El pueblo granadino de Alfacar ya no es sólo famoso por su pan, sino por ser finalista del Grand Prix
El lunes 4 de septiembre disputa la final contra Aguilar de Campoo tras imponerse a Yepes en una competición que fue seguida por casi un millón de espectadores en TVE
Jesús, el concursante del Grand Prix de Alfacar cuya ocupación en la vida «es beber cerveza»

Alfacar es un pueblo de algo más de cinco mil habitantes, próximo a Granada y famoso por su pan, cuyo secreto es el agua del río Darro, que nace allí. Aunque este verano no sólo está siendo conocido por eso sino por su participación en el renacido programa Grand Prix, la gran apuesta de TVE para las noches de los lunes. El 4 de septiembre disputa la gran final contra Aguilar de Campoo, municipio palentino donde viven algo menos de 7.000 personas.
La decimoquinta edición de Grand Prix, que se ha venido emitiendo durante los meses de julio y agostro y tiene otra vez a Ramón García como maestro de ceremonias, congregó en la segunda semifinal a 1.440.000 espectadores, un 15,9% de los que estaban viendo la televisión, y remontó así una caída que había sufrido en anteriores programas.
Como ya hizo en la semifinal, el Ayuntamiento de Alfacar instalará una pantalla gigante de televisión en la plaza principal del pueblo -donde se ubica la casa consistorial- para que todos los que lo deseen puedan ver la gran final en directo. En juego hay un premio de 10.000 euros.
Esa semifinal enfrentó a Alfacar con Yepes, pueblo toledano de 5.000 habitantes. Los datos sobre la gente que vive en cada pueblo participante no son superfluos, porque las reglas del concurso especifican que deben vivir en ellos no menos de cinco mil personas y no más de diez mil.
El caso es que Alfacar derrotó en la primera ronda, aún en julio, a Colmenarejo (Madrid, algo más de 9.000 habitantes), en una competición que dejó para la historia una frase pronunciada por Jesús, uno de los integrantes del equipo granadino. Le preguntaron a qué se dedicaba y contestó que su ocupación era «beber cerveza».
La semifinal, disputada el lunes 28 de agosto, fue aún más competida y la victoria de Alfacar no se decidió hasta la última prueba, el diccionario. Antes se habían desarrollado otros desafíos: los ki-monos, la guardería, las abejas a lo loco, los hámsteres a la carrera, la patata caliente, el tiro al pingüipato, Alicia en el país de las caidillas, los troncos locos y los bolos. La igualdad fue la tónica dominante en todas ellas.
Ahora que Alfacar se ha metido en la gran final, para la que es previsible que la audiencia sea aún mayor, el pueblo está absolutamente volcado. La lástima es que el pan no es un producto fácil de vender a muchos kilómetros de distancia, por aquello de que se pone duro, porque de lo contrario ahí habría una gran oportunidad de negocio. Se puede congelar, pero los especialistas dicen que pierde cuando se descongela. En cualquier caso, lo cierto es que un programa distendido, de entretenimiento, inofensivo –ahora ya no hay vaquillas- y para toda la familia ha puesto (aún más) en el mapa al pueblo. Y sus vecinos bien que lo agradecen.
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