba plomillazos en el patio», dice uno de ellos

«Estaban para separarse», añade y a la mente se le viene un episodio que en su momento fue intrascendente y hoy se torna truculento: «Él con una escopeta daba plomillazos en el patio». La Guardia Civil ya ha advertido de que, en las inmediaciones de los cadáveres, sus agentes localizaron una carabina de aire comprimido con la que presuntamente se habrían producido el asesinato y el suicidio.

Juan Manuel esboza un perfil de la pareja: «La mujer era encantadora; él era muy nervioso y llevaba mala vida. Pero no pensaba que fuera un muchacho para llegar al punto de lo que ha sucedido». «Ella trabajaba en el matadero de Covap y él hace año y medio estaba de mecánico de camiones, pero luego estuvo de baja tres o cuatro meses con una brazo escayolado», dice.

Un hombre compra en Pozoblanco ABC, con el asesinato machista en su portada á. carmona

Asegura que él no había escuchado a la pareja protagonizar ni peleas ni discusiones -algo similar señalarán otros vecinos de la calle-. Cierra su casa y desde la acera de enfrente una mujer le llama: «Juan Manuel, ¡esto era tremendo ayer [por el martes]! ¡Qué mala mañana! Todavía tengo escalofríos en el cuerpo».

La que habla es Carmen (prefiere no dar su apellido). Por la puerta de su casa abierta se escapa lo cotidiano (el sabroso olor del pisto que está guisando) y el recuerdo de una pesadilla. «Que pasara esto no me lo podía imaginar», asegura. Tras explicar que ella con la pareja sólo tenía «trato de vecinos, de la calle», expone que «el hombre era amable». Aparcaba ante su puerta y ella le decía: «La salvación del padre son las tres niñas y la madre». Y él «se reía».

Prosigue asegurando que «lo que ha pasado es muy triste. Esto nos afecta mucho». «Esas tres niñas van a salir adelante. La providencia de Dios es grande», dice y luego pone el foco en la menor de las hijas, de tres años y que estaba en la casa cuando se produjo el asesinato machista y que, explica, fue acogida por otros vecinos de la calle hasta que fue entregada a su familia.

Ese matrimonio, que prefiere mantener el anonimato, no tiene muchas ganas de hablar. El marido atiende en su puesto de trabajo y da unos minutos al plumilla antes de volver a la actividad. «Fue una mañana muy larga», cuenta intentando sintetizar el horror de lo vivido. Recuerda que llevaron a la pequeña a su casa y que «tenía un poco de sangre en los pies y le dimos un baño». Luego, sigue, jugaron con ella hasta que la recogieron. «No me podía esperar lo que pasó. Sabía que los dos tenían una situación complicada, por temas de dinero», finaliza, porque educadamente recuerda que debe volver a sus ocupaciones.

De vuelta a la calle San Antonio, Antonio Ramírez, un anciano que vive en una de las casas que pegan con la vivienda donde se produjo el crimen, asegura que nunca escuchó peleas o gritos desde el hogar contiguo. «Me extraña muchísimo. ¿Por qué la ha matado?», se pregunta. De la mujer asesinada, cuenta que era «una persona estupenda, sencilla y de él decían que llevaba mala vida».

El vecino que cuidó a la hija de la pareja que estaba en la casa durante el crimen:«Tenía un poco de sangre en los pies y la bañamos»

Unos portales más abajo otra vecina, que prefiere no dar su nombre, asegura que lo que ha sucedido es «una tragedia, y gorda». «El martes, al entrar a casa me tuve que tomar una tila doble y anoche otra. Esto es imposible», cuenta al periodista.

Ella también asegura que esta pareja, ella «empleada en Covap y él trabajando unas veces en unos sitios y otras en otros», nunca protagonizaron peleas o discusiones que ella escuchara. «Decían que se iban a separar, pero de puertas adentro sólo cada uno sabe lo que hay en su casa. El sábado, la vi a ella. Llegó con su madre y venían a por cajas, porque se iban a mudar. Y me dijo que el domingo vendrían a por más cosas», rememora.

Antonio Ballesteros, residente también en esa calle, se cruza con el plumilla en su paseo con su perro 'Rocky' cuando su última interlocutora cierra la puerta. «Yo no había visto en esa familia ninguna señal. Eran personas educadas que me preguntaban por mi salud, porque estoy un poco fastidiado. Las niñas salían a su puerta a acariciar a mi perro. El otro día, me dijeron que tenían tres gatos», reflexiona, para añadir que «pensaba que estaban bien pero realmente estaban muy mal y lo desconocía. No sabía yo que ese hombre era tan violento». «Esto es una desgracia enorme», afirma.

Imagen de las banderas del Ayuntamiento de Pozoblanco a media asta á. carmona

Este asesinato, como un brutal terremoto, ha tenido una onda expansiva que ha llevado el dolor a todo el municipio. Descender de San Antonio buscando el Ayuntamiento es seguir un camino jalonado de conmoción, pena y rabia. A la altura del Bar Nirvana, un hombre comentaba que, al enterarse, de lo que había sucedido «flipé; me quedé sin aliento; sin palabras. No me lo esperaba». «Yo lo conocía a él. No era mala persona, pero también comentan que era un hombre muy diferente en la calle respecto al que luego era en casa». «Esto es una tragedia, más habiendo dejando a unas niñas huérfanas», aseguraba.

A unos pasos de Nirvana, está Antonio Sánchez, vendedor de la ONCE. Explica que se enteró del asesinato «aquí en el punto de venta». «Nos quedamos todos de piedra. Esto es un pueblo chico. Aquí no suelen pasar cosas así», añade.

«Dolor e impotencia»

El Ayuntamiento ya se atisba al fondo, con sus banderas a media asta en el segundo día de luto oficial por este crimen. Ante las puertas del Consistorio, en la noche del martes, los pozoalbenses, convocados por el gobierno municipal, dejaron patente su repulsa por este asesinato machista. Y la indignación aún es perceptible.

Ante el Ayuntamiento, se encuentra Antonio García. Asegura que siente «pena, dolor e impotencia, porque eso no puede ser». «Si tú estás amargado, vete tú solo. No dejes tres niñas sin padres», sentencia rotundo. Por allí, pasa Judith Gómez, una joven que sostiene que «estoy viviéndolo mal, porque, además, ella era amiga de mi madre. Trabajaron juntas». «No me lo esperaba. Es triste que sigan ocurriendo cosas así», lamenta.

La mañana se va agotando en Pozoblanco pero no se extinguen los reflejos del drama. Un botón de muestra: si el periodista entra en la papelería Ángel López, cercana al Consistorio, se encuentra las portadas de la prensa local teñidas de tinta y luto.

Desde uno de sus mostradores, Conchi López cuenta que ella se enteró el martes, mientras trabajaba en el establecimiento, de lo que había pasado. «Fue el tema de conversación en todos los sitios», recuerda, para luego, sin saberlo, ponerle el punto final al relato del sentir de los pozoalbenses ante la sacudida de la sinrazón machista: «Esto es una tragedia y nos duele».

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