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Elecciones Generales

Partido Popular y Ciudadanos miran al sur a falta de un «España Suma» para el 10-N

El pacto andaluz apela a su solidez para superar las terceras elecciones en diez meses de mandato

Juan Marín y Juanma Moreno EP

J.J. Borrero

Con la celebración de elecciones generales el próximo 10 de noviembre el nuevo Gobierno andaluz se habrá expuesto en el plazo de sus primeros diez meses de mandato a las repercusiones de tres procesos electorales. El hecho de que el Ejecutivo andaluz sea el fruto de un pacto de dos formaciones políticas, PP y Cs, que combaten en un terreno ideológico cercano , con el apoyo puntual de una tercera fuerza política con las características de Vox, le hace más vulnerable a las tensiones políticas propia de un periodo electoral. Sobre todo uno como el que se avecina en noviembre, que el vicepresidente Juan Marín ya ha calificado de «tormenta perfecta».

Desde que el pasado enero el Gobierno andaluz tomara posesión, la celebración de las generales de abril y las municipales y europeas de mayo no abrieron la más mínima brecha en la entente que custodian el presidente Juanma Moreno y el vicepresidente Marín. Ni en el PP ni en Ciudadanos hay temor por las repercusiones que puede tener la cita electoral de noviembre en la estabilidad del pacto de Gobierno. Ambos líderes están dispuestos a «encapsular» al Ejecutivo para abstraerse del ruido electoral de sus propios partidos en la pugna por un mismo caladero de votos y que afecte lo menos posible a la acción de gobierno. Se asume que habrá «desacuerdos pactados» para marcar los territorios de cada partido antes y durante la campaña pero poco más. Uno de esos desacuerdos es la posición de cada uno de los líderes andaluces de ambos partidos en relación a la propuesta de Pablo Casado sobre la coalición «España Suma», que Moreno ha apoyado públicamente y Marín descarta en línea con las directrices de las ejecutivas de sus partidos.

El que se trate de una repetición de elecciones motivada por la falta de acuerdo para formar Gobierno añade un punto de incertidumbre a esta campaña, sobre todo por la posición que pueda adoptar Ciudadanos como partido bisagra a la hora de demostrar que será garantía de gobernabilidad antes que un obstáculo. En el PPintuyen que ese aspecto les beneficia. No en vano esperan que el pacto de Cs con el PSOE en el Ayuntamiento de Jaén les permita recuperar ahora el diputado perdido en abril en esa provincia.

El valor del diálogo

Recelos aparte sobre las sorpresas que salgan de la chistera de los equipos electorales, el Gobierno andaluz se plantea las elecciones como una oportunidad de demostrar el valor de su acuerdo. En las sucursales andaluzas de ambos partidos hay sensación de que en ninguna de las dos citas electorales de primavera lograron vender a la opinión publica más allá de Despeñaperros el valor de la marca del «Gobierno del cambio» . Ahora consideran que la estabilidad que ofrece la solidez del pacto, a la que el consejero Rogelio Velasco comparó con un oasis en medio de la inestabilidad de España, será el mejor recurso a mano de los líderes nacionales de PP y Cs en la campaña.

A falta de un acuerdo en la operación «España Suma» y con independencia de que en el plazo de 9 días se alcancen acuerdos puntuales de listas compartidas en algunas circunscripciones para evitar los rigores de la vigente ley electoral, el pacto andaluz –el acuerdo en Madrid fue más intrincado y reciente– es el escaparate más a mano para mostrar de lo qué son capaces de hacer ambos partidos unidos. La palabra unidad será clave en esta campaña. Y para PPy Cs el ejemplo de la negociación que abordaron después de las elecciones de diciembre es la antítesis perfecta de lo ocurrido meses después cuando Pedro Sánchez tenía la encomienda de formar Gobierno.

El presupuesto

Más preocupa en San Telmo los efectos que la obligada cita electoral puede tener en el ejercicio de la acción de Gobierno por la ralentización general de la Administración y las repercusiones económica en esta coyuntura de desaceleración que pronostican los analistas internacionales. En ese sentido preocupa al Gobierno andaluz cómo afectará este tiempo electoral a la elaboración, negociación y aprobación del presupuesto. El consejero de Hacienda, Juan Bravo, se enfrenta a otro «más difícil todavía» para cuadrar las cuentas sin una referencia concreta de los ingresos de las transferencias del Estado y la incertidumbre sobre las condiciones con las que llegarán los 1.350 millones de euros de las entregas a cuenta (IRPF e IVA)del Estado, cuyo desbloqueo se hará en diez días según anunció ayer la ministra Montero. La confrontación será, de nuevo, argumento recurrente para la campaña.

El consejero quiere adelantar la tramitación parlamentaria para evitar que el debate presupuestario coincida con la campaña. Hay temor a la contaminación que puede sufrir ese debate en plena refriega electoral y por ende al bloqueo. El Gobierno andaluz sabe que llegar a noviembre con los presupuestos aprobados es aval de su estabilidad . En la Junta confían en que Vox, no va amenazar esa estabilidad. El acuerdo suscrito con Vox para desbloquear las cuentas de 2019 se hizo extensivo a las de 2020 y una comisión de seguimiento de ese acuerdo se encarga en el Parlamento de que así sea.

La cita electoral demorará no obstante la toma de otras decisiones delicadas que estaban en la agenda de la Junta , como el adelgazamiento prometido de la administración paralela. Un problema en el que el Gobierno andaluz, sirva el símil quirúrgico, ha decidido recurrir a la laparoscopia en vez de a la cirugía abierta.

La dependencia de unos presupuestos del Estado prorrogados hasta bien entrado 2020 amenaza también la ejecución de grandes obras de infraestructura y condicionarán el balance del Gobierno a años vista. Preocupa igualmente que esta nueva parálisis de la Administración central afecte a grandes inversiones previstas en Andalucía sobre todo las que afectan a la industria naval y aeronáutica, como son los contratos de Santa Bárbara y Airbús.

Las listas

Aunque los miembros del Gobierno andaluz intenten abstraerse de la tensión preelectoral, sus partidos no se lo van a poner fácil. En pocos días se reabre la pugna por la confección de las listas. Mañana lunes en Génova el PP lanza su comité electoral sin que se hayan asentado del todo los rescoldos de las luchas intestinas del partido tras la era marianista. Frente al mensaje del partido en Madrid de mantener las listas de abril, Juanma Moreno ha pedido realizar algunos «ajustes» en las candidaturas andaluzas .

La atención se centra en Huelva, donde abrió lista Juan José Cortés, padre de la niña Mari Luz. Su elección generó una crisis interna en el partido y el resultado electoral fue peor que discreto. El nombre de la exministra Fátima Báñez sale de nuevo a la palestra como alternativa alentando la interpretación de que los cambios solicitados por Moreno responden a un nuevo intento del sector sorayista por recuperar el espacio perdido. Los malos resultados del PPen Andalucía en abril, a pesar de la histórico vuelco de poder de diciembre, justificarían los cambios por los que aboga el presidente del PPandaluz. El resultado final será un buen termómetro del estado de las relaciones internas del partido y de la influencia de Andalucía en el nuevo PP de Casado.

Ciudadanos y Vox se preparan solo para ajustes puntuales siempre que no surjan nombres mediáticos que puedan desplazar a los cabezas de lista.

También el 10-N plantea tensiones a los partidos de la izquierda en la oposición. El anuncio de las elecciones ha dividido a Podemos en torno a la posibilidades de comparecer como Adelante Andalucía en vez de Unidas Podemos. IUse opone a la primera opción que defiende Teresa Rodríguez.

En el PSOE,la cita electoral vista desde Andalucía es toda una paradoja. Apesar de la escenificación del retorno a la cordialidad con Sánchez, Susana Díaz sabe que su oportunidad para continuar más allá de 2020 al frente de la secretaría general del PSOE andaluz pasa por un fracaso de las expectativas del presidente en funciones. La limpia de peones que ha hecho en su entono la expresidenta puede pasarle factura en la campaña. Y nadie mejor que Susana Díaz sabe qué consecuencias trae la desmovilización del electorado.

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