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Juan Uslé: «El mercado del arte vive un momento exagerado y destroza muchas carreras»

'De Luz y Sangre' es el título de la exposición que presenta el Premio Nacional de Artes Plásticas en el espacio CICUS de la Hispalense

Pedro Roldán conmueve en el Bellas Artes

Juan Uslé, Premio Nacional de Artes Plásaticas, expone en el espacio CICUS de la Hispalense juan josé ubeda
Marta Carrasco

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Juan Uslé (Santander, 1954) se ha venido a la ciudad que vive el barroco en todos sus poros como es Sevilla, para presentar una exposición que tiene mucho que ver con el exceso Y es que Uslé, para llevar a cabo este proyecto expositivo titulado, 'De Luz y Sangre' recorrió nada menos que más de 4.500 espacios diferentes, entre museos, iglesias, monasterios y ciudades, tomando miles de fotografías. Además, estuvo en el Museo del Prado, la Colección Thyssen, la Academia de Bellas Artes de San Fernando, y visitó ciudades como Granada, Sevilla y Murcia. Durante esos recorridos, el pintor que también tiene en la fotografía una de sus herramientas, fue tomando fotos, apuntes, anotaciones de distintas etapas históricas, que finalmente acababan siempre en el barroco.

Hasta el próximo 25 de enero podrá visitarse en CICUS esta exposición que está comisariada por Mira Bernabeu, donde además de la obra pictórica, se han colgado alrededor de 500 fotos.

Considerado como un 'devoto de la abstracción', Uslé, Premio Nacional de las Artes Plásticas, en palabras de Juan Manuel Bonet, «ha sabido combinar la geometría y el lirismo».

—Ha venido usted a la ciudad indicada para hablar de los excesos del Barroco.

—Lo sé, conozco bien Sevilla. Esta exposición surge de la sala Verónica de Murcia. La sala es una antigua iglesia, y claro aquello me impactó. Ví un espacio potente y luminoso y lo primero que me pregunté (me gustan las iglesias como lugar de reconocimiento), es qué tipo de retablos habría allí. Entonces sentí que debía hacer algo sobre ese imaginario. No podía hacer retablos, pero pensé en hacer polípticos y empecé a visitar iglesias. Ese fue el primer paso, como si fuera un trabajo de campo.

—¿Usted siempre va con su cámara?

—Si, siempre. Hago muchas fotos, en mi estudio en exteriores y he hecho proyectos de fotografía, aunque yo eminentemente soy pintor. Pero mis fotos siempre están vinculadas a lo pictórico, desde el encuadre, al color y la luz. Mi cámara es la prolongación del ojo, pero por otro lado la cámara me protege y me hace disparar constamente y robarle fragmentos a la vida.

—Es como si quisiera que la pintura tuviese un contenido social.

—La verdad es que me formé en los años de convulsión política de finales de los 70, y al ser jóvenes estábamos comprometidos con la idea de que la pintura tenía que servir para algo más que para generar contemplación, belleza..., creíamos que la pintura fuera un instrumento de acción y de diálogo con la calle, que representara la convulsión que se generaba en el último franquismo. Las escuelas de Arte vivían en el siglo XIX y nosotros estábamos ávidos de información y vivir la actualidad.

—¿Había debate entre contemplación y arte como instrumento revolucionario?

—Claro que lo había. Yo creía y sigo creyendo en la pintura como un compromiso total, más allá del político, incluso compromiso con el propio lenguaje pictórico. En aquel momento histórico y coyuntural, sí que lo era.

—¿Esta exposición reúne ambos mundos?

—Esta muestra tuve claro que debía tratar de la pintura como un ejercicio contemporáneo y la pintura como un lenguaje de tradición histórica, y de algún modo referente de nuestra cultura. En las iglesias siempre ha habido mucha pintura. Qué mejor que una imagen para decirle al pueblo lo que hay que hacer. Cuando terminé el proyecto me convencí de que el barroco es fundamental y por haber crecido en un contexto cultural e histórico, la época que mejor nos representa.

—¿Y que conclusión saca de esta casi peregrinación?

—Fui monaguillo de pequeño, pero de adulto renuncié a esas creencias, y esa contradicción es la que me lleva a visitar esas iglesias buscando esa parte de lo que anuncia la iglesia de lo espiritual, la luz, que a mi me interesa mucho en mi trabajo, porque yo respeto mucho la luz, pinto yuxtaponiendo capas de pintura a la imagen pura del lienzo blanco. Mi pintura es una abstracción contaminada.

Una de las obras de la exposición 'De luz y sangre' de Juan Uslé en Cicus abc

—Pero su lenguaje pictórico está claramente vinculado a la abstracción.

—Si, ésa era otra contradicción. Aunque todos los temas que pinto llevan una motivación vinculada a lo real, a mi mismo. Es decir, podía representar los temas que trato de forma abstracta, pero también podría figurativamente. Pero no me gusta ser explícito, Me gusta sugerir, y no decirle demasiado al espectador, que sea el quien lleve la sugerencia que le propongo a su propia configuración, y su propio mundo. Para mí contemplar un cuadro es un ejercicio de diálogo, y es algo complejo, no es seguir un tema de actualidad.

—¿Miramos los cuadros demasiado superficialmente?

—No sólo los cuadros, todo, porque la imagen se ha convertido en un derroche tan grande de posibilidades que de vivimos rodeados de imágenes que se mueven alrededor de nosotros. Es un Times Square permanente. Y ahora con las redes todo es contaminación sin ningún complejo ni moral.

—¿Qué le parece el mercado actual del arte?

—Está en un momento muy peligroso, y exagerado, y creo que destroza muchas carreras. No debía utilizar esta palabra, porque implica velocidad, y el arte no tiene nada que ver con la velocidad. Ahora te meten un producto por los ojos como arte contemporáneo, pero claro se trata de imponer un producto y los medios multiplican el apoyo a determinados artistas. Para mí el arte es un ejercicio más reposado de pensamiento y de disfrute. Se mueven muchas cosas al contemplar una obra si somos capaces de quitarnos prejuicios. Entonces es cuando de verdad comprenderemos el arte.

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