Un trasplante que marcó época: «Yo sé lo que es estar muriéndote esperando un órgano»
Eva Dech celebra los 25 años de trasplante que le salvó de la muerte; su hígado falló cuando estaba embarazada y fue su bebé quien los mantuvo con vida

Eva Dech es tres meses más joven que su hijo, resucitó dos veces y ha conocido a tres ángeles. Esta mujer acaba de celebrar el 25 aniversario del trasplante de hígado que le salvó la vida. El segundo, porque el primero falló cuando estaba embarazada ... de su hijo Fernando. Su trasplante hepático marcó una época porque cuando pasó por quirófano ni los sanitarios confiaban mucho en este tipo de operaciones.
Veinticinco años después de esa operación Eva, su hijo Fernando y el médico que la operó se reunieron para recordar. Y para celebrar la vida y la generosidad de quienes donan órganos y regalan vida.
Lo más extraordinario de la vida de Eva no fueron los años que vivió con una grave enfermedad hepática. Ni siquiera el embarazo tras un primer trasplante. El detalle más llamativo es cómo su hijo, siendo un feto, le salvó la vida. ¿Cómo? Trasplantada del hígado, su cuerpo rechazó el órgano al quedarse embarazada. Las analíticas iban a peor y Eva cada vez estaba más amarilla. Cuando parecía que su destino estaba sellado, se estabilizó. No iba a mejor pero se alejó el fantasma de la muerte.
El secreto estaba en el feto que crecía dentro de ella. Fernando, con su hígado diminuto, compensó la falta de función hepática de su madre y los mantuvo a los dos con vida hasta que dio a luz. Como un árbol de vida, las raíces de Eva, su hijo Fernando, les salvó de la muerte.
Cuando por fin nació el niño, fue muy prematuro. Eso era un peligro para el bebé, que tuvo que quedarse en la UCI de neonatos. Pero también para la madre, que con el parto perdió el hígado de su niño también. Los análisis empezaron a ser dramáticos.
«El doctor Francisco Trujillo fue el primer ángel que me encontré en mi vida», explica
Pero la historia de Eva empieza mucho antes. Con tres años se muere su madre «de una hepatitis fulminante», recuerda. Ella también estaba mal y buscaron médicos por toda España. Al final la solución estaba a la vuelta de la esquina, en Sevilla. «El doctor Francisco Trujillo fue el primer ángel que me encontré en mi vida», explica. «Nunca me crié como una niña burbuja por mi enfermedad gracias a él», recuerda.
Con el tiempo la situación se agravó. «Pero fue muy lento y fui naturalizando todo. Engordaba por la enfermedad pero yo pensaba que es que comía mucho; estaba muy cansada pero claro, con 20 años y todo el día de arriba a abajo sin parar... pues piensas que es eso», explica. Pero no lo era. Su problema era una hepatitis B que le destrozó el hígado y que la dejó al borde de la muerte. La única solución era un trasplante cuando «la negativa de las familias a donar en Sevilla rondaba el 90 por ciento», recuerda Eva. Ni ella misma creía en los trasplantes.

