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La Galería Birimbao de Sevilla cumple treinta años gracias al coleccionismo privado

Miguel Romero y Mercedes Muros han organizado más de 250 exposiciones con artistas como Lucio Muñoz, Tàpies, José Guerrero y Santiago del Campo

Mercedes Muros y Miguel Romero, de Birimbao Juan Flores

Marta Carrasco

Treinta años son pocos o muchos, depende, pero para celebrar el cumpleaños de una galería en Sevilla son toda una eternidad. Y eso es lo que celebra estos días la Galería Birimbao, treinta años realizando exposiciones.

Mercedes Muros y Miguel Romero son los impulsores y propietarios de esta galería que primero se llamó Ventana Abierta y, luego en 2000, se situó en su actual emplazamiento de la calle Alcázares. En Sevilla parece que galería y matrimonio son palabras que van unidas, tal es el caso de Rafael Ortiz y Rosalía Benítez (Galería Rafael Ortiz), Carolina Alarcón y Julio Criado (Galería Alarcón-Criado), y Mercedes Muros y Miguel Romero (Galería Birimbao), tres galerías que sobreviven porque, como dice Romero, «esto es un negocio o una apuesta familiar».

El treinta aniversario lo celebran con una exposición colectiva rindiendo homenaje a artistas que realizaron con ellos exposiciones individuales y que ya no están. Son quince nombres ilustres: Manuel Angeles Ortiz, Tàpies, José Guerrero, Lucio Muñoz, Mompó, Santiago del Campo, Julio Juste, Ruiz Cortés, Paco Molina, Cloweiller, Juan Casado, Paco Cuadrado, Rolando Campos, Pérez Aguilera y Lolo Pavón.

La idea de poner una galería surgió porque, «nos gustaba el mundo del arte, queríamos conocer a los artistas. Inauguramos con una colectiva de creadores sevillanos, con Lacomba, Rolando, Barragán, Paco Molina, Juan Romero … precisamente Paco Molina nos montó la exposición». Recuerdan que se vendieron algunas obras y que los primeros años no fueron malos.

Miguel Romero dice que han cumplido los objetivos que se habían propuesto. «Queríamos rescatar gente que estaba un poco olvidada y que merecía la pena». A lo largo de estos treinta años han realizado unas doscientas cincuenta exposiciones , «no podemos calcular cuántos artistas han expuesto entre individuales y colectivas».

Ambos reconocen que también han sido descubridores. «A Jesús Palomino le hicimos la primera exposición cuando aún estaba estudiando, igual que a José Miguel Pereñíguez. A Simón Zabell también le hicimos una exposición en sus inicios. Los primeros años rescatamos artistas de otros lugares porque en Sevilla había un bajón, pero luego cuando surgió la generación de artistas tan importante que hay hoy día, y que estaban más cercanos a la pintura, volvimos a los locales».

Para ambos, «el secreto de la supervivencia pasa por no haberlo planteado como un negocio, sino como algo con lo que disfrutamos. No estamos sólo por el amor al arte, claro, aunque nunca hemos vivido de esto del todo».

Tienen fama en el sector de vender mucho. «Sí, es verdad, porque nos hemos dedicado al coleccionismo particular, no al institucional . Y ese ha sido nuestro “secreto”. Ello nos ha permitido tener más regularidad, conocer a las personas y saber lo que quieren. Hemos hecho tertulia con nuestros clientes incluso nos han consultado sobre otras compras. Tenemos clientes fijos desde hace treinta años. Hay quienes pagando una cuota mensual tienen buenísimas colecciones. Aquí la “dita” funciona . Hemos dado muchas facilidades y no hemos tenido nunca problemas». Tienen clientes fieles de treinta años, «algunos tienen colecciones grandísimas de Juan Romero, Peinado o Cristóbal Quintero . Hay clientes que siguen a algunos artistas, y aunque tienen cosas de otra gente, de los artistas que siguen compran siempre». Sin embargo, en estos últimos tiempos ha habido una interrupción, «la crisis provocado un parón porque no ha entrado nuevos coleccionista jovenes».

Han vivido etapas malas como la crisis pasada, « pero nunca hemos pensado en el cierre» y sí, reconocen haber hecho exposiciones en «blanco», es decir, sin vender un solo cuadro. «Nos pasó en la primera que hicimos con Lolo Pavón, pero insistimos. En los primeros diez años hubo dos que no vendimos. Pero nosotros aunque vendamos uno, siempre decimos: hemos salvado la exposición».

No a las Ferias

Volviendo la vista atrás recuerdan a artistas como Lucio Muñoz, «que hizo una exposición con nosotros cuando ya era un consagrado. Se lo propusimos y respondió: os contestaré. Nos dijo que sí, porque le habían hablado bien de nosotros. Era una persona muy sencilla». También recuerdan a Miguel Pérez Aguilera . «Cuando teníamos exposición de él, se venía a la galería y explicaba los cuadros a los visitantes».

Miguel Romero comenta que desde Birimbao se ha trabajado con artistas considerados «difíciles», «que nosotros hemos recuperado para el mercado. El mundo del arte contemporáneo tiene una tendencia endiablada a crear nuevos banderines de enganche y olvidar al que queda detrás, y una de nuestras metas ha sido trabajar con esos artistas que han estado en primera línea y que, por la vorágine del mercado del arte, se han ido escorando».

Nunca han echado de menos Arco, feria en la que no han participado jamás, «porque tal y como está planteado el mercado del arte contemporáneo esta feria va en detrimento de su fomento, aunque pueda parecer paradójico. Lo que hacen es concentrar el mercado y establecer, no sólo un número muy determinado de artistas que pueden acceder a él, sino que además concentran a los clientes. A ello se suma que se tiende a poner precios muy desorbitados, porque intentan sacar mucha plusvalía a muy pocas obras. Es decir, que a ese mercado le interesa un nivel de clientes con gran poder adquisitivo y se dedican a ellos, restringiendo el acceso de otro tipo de coleccionismo. Además, no se hace una labor en los sitios de origen donde se dan a conocer los artistas y los precios tienen otro nivel. Por eso, nosotros no vamos a ferias».

Miguel Romero dice que al arte contemporáneo también le ha perjudicado que lo conviertan en un producto de inversión «y no de disfrute. Nosotros a ningún cliente le vendemos arte como inversión. Si alguien compra y luego sube, pues estupendo».

Aún recuerda Mercedes Muros aquella venta, en pesetas, de los cuadros de Guerrero y Mompó . «Estábamos sorprendidos de vender cuadros de más de tres millones de pesetas». Lo más triste de estos años, es haber visto desaparecer muchas galerías, «mantener esto es heroico», aseguran.

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