SequÍa en ANDALUCÍA
Casabermeja, cómo vivir 18 horas sin agua del grifo en plena ola de calor
El municipio malagueño afronta las restricciones más drásticas de Andalucía por culpa de la sequía
Los vecinos consumen en torno a 1.200 metros cúbicos diarios, pero los manantiales sólo captan 800
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A Natalia Ojeda le vibra el móvil sobre el mediodía, mientras atiende a los clientes en el bar de la piscina. Cuando los niños abandonan el campamento de verano, esta hostelera coge el teléfono y abre la aplicación del bando móvil del Ayuntamiento de Casabermeja. ... En la pantalla aparece un pequeño texto que reseña la hora del corte de agua. Este pasado miércoles, a las 13.30 horas, se procedió a cerrar la llave de los depósitos. El suministro de agua no llegó a las seis horas en todo el pueblo. Los grifos entonces quedaron secos durante 18 horas en plena ole de calor. «Se cierra cuando a los depósitos le quedan 20 centímetros. Es la línea de seguridad para no quemar la maquinaria ni que cojan aire las tuberías», afirma Antonio Artacho, alcalde de Casabermeja, un municipio de 3.500 habitantes a unos 20 minutos de Málaga capital, que sufre las restricciones más duras por la sequía en Andalucía.
La situación es extrema, pero no nueva. Cada verano, este municipio está acostumbrado a que no llegue agua para abastecer a todos los vecinos. El pueblo tiene una necesidad de 1.200 metros cúbicos diarios, pero las captaciones de agua no proporcionan más de 800 metros cúbicos. El pueblo se nutre de una balsa natural que se seca en verano y de los pozos que tiene compartidos con Colmenar, así como de otra captación en Las Pedrizas. «Necesitamos cada día unos 600 metros cúbicos que tenemos», lamenta el alcalde.
En los últimos años la situación no había sido tan grave. Cuando llegaba el verano faltaba agua, pero los vecinos aseguran que no habían tenido estos cortes tan severos del suministro. «El año pasado no había estos cortes. Hubo por la noche, pero no como ahora. Es que no ha llovido nada. Este año el problema es peor que ningún otro», asevera Isabel Barrientos, quien recuerda cuando se iba a las fuentes a por agua por la sequía.

«Este fin de semana llegamos tarde de la playa y nos tuvimos que duchar con cubos y la goma del depósito en el patio»
Isabel Arcolado
Vecina de Casabermeja
La situación es más dura aún en el campo, donde hay ganaderos que reciben agua cada tres días, y están comprando cubas o sacándola de los pozos del río. «Esos pozos no están integrados en la red de abastecimiento y los dejamos que saquen de ahí para los animales. Sin embargo, son muchos y no les dan tiempo de reponerse, por lo que tienen que comprar agua para los animales», afirma Artacho, quien dice que hay soluciones en marcha para evitar esta situación.
Por un lado, Casabermeja está haciendo una nueva canalización desde un pozo que le aportará agua. Esta tubería se ha previsto que inyecte agua en la red a finales de agosto. Por otro lado, quieren comenzar la explotación del pozo de Sierra de las Cabras, pero tienen problemas entre municipios. Con esas captaciones se conseguirían los 600 metros cúbicos necesarios para evitar los cortes. Mientras todas esas obras llegan, el Ayuntamiento inyecta 100.000 litros diarios a los depósitos con cubas de agua para intentar no acortar esas seis horas de agua corriente que tienen los vecinos.
Y así, la vida transcurre entre mañas para tener agua cuando el grifo se seca. Hasta hace una semana, Lina Gamero tenía que estar llenando garrafas para coger agua durante las seis horas de apertura. «Fue mi marido y compró dos bidones grandes. Ahora no tenemos necesidad. Cuando se acaba en el grifo tiramos de lo almacenado. Nosotros somos cinco en casa y no nos falta agua en todo el día», señala esta vecina, que ha puesto la solución más común en el pueblo.



