Manolita Chen: mil vidas de la primera mujer transexual de España que fue madre
Pionera también en conseguir un DNI femenino, ha vivido de todo: de zapatera a artista, de Cádiz a Las Vegas. Ahora ha creado una fundación para ayudar a las personas transexuales mayores que están solas

A Manolita Chen de Arcos la atropelló de niña el único coche que había en su pueblo en los años 40 -«de esos con manivela, no corría ni 20 por hora y va y me coge a mí»-; alternó con las folklóricas en ... los escenarios y en los bares - «Lola Flores era una mariquita más» , «Rocío Jurado me quiso dar cinco millones de pesetas pero su cuñada nunca me los mandó»-; conoció la droga muy joven -«ponían las rayas y yo no sabía ni lo que era, le llamaba el peine»-; y actuó con Bibiana Fernández , entonces Anderssen -«ella debería apoyar más al colectivo LGTB»-.
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Manuela ha dormido en la mesa de autopsias del cementerio ; junto a un tuerto; en un hotel de Las Vegas; en la salvaje frontera entre México y Estados Unidos; y en la cárcel . Ha sido zapatera, camarera, cocinera, limpiadora de mejillones, repartidora de periódicos, cantante, artista, hostelera y hasta una vez ejerció la prostitución «por 50 pesetas y un pollo» , recuerda ella, que no reniega de nada de su pasado ni se esconde. Se ríe y detalla: « Hombre, es que la tenía muy chica, muy chica , muy chica, a ver qué hacía yo con ese tío». Lo que hizo fue cobrarle.
También ha sido madre. La primera mujer transexual de España en conseguirlo. Habla de sus hijos con absoluta devoción. Sus fotos están por toda la casa. Ninguno le vive. También fue de las primeras en tener un DNI de mujer, en conseguir el cambio oficial de papeles. Y ahora ha montado una fundación para atender a las personas trans mayores. Ayudará a que pasen sus últimos años cuidados y con amor.
Como todas las historias dignas de contarse, la de Manuela - Manolita Chen, la Bella Helen, Manolita, Manoli ...- necesita empezar por el principio. ¿Cómo llega una niña de Arcos de la Frontera, localidad de Cádiz, a cantar en Las Vegas y codearse con Rocío Jurado o Juanito Navarro?
Pobre y transexual
Ella nació pobre. Mucho. Y con hermanos. Muchos también. «Éramos 14 y mi madre se quedó viuda», cuenta. Eso en plena postguerra en Arcos era una condena al hambre. Murieron cinco de sus hermanos y los mayores iban ayudando a la madre en el bar que tenía en el pueblo. «Según se iba uno a la mili, el siguiente se iba al tabanco» . Hasta que le llegó el turno a Manuela. «A mí entonces me llamaban Manolo, claro. La gente no sabía cosas de transexualidad ni nada. Yo era el mariquita y ya está », rememora.
La Manuela de hoy viste de rojo y huele a perfume y laca. Es coqueta y lista como el hambre. No tiene vergüenza ni miedo. Se levanta la falda de tubo para enseñar las piernas: «Mira qué cachas tengo a mis 80 años» y se palmea el muslo mientras ríe con ganas. Su casa es de espejos dorados, angelotes y vírgenes por todos lados.
La cosa es que Manuela era muy libre. Lo es hoy, que tiene mérito. Más en la Andalucía rural de los años 40, donde movía las manos como quería. «A ver cómo voy a ocultar yo lo mío si movía el culo que era una mujer», cuenta. Y hace una filigrana en el aire con los dedos.

Al final, acabó en el bar de su madre. «Lavaba la madera con ceniza dejaba la barra rubia preciosa . A las botellas les poníamos papel para que pareciera que tenían algo. Todo mentira. Solo teníamos una botella de vino blanco , una de tinto y la de oloroso que era blanco al que echábamos un poco de tinto». Ríe a carcajadas.
Entonces ella no se maquillaba. Si acaso un poco de carboncillo que sacaba del brasero de cisco para un poco de raya en el ojo y poco más. Pero al alcalde, cuenta, no le gustaba. Así que le mandaba a un guardia para que, cada mañana, le pasara un trozo de algodón húmedo por la cara. ¿Había maquillaje? A lavarse. ¿No? Podía salir a la calle.
Cuando llegaban las fiestas de guardar, la cosa empeoraba. La metían en el cuartelillo para quitarla de en medio. Eso, los días buenos. Los malos, tenía que dormir en el cementerio. «Nos metían allí a las mariquitas, éramos dos o tres. Por el día teníamos que encalar los nichos y por la noche dormíamos sobre la mesa de autopsias -cuenta-, el miedo que pasé...»
Paseaba por el pueblo al grito de «maricón» , algún hermano hasta abusó de ella y otro le pegaba, cuenta. Con ese panorama y tras una paliza que la dejó «sangrando como a un Cristo», se marchó corriendo a coger el primer tren que salía de Jerez. Llevaba consigo dos naranjas, un trozo de chocolate, algo de pan y 25 pesetas .
Llorando estaba en el vagón sin conocer dónde iba - no sabía leer, aprendió en la mili - cuando se encontró con unos vecinos de Arcos. Ellos la llevaron a Villanueva y Geltrú. Le dieron de comer -«yo con los disgustos no pierdo el hambre, cómo me puse de chicharrones»- y con ellos se fue.
Un tuerto en la cama
En Cataluña trabajó primero de albañil , pero no era para ella. Buscó colocación como limpiadora. Mucho mejor eso. Allí fue cuando en una pensión, la dueña le dijo que no tenía cama libre. «Me dijo que me ponía en la misma cama que un muchacho que llegaba tarde, no daba ruido y dormía de seguido», cuenta. Premio gordo, pensó ella, que se vio ligando con su compañero de cama. El joven llegó al cuarto, se desnudó a oscuras. Ella se iba emocionando. «No sabes qué piernas tenía...» Antes de meterse en la cama, el chico paró junto a la mesilla de noche y buscó a tientas un vaso de agua. Manuela no perdía detalle cuando, de pronto, se metió un dedo en el ojo... y se lo sacó . «Qué miedo pasé. Yo pedí otra habitación al día siguiente», recuerda.
Para sobrevivir limpió mejillones . También se colocó en el mundo de la prensa, repartiendo hojas de 'La Vanguardia'. Hasta que un día, junto a un bar de ambiente que frecuentaba, vio un cartel. Anunciaba un concurso de transformistas y el ganador podía quedarse cantando en el local todo el año. Eso cambió su vida.

«Te tenías que vestir de mujer con el pantalón por debajo del vestido por si llegaba la policía», recuerda. Ella se compró un vestido lila y una peluca rubia: «Iba guapísima. Canté ‘La morena de la copla’ y gané», rememora. Ahí todo empezó a tomar velocidad. Su vida fue, durante un año, cantar «siempre en directo, que yo nunca he hecho playback» , advierte, digna. Allí la descubrió Paco España, «un transformista que me fichó para su espectáculo». Fue de gira por todo el país.
Pausa curiosa: Lola Flores denunció a Paco España por imitarla y éste tuvo que disolver su compañía. Manuela quedó en el paro. La misma Lola que, años después, pasó noches y noches de juerga con la Chen de Arcos en la Feria de Sevilla . «Yo no sé ni cómo aguantábamos tres días con sus noches sin parar», guiña Manuela.
De cantar con España pasó a hacerlo con Juanito Navarro. Él le enseñó mucho. Bueno y malo. Ahí supo lo que eran los «peines» de droga antes de actuar. Con él recorrió España y parte de Europa. En esos años, cuenta, cobraba 150 pesetas por actuación si solo se desnudaba de cintura hacia arriba . El integral eran 300. Aún no se había operado por completo. Entonces unos artistas jerezanos le propusieron ir con ellos a Estados Unidos un mes a actuar. «Estuve en San Diego, en Los Ángeles, en Las Vegas, en México...», cuenta . Pero todo lo bueno acaba y regresó a España. Con lo que había ido ganando abrió varios restaurantes en su pueblo.
De esta época viene su enfrentamiento con Manolita Chen, la artista circense casada con un chino del que tomó el apellido. Ella no quería llamarse Chen, cuenta que se lo pusieron para vender entradas en sus espectáculos. Quería ser la Bella Helen y al final la otra Chen, la original, la llevó a juicio. No ganó ninguna.
Manuela cuenta ella acabó de operarse en Marruecos: «Me fui a Rabat. Lo que no se hacía en España se hacía allí», lamenta. Al volver a Arcos tuvo un encontronazo que acabó cambiándole otra vez la vida. Ella es muy creyente. Su casa da fe, llena de imágenes religiosas. Siempre que pudo salió, vestida de hombre, con su hermandad en estación de penitencia. Pero tras vivir plenamente como mujer, se lo prohibieron. Le mandaron una carta: «Las mujeres no pueden salir», decía la misiva .
De eso se enteró el entonces presidente de la diputación de Cádiz, Alfonso Perales . «Él venía mucho con su madre a mi restaurante porque yo le gustaba mucho a ella», cuenta. Con esa carta, le dijo Perales, tenía vía libre para conseguir el DNI con su nombre de mujer. Así fue. Manuela fue la primera mujer transexual de España en poder cambiar su documentación.
Adopción y DNI
Gracias a Perales, añade, también consiguió adoptar. Otro hito para las mujeres trans. Ha tenido cinco hijos, todos ellos fallecidos, todos ellos con problemas. Algunos con síndrome de Down, otros con parálisis cerebral. «A mí me daba igual, yo los quería mucho, los cuidaba» explica.
Retirada de los escenarios, se centró en sus bares. Entonces tuvo algún encontronazo con la Justicia, al que ella resta importancia. « Me detuvieron por vender droga y estuve en la cárcel », explica. Pero acusa a su exmarido. «Era él quien vendía, no yo». Su segundo marido, se refiere. Porque ha estado casada dos veces. La primera, en plena dictadura, « por el rito transexual, que es haciendo un corte en la muñeca y juntando la sangre », explica.

Con los años ha pasado de artista a activista. Defiende los derechos de la comunidad LGTB. «Aún hay padres que echan a sus hijos de casa por ser gay o niños a los que les dan palizas», lamenta. Cree que queda mucho por avanzar . No la que ella sufrió, «pero siguen pasando cosas, no se puede bajar la guardia», señala.
En esta nueva faceta suya es donde decidió crear su fundación. Quiere ayudar, sobre todo, a las personas transexuales mayores, que pueden estar solos o que «a lo mejor no están operadas y les da vergüenza que las laven en un asilo, que las hay», explica. Ella recuerda que, estando en la cárcel, ya cuidaba de los enfermos, algo que tomó «como una misión que me mandó Dios». Ha vivido mil vidas pero, si la dejan, parece que tiene pensado vivir otras mil. «Más fuerza que Chernóbil», que decía Lola Flores.
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