No era la única. En los últimos 25 años, según datos de la Consejería de Salud y Familias, las donaciones y los trasplantes hepáticos se han duplicado. De 176 a más de 300 que se registraron el año pasado. Cuando peor estaba Eva, apareció en su vida el segundo ángel, el doctor Miguel Ángel Gómez . Discípulo de Trujillo, se vio de pronto con esa chica enfermísima que su profesor quería como a una hija y la responsabilidad de convencerla para que se trasplantase cuando nadie aceptaba esa intervención.
«Era muy emotivo ver a una persona tan joven y tan enferma», explica el doctor Gómez. Eva ríe al recordarle:«El pobre siempre me decía que veía de un congreso de trasplantes. Yo creo que para que fuera haciéndome a la idea».
Con su enfermedad desbocada, completamente amarilla, la urgencia era máxima. Un día todo explotó. Tras la cena acabó en urgencias. Cuarenta días hospitalizada muy muy grave . Y entró en su vida su vida el tercer ángel. «El doctor Gómez llegó un día con un señor muy bajito y con gafas. Me dijo que me iba a tratar», recuerda Eva.
Ese señor «bajito y con gafas» es el doctor Ángel Bernardos, que recuerda a Eva esos días como «una chica muy difícil. Se enfadaba muchísimo porque no quería operarse». Horas de charla y mucha paciencia lograron que aceptase. «Un día me senté en su cama, la miré a los ojos y ahí ya sí me dijo que operábamos», cuenta.
Llega el hígado
Así llegó el primer hígado. En un momento en que nadie apostaba por los trasplantes. Las cifras de Salud lo confirman. Las donaciones, señalan desde Salud, casi se han duplicado desde hace 25 años. De 259 a 430. «Había médicos y enfermeros que desaconsejaban el trasplante, figúrese», recuerda el doctor Bernardos . Era algo experimental y no resultaba raro ver a sanitarios visitar la zona donde se recuperaban los operados para ver si sobrevivían a la intervención. «A fuerza a hacer trasplantes la gente se convenció. Y a fuerza de ver resultados los andaluces se han ido concienciendo», añade.
Recuperada del trasplante, Eva solo pensaba en tener un hijo. Le habían contado que era posible así que se puso a la tarea. Y se quedó embarazada. Al principio todo fue bien. «Era un embarazo del alto riesgo», señala Eva. Pero al cuarto mes empezó a rechazar el hígado trasplantado. Las malas noticias se aceleraron. «Volví a teñirme de amarillo. Las analíticas cada vez eran peores», recuerda.
Ahora el agobio no era solo por su vida sino también por la de su hijo. «Me plantearon una medicación para salvar el hígado pero estaba ya de cinco meses y podía provocar la muerte del niño. Si no lo mataba, me dijeron, con toda seguridad tendría secuelas. Me negué», explica Eva.
Pero «la naturaleza es sabia», indica Eva. De pronto los análisis no empeoraban. La situación, aunque mala, permitía a la madre vivir y al feto también. ¿Cómo? «Mi hijo hizo la función hepática para él y para mí.Ya ves, con un hígado de gramos», señala. El doctor Bernardos recuerda también ese momento:«el niño le salvó la vida a la madre». Su otro médico, el doctor Gómez, coincide en que, sin el bebé que llevaba dentro, hubiera podido morir.
Segundo trasplante
Si es difícil que un trasplante llegue a tiempo, dos es casi milagroso. Pero es lo que le ocurrió a Eva hace ahora 25 años. Tras dar a luz se quedó sin la ayuda de su hijo Fernando para hacer la función hepática. «Me degradé por días», recuerda ella. «Se me muere, se me muere», pensaba el doctor Bernardos.
Pero la generosidad de alguna familia volvió a funcionar. Alguien dijo a sí a la donación. «Mi marido estaba en una escalera del hospital y vio pasar al doctor Bernardos con una neverita de esas de trasplantes. Fíjate si estaba poco esperanzado que le preguntó si tenía faena y le deseó suerte, pero el pobre no pensó que podría ser otro hígado para mí», recuerda Eva.
Ella estaba «que no sabía ni quién era ni dónde, muy muy mal. Me moría». Cuando por fin llegó el ok de los médicos, la situación familiar era tal que así: Eva más cerca de la muerte que de la vida;su hijo Fernando, en la UCI de prematuros; y su marido corriendo de una a otra unidad.
Pero el segundo trasplante sí fue bien. Tanto que Eva acaba de celebrar su 25 cumpleaños de trasplantada, su segundo cumpleaños. Un cuarto de siglo desde que volvió a nacer gracias a una operación solo tres meses después de dar a luz a Fernando. Por eso su hijo bromea con que él es mayor que su madre.

Fernando, fruto del amor de sus padres, pero también de la generosidad de los donantes de hígados que salvaron a su madre, de la profesionalidad de sus médicos, es un chico de 25 años que piensa ahora en qué hacer cuando acabe las asignaturas que le quedan de su doble grado de Psicología y Criminología . La vida de un chico de su edad normal y corriente. Y es así de normal porque alguien donó un órgano. Sin ese sí, su historia no existiría. «Donar órganos es dar vida. Es una cadena, fíjate, porque quien me donó el hígado me dio a mi a vida, pero también a Fernando y si algún día él tiene hijos, también a ellos», explica Eva.
Aunque de pequeño Fernando sentía algo de vergüenza porque Eva contase su historia, ahora lo entiende. «Si vale para que alguien done, merece la pena», asegura. Lo corrobora su madre:«Yo sé lo que es estar muriéndote en una cama de hospital esperando un órgano. Mi marido sabe lo que es estar a los pies de esa cama viendo cómo te mueres. Si que yo cuente mi historia hace que al menos alguien se lo piense, me doy por satisfecha», indica.
Noticias relacionadas
- Una donación registrada en el Hospital Reina Sofía de Córdoba permite realizar cuatro trasplantes de órganos
- «Mi hijo Fernando sigue viviendo en mucha gente gracias a la donación. Está repartido en todos ellos»
- Nuevo hito del doctor Pedro Cavadas: extirpa a un joven un tumor gigante en la cara que le llegaba a la cintura
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete