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EL ESTRECHO, EN VILO

La recuperación del atún rojo puede devolver la vida a un sector herido de muerte

Ahora se decide si se amplían las cuotas de pesca después de constatar su aumento

Un pescador repasa las artes de pesca en Barbate PACO MARTÍN

ROMUALDO MAESTRE

Si alguien le dice que en aguas del Estrecho de Cádiz hay cochinos de mar probablemente usted no entenderá que estamos hablando de un pescado del que se aprovecha casi el cien por cien y que llegó a pesar, en sus buenos momentos, como un toro de lidia. El atún rojo salvaje. Un producto único y exquisito en el que mediante una de las técnicas de engaño más antiguas, la almadraba —tres mil años—, se pesca y se trata para ser consumido tanto fresco como en conservas de salazón. El atún de almadraba es a Barbate, Zahara, Tarifa, Conil, lo que el cerdo ibérico a Jabugo o Guijuelo, por poner dos ejemplos. Ahora esa comarca, La Janda, una con los índices de paro más altos de España, vive pendiente de cinco letras: el ICCAT. Por sus siglas en inglés, la Comisión internacional para la conservación del atún atlántico, que reunida en Marrakech, Marruecos, hasta el 22 de este mes, debe decidir sobre el futuro de este túnido.

Rumbo a Larache

La decoración de la primera rotonda nada más entrar en Barbate es un barco, la segunda una ancla, y así sucesivamente. Todo en este pueblo gaditano mira y depende del mar. A Miguel Molina, su alcalde por el Partido Andalucista, le pillamos al vuelo. Parte para Larache donde buscará apoyo de sus homólogos municipales magrebíes con el fín de hacer presión en la reunión que le tiene en vilo con las cuotas de pesca. «Nosotros ya hemos pagado el precio de la reconversión naval y las paradas técnicas de la UE, de 300 barcos que había en nuestro puerto en el 99 hemos pasado a 30, aquí vivimos del turismo, que dura cuatro meses y de la pesca; como nos la limiten más nos morimos», apunta el regidor barbateño. «Están sobreprotegiendo a una especie muy voraz en detrimento de otras como los pelágicos, la sardina, el boquerón, el jurel, la caballa; claro que estamos a favor de los controles, pero no uno al año, sino con más regularidad, al menos dos estudios; si rebajan como pedían la cuota de boquerón un 43 por ciento, o la prohibición de pescar sardina, es nuestra muerte definitiva», argumenta el alcalde andalucista.

Subiendo las redes en el puerto barbateño PACO MARTÍN

Desde el Ministerio de Agricultura y Pesca son optimistas con el resultado final de las negociaciones. Dan casi por seguro que de las reuniones saldrá un incremento de las 23.000 toneladas actuales de pesca anuales de atún rojo en todo el mundo, hasta las 36.000 en el horizonte de 2020, una vez que el comité científico de ICCAT ha constatado el buen estado de las existencias del pescado tras nueve años de drásticas reducciones. El quid de la cuestión es cómo se aplicará este incremento del 55%, si de forma igual en cada año (18 por ciento anual) o con medidas más conservadoras, como proponen los distintos grupos conservacionistas que han liderado la protección de la especie.

Una de las personas que más saben de atunes rojos salvajes es la barbateña Marta Crespo, directora gerente de la Organización de Productores Pesqueros de Almadraba (OPPA) . «El atún se ha recuperado, los pescadores no», apunta tajante, y «nosotros fuimos los primeros en dar la voz de alarma cuando el ICCAT se reunió en Sevilla en 2005, de que había que poner límites en las capturas porque advertimos un peligro, no entraban los atunes y cada vez eran más chicos». Crespo avala la técnica de la almadraba con el apoyo que reciben hasta de los ecologistas, «llevamos tres milenios practicándola, es un arte de pesca cien por cien sostenible, desde el 99 pedimos subir el peso mínimo de los diez kilos hasta los 30 actuales », sostiene. El sector está tan concienciado que incluso algunos compradores del pescado, exigen ejemplares en torno a los 70 kilos que han pasado por unas mallas con una luz de un metro. Desde la OPPA también tienen muy claro que después de tanto sacrificio debe venir ya una recompensa, «pero ojo, no nos vale que ahora que hay una gran recuperación mundial volvamos a las andadas , cuando se avistaba desde avionetas los bancos de atunes rojos y una flota de barcos de cerco los atrapaba, eso bajo ningún concepto, aquí todos debemos comer de lo mismo», apunta Crespo. Para ella sería muy positivo volver a las cuotas de 2.006, cuando saltaron las alertas: 6.266 toneladas anuales para España. La Unión Europea supone el 59 por ciento de las capturas del preciado fruto y nuestro país tiene un límite actual de 4.300 toneladas.

