«Ya solo nos queda un pulmón»: el fuego de Los Guájares deja a cientos de agricultores en la ruina
Con el incendio ya estabilizado, más de 5.000 hectáreas quedan calcinadas y sin un futuro claro sobre su uso
En imágenes: El incendio en Los Guájares devora ya cerca de 5.000 hectáreas

Más de 5.000 hectáreas calcinadas. 53 kilómetros de línea de fuego. Rostros de dolor. Todos conocidos. De un amigo, de un vecino, de un pariente lejano. Eso es lo que se ve por el televisor del Bar Venecia, el único que existe en ... Pinos del Valle, uno de los pueblos protagonistas en la pantalla. Es la sexta jornada de un incendio, el de Los Guájares (Granada), que compete a todos los que allí se encuentran. Tres hombres, agricultores de la zona, que han visto acorraladas y calcinadas sus tierras estos días, y que junto al regente del bar y la camarera, conversan. Sobre el incendio, como no puede ser de otra manera. «Ya da igual, ya se ha quemado todo», le grita ésta última a la tele.
La escena es paradigmática de lo que ha ocurrido a lo largo de ya casi una semana. El incendio comenzó en Los Guájares el jueves. Al mediodía. Cuando parecía controlado, llegada la noche el viento sur, con rachas de hasta 50 kilómetros por hora, comenzó a azotar e hizo que se propagara hasta el municipio colindante de Albuñuelas. El proceso se repetiría durante las cinco madrugadas, cada vez con más virulencia. No fue hasta el lunes cuando el fuego, de nuevo por el viento, abría otro frente, hacia Vélez de Benaudalla y Rules. Esta vez casi incontrolable.
La violencia del incendio obligó entonces a la Junta a activar el nivel 1 del Plan Infoca, que se pone en marcha únicamente cuando las llamas hacen peligrar vidas humanas. Cuando se toma la decisión, al puesto de mando al frente de la estrategia contra el fuego le pilla ya con tres frentes abiertos en la zona. La primera medida, el confinamiento de dos aldeas: Ízbor y Acebuches. El pánico en la madrugada del lunes es latente entre los vecinos. El humo entra en las casas, se hace dueño del cielo. Tanto que llega hasta la capital granadina, donde apenas se pueden abrir las ventanas para dormir.
Pero el fuego está allí. En el Valle, en Los Guájares. Todas estas localidades, quizás menos conocidas que la ciudad de la Alhambra, forman parte de lo que se conoce como Granada Vaciada. Ninguna supera ni de lejos los 1.000 habitantes, pero forman parte de un entorno, el Valle de Lecrín, que es uno de los grandes pulmones verdes de la provincia. El pulmón, pasado una semana de «infierno» es ya un «cementerio», señala uno de los vecinos apoyado en la barra.
Otro de ellos, Juan Vicente, es hijo, nieto y bisnieto de agricultores. «Casi todos mis almendros, los de mi padre, se han quemado. Cuando no se han calcinado, se los ha comido la flama» explica. Su caso es semejante al del regente del bar al que señala: «él lo tiene peor: 3.000 almendros ha perdido. Todo lo que rodeaba su cortijo está quemado». El hostelero no puede hablar siquiera. Contiene la respiración y asiente.
Lluvia
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Su caso se repite, sigue explicando Juan Vicente, en casi todos sus vecinos. «Hemos tenido el fuego delante de nuestras narices. Ya no sé ni por qué seguíamos cuidando los almendros. Supongo que porque los plantó mi abuelo. Pero ya se acabó. Esos almendros no volverán, por mucho que quieran reforestar. Ya no llueve», se lamenta.
Ayer fue la lluvia, cuya falta tanta desesperanza genera a los agricultores de la zona, la que paradójicamente vino a salvar del desastre total a la sierra granadina. Por fin, apareció la borrasca. Tras horas de incertidumbre, las lloviznas y el trabajo incansable de los más de 200 bomberos que trabajaron cada noche en el incendio se pudo dar la vuelta a la situación. Los medios aéreos aprovecharon la humedad del terreno y liquidaron con cada transporte de agua los focos repentinos. Una «evolución favorable», al fin, en palabras de David Rodríguez, director del centro operativo del Infoca, que conseguía desactivar el nivel 1 cuando no hacía ni 24 horas de la medida.
Ahora, el incendio parece estar por fin cerca de controlarse. Pero nada será igual. «Es muy sencillo. Si antes teníamos dos pulmones, ahora tenemos uno. Y así va a ser muy difícil coger aire» resume Juan Vicente.
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