Las casas de Casabermeja tienen en su mayoría un aljibe o bidones para almacenar mínimo 1.000 litros. Colocados en las azoteas, cada día, hacen de reservorio hídrico para abastecer al domicilio. Según el alcalde, es el Ayuntamiento el que exige tener una de estas infraestructuras para almacenar para dar la licencia de obras, sin un depósito para abastecer no se puede construir. «La sequía la noto por las plantas que hay en la puerta, pero en mi casa con el bidón de mil litros no nos falta agua», señala Pedro Berro.
Es lo mismo que cuenta la mayoría de los vecinos consultados en este municipio. «A mí no me falta el agua. El que tiene bidones tiene agua. Nosotros somos en casa el fin de semana hasta once y no nos falta. Hay que saber organizarse para no depender del agua almacenada», añade Josefa García, quien dice que hay que concienciarse y no derrochar. «No puedes estar una hora en la ducha, tiene que ser algo rápido. Hay que estar concienciado para no desperdiciar el agua», añade esta vecina.
María Fernández tiene dos bidones grandes, pero la presión con la que llega el agua no se los acaba de llenar, así que esta vecina se hace con una pequeña reserva en cubos o garrafas para cocinar o fregar los platos. Sobre la encimera de la cocina tiene dos cuencos en los que mete los platos, los enjabona y los enjuaga. «Este agua después no la tiro, la echo a un cubo para la cisterna. Hay que aprovecharla», señala esta vecina, quien cuenta cómo las lavadoras las pone por la mañana con el agua que entra de la red y que es cuando limpia la casa.

«El agua de fregar los platos la uso luego para la cisterna. Tengo dos bidones, pero el agua no me llega con presión para llenarlos»
María Fernández
Vecina de Casabermeja
Es lo habitual. Las tareas domésticas se hacen durante las seis horas que está el suministro activo. «Luego no hay agua. Este fin de semana nos fuimos a la playa; cuando llegamos por la tarde no nos podíamos duchar, así que lo hicimos en el patio con cubos y con la goma de los depósitos», asegura Isabel Arcolado, en cuyo despacho de pan las vecinas cuentan cómo torean las restricciones. «Mi marido viene de la obra a las cuatro de la tarde y se tiene que duchar. Lo hace en el patio con la goma del depósito de mil litros que tenemos», relata Cristina González.
En los negocios almacenar agua también es la solución. «En la pescadería tengo dos bidones de mil litros y con eso tengo cubiertas las necesidades del negocio. Cuando cortan puedo seguir trabajando sin problema», dice Juan Pardo. Es lo mismo que le pasa a Natalia Ojeda, en cuyo bar tenía un aljibe que no podía usar porque robaron el motor. «Tenía que apilar todos los platos, vasos y la vajilla durante el día y luego por la mañana venía y lo fregaba todo. Ahora ya no. Cuando se corta el agua tengo el aljibe. Este año dije que no abría el bar de la piscina si no me ponían el motor que habían robado», afirma esta hostelera.
El Ayuntamiento, además de los bandos municipales con las restricciones y las prohibiciones de llenados de piscinas, de lavados de coches o de baldeos de terrazas y de calles pide responsabilidad en el consumo. «Hay gente que viene a la piscina a ducharse. El otro día había un búho bebiendo dentro de la piscina, pero a la gente le da igual. Los vestuarios están precintados, pero se cuelan y se tiran una hora duchándose», afirma Natalia Ojeda, quien explica que la solución es cerrar la llave de paso de los vestuarios para que los vecinos se aprovechen del aljibe de la piscina y derrochen el agua almacenada ahí.
Desde el Consistorio se explica que se está haciendo una campaña para concienciar del uso responsable de agua, que será repartida en panfletos por todo el municipio. Mientras tanto, los vecinos sobreviven se lamentan por los que no hacen un uso responsable. Los vecinos se quejan de la cantidad de piscinas ilegales que tiene el pueblo o del uso que se hace para regar pequeños huertos o jardines.
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