Turismo
La industria del souvenir en Andalucía, pujante desde el siglo XVIII, pierde el 90% del negocio por el Covid
Ha ofrecido un amplio catálogo de productos desde camaleones a monedas romanas pasando por abanicos, loza, plata, y por supuesto, la flamenca y el toro
El sector facturaba hasta 2019 más de 500 millones de euros al año y el rey de las ventas era y es el imán de nevera

Al inglés William G. Clark le cayó encima un señor mientras viajaba hacia Andalucía en 1849. Era un joven que iba en el techo del carromato y que se metió dentro del vehículo a las bravas para mendigar un trago de aguardiente. Debía ... de hacer frío en el paso de Despeñaperros, se entiende. Sorprendido, el británico le preguntó por su vida y el joven le explicó que iba a Sevilla, donde se ganaba la vida posando con disfraces de bandolero para los artistas locales que luego se vendían como recuerdo a los extranjeros.
Este capítulo, que Clark recoge en su libro de viajes «Gazpacho o meses de verano en España», una guía sobre las peripecias del británico por el país, lo cita Rocío Plaza Orellana en su obra ‘Recuerdos de viaje. Historia del Souvenir en Andalucía’. El volumen, editado por el Centro de Estudios Andaluces, es un minucioso repaso a la historia del souvenir a lo largo de los años. Porque, descubre la investigadora, lo de llevarse un recuerdo del lugar de vacaciones no es ni moderno ni original. Se remonta varios siglos.
Hoy, esta industria íntimamente relacionada con el turismo, ha sufrido un doble castigo con el Covid . El de todos los sectores que tratan con los viajeros y, además, el de no estar reconocido como tal y perder la oportunidad para muchas de las ayudas que pusieron sobre la mesa las administraciones locales, regionales y nacionales.
Cerrada la movilidad durante meses y meses, la facturación de estas tiendas llegó a caer un 90 por ciento. Y, cuando volvió el turismo nacional, la cosa tampoco mejoró mucho, señalan. Lo resume Javier Otermin, representante de la patronal de las tiendas de recuerdos y souvenirs de Andalucía: «Un malagueño va a Granada a tomarse una cerveza, no a comprar un imán de nevera con la Alhambra» . Sin extranjeros, no hay negocio.
Esperando a los europeos, los asiáticos o los estadounidenses, las tiendas de souvenirs andaluzas ven cómo se acerca el invierno, su temporada baja, y solo han facturado tres meses. Insuficiente para mantener los 4.000 empleos directos que cuentan en sus comercios. De los 527 millones de euros que facturaron en 2019 el año pasado solo hicieron 52 , detalla Otermin.
Andalucía exótica y oriental
Pero para entender el problema de los recuerdos de viajes hay que remontarse al origen. Los primeros souvenirs eran objetos de valor. Nada de imanes de plástico o tazas con un «estuve en Granada y me acordé de ti». Eran cuadros de grandes pintores, piedras y monedas de expolios de yacimientos romanos, capiteles griegos... Los europeos más ricos emprendían lo que entonces se conocía como ‘El grand tour’, un viaje de varios meses por Italia y Grecia donde se admiraba la historia y, si se podía, se compraba una parte. Era de buen gusto volver a los grandes salones de París, Londres o Berlín con un poco de cultura clásica en la cabeza y en la maleta.
Pero, llegado el siglo XVIII, España entró en ese circuito , cuenta la historiadora Rocío Plaza. Y, en el XIX,la fiebre por el país se disparó. Comprensible, en un momento donde lo romántico, lo árabe, lo exótico y lo oriental estaba de moda. Quién quiere el Partenon cuando puede ver la Alhambra, que para los ingleses era como viajar a la India pero por mucho menos dinero. Andalucía era el exotismo a la vuelta de la esquina.
Para el turista, un souvenir era en origen un «objeto valioso que cabía en una maleta» , lo define Plaza. No en Andalucía. Cuando los europeos llegaron al Sur de Europa, aquí el arte y las antigüedades estaban en uso. Las tenían la aristocracia en sus casas o la Iglesia en sus templos. ¿Qué comprar entonces como recuerdo? Lo que se veía en la calle, las fiestas, las tertulias...

Los souvenir en Andalucía siempre fueron objetos cotidianos:barajas de cartas, que los extranjeros bautizaron como españolas y se fabricaban en Málaga, abanicos con los que las señoras se refrescaban en los paseos, mantillas, flores para el pelo, cuchillos que recordaban la figura romántica del bandolero, trajes de flamenca... Y otros más curiosos:a finales del siglo XIXestá documentado cómo los vecinos de algunos yacimientos —Itálica, en Sevilla, por ejemplo— eran lugar de venta de monedas romanas expoliadas. Y también como algunos niños vendían a los turistas camaleones vivos.
En el siglo XIX abrió en Sevilla la fábrica de loza de La Cartuja, a la que se llevaba a los turistas que llegaban a Sevilla y que hoy sigue produciendo vajillas y otros objetos de decoración.
Plaga de cuadros falsos
Este mercado de recuerdos, que ya era una fuente de ingresos estable en el siglo XIX, despertó el interés de los estafadores. Hampones que, disfrazados de historiadores y respetables marchantes, vendían cuadros de grandes maestros andaluces a los extranjeros. Falsos, por supuesto. A tal punto llegó la broma que se llegó a llamar «la gran plaga española» la inundación de imitaciones de Murillo en Europa en esos años.
Con la llegada del siglo XX, las tiendas de recuerdo se profesionalizaron y cada ciudad andaluza era conocida por ciertos productos. Los turistas tenían guías de viaje que les recomendaban dónde comprar y qué ya desde el siglo XVIII y así Sevilla se especializó en abanicos, cerámica de Triana, castañuelas, mantillas, guitarras; Málaga, vino y pasas; Córdoba, joyería de plata y fotografía; Granada, libros y fotografías.
Además, entonces la producción de estos objetos, que primero fue artesanal, pasó a ser industrial. Los objetos que compraban los turistas se iban homogeneizando. Tanto que, en el cambio de siglo, la revista ‘La Dinastía’ de Barcelona se lamentaba de la «flamencomanía» , moda de vender productos relacionados con este arte en toda Andalucía y hasta en toda España como imagen del país.
Los souvenirs y el turismo se movían ya en una especie de escenario artificial. Los turistas ya no compraban las ropas que llevaban los andaluces ni sus adornos. Ya no se usaban en el día a día. Los andaluces se orientaron pronto y, viendo lo que buscaban los extranjeros y les hacía gastar dinero, empezaron a ser parte del espectáculo que generaba el flujo de divisas. «En una ciudad importante como Sevilla tiene el viajero la sospecha de que los vecinos han aceptado el papel de comparsa y un magnífico ballet anunciado en los carteles con el título de ‘Sevilla’», escribía Ortega y Gasset en 1927 en su obra ‘Teoría de Andalucía’. Los sevillanos como actores de su realidad para disfrute de los turistas, un tema que cien años después, sigue de actualidad y una polémica que sigue viva en los colectivos anti masificación del turismo que han crecido en la comunidad.
Las suecas en bikini
Apoyado por el régimen de Franco primero y luego por los gobiernos democráticos, el turismo es una de las grandes industrias de España y de Andalucía. A su vera corre el de los recuerdos, que crece exponencialmente desde los años 60 ó 70. Con la llegada de las suecas en bikini primero y el turismo cultural después, aparecieron también los recuerdos de plástico, las flamencas que decoraron tantas teles en España y en el extranjero, postales con relieves de fantasía...
El tiempo trajo a más turistas a Andalucía — en 2019, antes de la pandemia, la comunidad llegó a recibir 32 millones de viajeros — y esto llenó las tiendas de recuerdos de más productos. Lo cotidiano como souvenir. Igual que en el siglo XVIII los turistas compraban abanicos, en el XXI, se llevan tazas. Si en el XIXse volvían locos con las mantillas o los mantones de Manila, ahora es con los imanes de nevera o los llaveros.

Rafael Rojas, que llegó a tener seis tiendas de souvenirs entre Sevilla y Ronda, ha visto cómo la pandemia le dejaba solo con dos en la ciudad malagueña. Conocedor del sector, señala que nada tiene que ver lo que ahora triunfa en sus comercios con ese relato de franceses e ingleses ricos comprando restos romanos en los pueblos pobres de Italia o Grecia... o en Itálica.
El producto estrella en la Andalucía moderna es, sin duda, el imán de nevera . «Es lo más barato, lo más socorrido cuando no sabes qué regalar», explica. De hecho, en sus tiendas suele tener ofertas de un imán por tres euros y cuatro por diez. «Llega siempre el turistas que te dice que no quiere cuatro, solo tres, pero que se los lleva por si acaso se le ha olvidado comprarle a alguien, que así cumple con el compromiso», indica Rojas.
Coincide Otermín en que el rey del souvenir en Andalucía es el imán de nevera «con la imagen de algo de la ciudad que visita el turista. Los hay también con flamencas, con toros...», detalla este profesional del recuerdo.
Las flamencas y los toros son, desde luego, un clásico de los escaparates de ayer, hoy y... ¿siempre? No está claro. Señalan desde el sector que el toro se vende cada vez menos si se ve que tiene relación con la tauromaquia. Los turistas no entienden la referencia cultural y prefieren el animal sin banderillas o signos similares. «Pero un toro bonito se vende siempre. Y si es un americano el que compra, cuanto más grande, mejor», explica Otermín.
Porque, detallan quienes se dedican a la venta de souvenirs en Andalucía, nada tiene que ver cómo compra un asiático que cómo lo hace un francés. Cada nacionalidad traslada sus peculiaridades cuando se trata de llevarse algo que le recuerde el viaje que les trajo al sur de España.
Los americanos, lo más grande
« Los ingleses compran de todo —detalla Javier Otemin—, pero los americanos compran más que nadie. Siempre se llevan lo más grande y yo he visto en alguna tienda que compran cosas que llevaban años en las estanterías». Los rusos y árabes quieren cosas «que brillen. Se llevan mucha loza y cerámica con filos de oro».
Sin embargo, señalan los comerciantes, los alemanes casi no compran nada . Son frugales y espartanos. Todo lo contrario que los italianos, a quien tanto Otemin como Rojas señalan como grandes consumidores de souvenirs cuando vienen a Andalucía: «compran para ellos, para el hermano, la madre, el primo... Se llevan para toda la familia», indican.

Los asiáticos gastan sobre todo en cosmética y cerámica . Les gusta mucho la de Triana, pero también la granadina, las tallas de madera... Rojas puntualiza que los asiáticos han comprado durante años la típica flamenca que igual aquí está demodé. «Es gracioso porque ves que se han hecho 14.000 kilómetros pero se están comprando una muñeca que se hace al lado de su casa», comenta.
¿Todo está hecho en China ya? ¿No quedan recuerdos andaluces de manufactura local? Sí hay. Hay mucha artesanía, algo por lo que muchos comerciantes apuestan. Recuperar lo tradicional, elevar el nivel de los recuerdos. Porque, cuenta Rojas, han detectado que el turista cada vez compra menos para los demás y más para sí . «Si quieren algo para ellos o su casa, se gastan algo más y prefieren que sea de más calidad».
Pero ahora, por culpa del Covid, hay poca venta, señalan desde el sector. En 18 meses solo han podido vender tres, los que ha estado abierto el turismo internacional antes de que lleguen los meses de invierno, temporada baja para el sector. Y, se quejan, afrontan esta situación sin apenas ayudas de ninguna administración. «Yo tenía derecho a 200.000 euros de ayuda pero no me la dan porque tenía 1.400 euros de pérdida en 2019, no tiene sentido», explica Rojas.
Con un futuro complicado, el sector mira al pasado para reinventarse. Las tiendas de souvenirs quieren volver a enamorar a los viajeros con productos artesanales y de calidad. Seguirán vendiendo llaveros, imanes y vasos de chupitos, sus productos estrellas. Pero quieren recuperar la esencia de esos «objetos valiosos que caben en una maleta » de los que hablaba Plaza.
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