en el centenario del nacimiento del escultor vasco
«Eduardo Chillida sólo pensó en Sevilla para el 'Monumento a la Tolerancia'»
Su hijo Luis, presidente de la Fundación Chillida, rememora el proceso de creación de la escultura del muelle de la Sal
Recordando a Chillida en su centenario
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El 1 de abril de 1992 se inauguraba en el Muelle de la Sal de Sevilla una gran escultura llamada 'Monumento a la Tolerancia', obra del artista vasco Eduardo Chillida (1924-2002), de quien hoy, día 10 de enero, se cumple el ... centenario de su nacimiento. El solemne acto de inauguración del gran monumento de cinco metros de alto y doce de largo tuvo muchos protagonistas. Entre ellos, acudieron el entonces presidente de Israel, Jaim Herzog; el Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel, así como el propio autor, Eduardo Chillida, y el alcalde de la ciudad en el 92, Alejandro Rojas- Marcos, entre otras autoridades. Durante la inauguración, Chillida dijo: «No es mi intención dar ningún ejemplo a nadie, pero sería perfecto que algún día en Sevilla el pueblo judío, el árabe y el cristiano volvieran a darse la mano. Eso es precisamente la idea que refleja el monumento». Años después, en 1998 en el antiguo pabellón de Marruecos de la Expo 92 de la isla de la Cartuja, se cumplían los deseos del artista con la inauguración de la Fundación Tres Culturas.
La escultura realizada por Chillida ubicada en el Muelle de la Sal, junto al puente de Triana, da la espalda al río y mira a la ciudad, «con dos brazos abiertos, con los que pretende acogerla», explicó el escultor, pero también da la espalda a lo que fuera el castillo de San Jorge, sede del tribunal inquisitorial. El entorno, la pieza, el lugar y la simbología, todo estaba encaminado a crear una gran obra que perdurara en el tiempo, nada se había dejado al azar.
El monumento fue impulsado por la Fundación Amigos de Sefarad, que abonó los 98 millones de pesetas (589.000 euros) que costó la escultura. El proyecto fue iniciado durante el mandato de Luis Uruñuela como alcalde en 1980, y quedó parado varias legislaturas hasta que fue desbloqueado por Jesús Aguirre en su calidad de comisario de la ciudad para la Expo 92.
Pero el proceso de este proyecto que desembocó en que Sevilla tenga a día de hoy la obra más importante de Chillida en nuestra Comunidad Autónoma se había gestado ocho años antes, según recuerda Luis Chillida, hijo del artista, y hoy presidente de la Fundación que lleva su nombre. «Esto comenzó con el impulso de la Fundación Sefarad, y uno de los miembros de esta asociación era James Johnson Sweeney, que durante años fue director del Museo Guggenheim de Nueva York y muy amigo de mi padre. Él le dijo a mi padre sobre el año 83 o así lo que estaban pensando hacer para el año 92 para conmemorar los 500 años del descubrimiento: regalar una obra a la ciudad de Sevilla como conmemoración de lo que había sido Sevilla como crisol de civilizaciones, y también la conmemoración de la expulsión de los judíos. Recuerdo que cuando llamó Sweeny a mi padre, éste le dijo que necesitaba tiempo, y el otro le contestó: «No, Eduardo, no es para ahora, es para dentro de ocho años». Sweeney conocía muy bien a mi padre, sabía que le gustaba meditar mucho sus obras y buscar el sitio..., y mi padre dijo que sí, y empezó a plantear la obra, a buscar sitios. Nunca se pensó en otra ciudad que no fuera Sevilla para este monumento».

Eduardo Chillida inició sus trabajos y preparó una escultura a una escala menor que está hoy en el museo Chillida. «Es del año 1986 -señala el hijo del artista vasco-. Ya entonces tenía la idea del monumento, que es además una de las pocas obras de mi padre que de alguna manera está dando la espalda al agua, está con los brazos abiertos, pero de espaldas al Guadalquivir, y precisamente le daba la espalda al lugar donde habían estado los tribunales de la Inquisición, y por eso el sitio le pareció el lugar adecuado. Yo todo eso lo recuerdo bien. Mi padre le daba mucha importancia en la maduración de un proyecto dónde situarlo, la escala, los materiales, etc.».
Dice Luis Chillida que no se puede comparar con el 'Peine de los vientos' de San Sebastián, «porque yo creo que cada obra al final se adapta al lugar y hay muchas obras que a pesar de ser diferentes, se adaptan a su entorno. La escultura es algo que se relaciona con lo que le rodea. Todos los espacios son diferentes y las obras, también. En estos años he ido varias veces por Sevilla y veo que la gente ha tomado la escultura como algo suyo, es emocionante, y para mí es como ver a un hermano mío en la orilla del Guadalquivir».
Contento con el resultado
Según Luis Chillida, su padre quedó muy contento con el resultado. «Le importaba mucho el significado del concepto que para él era fundamental: la tolerancia. Creía que era algo importante que la humanidad superara la intolerancia, y que la obra nos ayudase a luchar contra este concepto. Hoy día con todo lo que está pasando, no sé cómo estaría. Los conceptos que tratan las obras de mi padre son atemporales, han existido en la antigüedad y siguen existiendo. Pero mi padre creía en el ser humano y en que había que superar todas estas cuestiones y tener siempre esperanza. Él siempre buscó la manera de que el hombre superara estos temas tan fundamentales en la vida porque la libertad de cada uno termina donde empezaba la del otro. Mi padre pensaba siempre de esta forma, en que los unos debían tolerar a los otros. Al final, todos somos hermanos y hay que promover la unión entre todos, la igualdad de los seres humanos, independientemente de las ideas de cada uno».
Para Luis Chillida, el 'Monumento a la Tolerancia' «es la obra más importante que tiene mi padre en Andalucía, sobre todo porque está en un espacio público, en el Muelle de la Sal. Hay piezas en museos y colecciones privadas, pero no como ésta».
Sevilla en aquel año 92 'rebosaba de Chillida', porque además de la inauguración de la gran escultura pública, en la galería Juana de Aizpuru se presentaba por primera vez en nuestra ciudad la exposición 'Esculturas y gravitaciones' con piezas del artista vasco. Recuerda Luis Chillida la amistad de su padre con la galerista Juana de Aizpuru. «Ella promovió mucho la obra de mi padre, así que supongo que de alguna manera ayudó y apoyó esta iniciativa, aunque fue Sefarad quien impulsó el monumento a la Tolerancia y, sobre todo, Sweeney«.
Tras el fallecimiento de Eduardo Chillida, su hijo Luis dice que el papel de su familia es defender y difundir la obra de su padre. «No hay ningún proyecto que pueda realizarse, lo único que quedaría pendiente es el proyecto de Tindaya en Fuerteventura, pero que nunca llegó a prosperar y está parado. La obra de mi padre, como obra que él producía, se acabó con su muerte. Nosotros no somos quiénes para hacer ni reproducir obra suya, él hizo lo que pudo hacer en su vida, y a partir de ahora nuestro compromiso es conservar y poner en valor lo que nos dejó, que es un legado muy importante».
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