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Eliza Miscior, una pintora que eligió el flamenco para volver a la raíz

La artista del linograbado expone en la Casa de las Sirenas de Sevilla su exposición titulada ‘Los jardines del alma’

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Eliza Miscior ante dos de sus obras de linograbados en la exposición de la Casa de las Sirenas Rocío Ruz

Marta Carrasco

Eliza Miscior (Polonia, 1987) vivió la fascinación del flamenco como otros muchos extranjeros, pero ella lo llevó un paso más allá y desde 2011 vive en Sevilla, ciudad a la que llegó para aprender lo que luego se convirtió en otra de sus profesiones, la de bailaora de flamenco.

Sin embargo, la vida de Eliza Miscior había comenzado por otros derroteros que nunca abandonó pero que ahora han aparecido con más intensidad: las artes plásticas.

Estos días, la artista presenta con el apoyo de la Asociación Cultural Hispano-Polaca ‘Tu Kultura’ en la Casa de las Sirenas una exposición titulada ‘Los jardines del alma’ , una muestra de linograbados que recogen un mundo poético que nos lleva al lenguaje de las plantas y la Naturaleza.

Compuesta por dieciséis obras en caballete y sobre pared, las cartelas de los linograbados llevan cada uno adjunto un poema de autores polacos, una especie de acercamiento entre ambas culturas, tanto en su versión original como en la tradución, construyendo así un hábitat diferente para estos linograbados.

La autora presentó por primera vez sus obras realizadas en técnicas de impresión en su país natal en el año 2007, y posteriormente en 2010 comenzó con estos linograbados que hoy presenta por primera vez en Sevilla. «Es mi primera exposición individual en España. La idea es que, a través de los trabajos que elegí, transportar a los visitantes a un mundo mágico donde el ser humano se entrelaza con la Naturaleza. Todos mis trabajos están relacionados con las plantas y esa relación de los humanos con los sentimientos . Es una narrativa muy simbólica y mágica».

La exposición, además, está acompañada de un ambiente lleno de plantas y sonidos de pájaros y jardines, «quería que hubiera más sensaciones, además de la visuales. Y para cerrar el concepto quise incorporar un poema. Me gusta mucho la poesía polaca y me inspiro con los poemas para una imagen o una obra, como ha ocurrido aquí. Así que decidí recordar la poesía que más me gusta y asignar un poema de autores contemporáneos para cada obra, la mayoría mujeres».

Empezó a pintar muy joven investigando técnicas como óleo y acrílico, «pero en algún momento quería deshacerme del color y elaborar algo mucho más simple. El linogrado es un proceso muy meticuloso, al tener que hacerse primero una plancha de linóleo y se realiza un boceto con unas gubias pequeñas se saca el relieve, y luego al terminar con un rodillo y con tinta se pasa a un papel de algodón a presión. Es muy costoso hacer la plancha, pero es un efecto sorpresa, algo que a mi me gusta. Lo haces, lo ves dibujado y luego es como el efecto de un espejo, y ese sentimiento de no saber cómo va a quedar también me interesa».

Compagina su labor artística con el baile y como profesora y cofundadora de la academia ‘A compás”. «En Polonia el arte se entiende de una manera parecida, con mucha afición, pero hay otra manera de expresar. La forma de expresar es más sutil. Pienso en España y Polonia me viene la imagen del agua y viento como Polonia y fuego y tierra para España. Por eso utilizo el flamenco para volver a la raíz, para conectarme con la tierra» .

Dice que el flamenco la enamoró, «dejé todo lo que tenía en Polonia por el flamenco y he conseguido hacer del flamenco mi profesión, aunque ahora he vuelto a las Bellas Artes, algo que siempre está en mi vida. El flamenco me ha ayudado a ver el mundo de otra manera, y también ha protagonizado algunos de mis trabajos. El flamenco ha cambiado mi forma de estar en la vida, me ha abierto mucho. Soy muy introvertida, pero el flamenco me ha ayudado a sacar lo que yo tenía y también romper el hielo y no tener miedo de otras cosas. Ha sido liberador».

Dice que flamenco y los linograbados van a ir ahora en paralelo, «mi felicidad es hacer arte y bailar. Además, vivir en Sevilla me ha asegurado las cosas que yo hacía. A mí me gusta el barroco, la decoración. En mis primeros paseos por las calles de la ciudad me enamoraban los balcones que tenían el azulejo por debajo. Me enamoraba el ambiente, el arte…, aunque a veces me cansa que haya tanta gente, y como introvertida a veces necesito mi casa sola, pero por lo demás, esta ciudad es fascinante», asegura.

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