Los atunes que pueden nadar a 80 kilómetros por hora, buscan desde el Atlántico las aguas cálidas del Mediterráneo para desovar

Pasan «por amor»

«Los atunes pasan por El Estrecho por amor», señalan los pescadores en el puerto de Barbate y «vienen del derecho y del revés». Traducido a román paladino quiere decir que las grandes migraciones de este pez, que pueden nadar a 80 kilómetros por hora, buscan desde el Atlántico las aguas cálidas del Mediterráneo para desovar. El viaje de entrada, bien engordados y cargados de huevas es el del derecho, y ya desovados y flacos, el del revés. Las almadrabas se colocan de finales de abril a primeros de junio, sin fechas exactas, para cogerlos grasos y grandes con su bolsa oval repleta. Antiguamente parece que se montaban mitad en un sentido y mitad en otro. Crespo cree que esto ya no tiene ningún sentido: «Nuestros atunes que pescamos en las almadrabas son los tatarabuelos del Mediterráneo, han pasado varias veces por aquí —sonríe esta especialista—, tienen hasta 15 años, cuando lo normal es que alcancen la madurez sexual según los biólogos entre los cuatro y los cinco años ; han puestos millones de millones de huevas». Sobre el fraude que se da en el sector, Cordero es contundente, sólo hay una solución, la etiqueta. «En ella viene todo, es su dni, fecha de captura, peso, etc.; un atún no tiene porque ser todo rojo fuerte intenso, hay piezas que con el paso del tiempo cambian a marrón, en todo caso nunca deja mancha en las manos cuando se toca», señala. En ese sentido Andrés Jordán, el gerente de la empresa Gadira, puntera en el tratamiento y transformación del atún de almadraba, habla con conocimiento de causa, «todos nuestros envases, por pequeños que sean llevan una etiqueta y un código QR». En el sector se habla de pistolas que inyectan zumo de remolacha inócuo para convertir el atún blanco, con mucho menos sabor, en rojo.

Cinco modalidades de pesca

La situación de la pesca es tan crítica en Barbate que la cofradía de pescadores estuvo a punto de desaparecer en 2012 cuando no tenían dinero ni para pagar a los once trabajadores de su lonja y de la fábrica de hielo. Alfonso Reyes es su presidente en la actualidad y explica a este periódico que se han perdido cerca de dos mil empleos, «sólo tenemos ahora 456 pescadores registrados». «Aquí hay cinco modalidades de pesca, la de trasmallo o costera, la más artesanal, con barcos de menos de 12 metros; la de cerco, más grandes las embarcaciones, que se dedican a las especies pelágicas, jurel, boquerón, sardina, caballa; la tercera es la del palangre de fondo, que trabajan en aguas de Marruecos y buscan un pez, el sable, que antes tirábamos y ahora es muy cotizado en Japón y Portugal, llegan a pagar hasta cuatro euros kilo los ejemplares grandes ; la de arrastre con red o «la vaca», como se le conoce popularmente en la zona, que busca más en el fondo lenguados, bacaladillas, cigalas, pescadillas y opera más en Huelva y Sanlúcar; y por último la almadraba, en manos privadas», enumera Reyes. «Pues bien, de todas ellas, —continúa el presidente o patrón mayor—, la que más beneficio tiene para los empresarios y menos repercusión deja en el pueblo es esta última, y mire que me llevo bien con ellos y les deseo lo mejor, pero yo también tengo que mirar por los míos». El problema de fondo es que mientras que la industria conservera de pelágicos cae, por preferir el fresco, la de atún sube. Reyes cree que hay múltiples concausas por las que la pesca cada vez está peor. «El cambio climático, la contaminación de las aguas», también influye, «lo que no es de recibo que la culpa sea siempre del pescador», concluye.

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