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AÑO MURILLO

El otro expolio de Murillo

Vicente Lleó rescata el episodio menos conocido del discreto saqueo que se hizo tras la Guerra de la Independencia

El barón Taylor, que llegó por encargo del rey Luis Felipe a Sevilla para buscar murillos ABC

EVA DÍAZ PÉREZ

Cada uno de los murillos que cuelgan en las salas de pintura española de los museos del mundo podría revelar una azarosa historia desde su salida de la ciudad en la que fueron pintados. En las «biografías» de los cuadros del pintor sevillano se esconden episodios convulsos de saqueos en tiempos de la Guerra de la Independencia .

De hecho, el mariscal Soult tiene la justificada fama de ser el gran expoliador del artista durante su estancia en Sevilla . Sin embargo, a lo largo del siglo XIX existió otro tipo de saqueo «pacífico» , una salida de cuadros de la ciudad que se produjo con tratados de exquisitas formas en salones de visita en casas aristocráticas . Fue la segunda ola del saqueo, una etapa en la que el patrimonio artístico de Sevilla sufrió un expolio disimulado y amparado en la discreción.

El profesor Vicente Lleó descubre este capítulo menos conocido en una de las investigaciones incluidas en el catálogo publicado a raíz de la exposición «Murillo y su estela en Sevilla» , cuyo comisario es Benito Navarrete y que se puede ver en el Centro Santa Clara.

En el artículo «Murillo en la Sevilla del siglo XIX», Lleó explica esta rapiña silenciosa por la crisis económica que afectó a familias propietarias, las guerras civiles carlistas y la desamortización . Entre las familias venidas a menos que habían tenido que vender sus colecciones estaban los condes de Águila, de Peñaflor, de Gerena y los marqueses de Nevares, de Íscar y de la Cerezuela.

Los extranjeros que acuden para comprar pintura española se encuentran así con muchas obras en venta, a pesar de que los lienzos de Murillo habían sufrido un saqueo metódico en la Guerra de la Independencia .

Además de la aristocracia empobrecida, los coleccionistas se encontraron con otra sorpresa inesperada:«Los conventos femeninos fueron después de la francesada los principales suministradores de pinturas, destacando los de Santa María la Real o San Clemente , lo que sugiere que estas instituciones no fueron sometidas a un saqueo tan riguroso como los conventos masculinos», explica Lleó.

El rey Luis Felipe encarga al barón Taylor una misión artística para buscar obras de Murillo en Sevilla

Así se inicia una rapiña con visos casi diplomáticos. El rey Luis Felipe de Orleans en 1835 decide crear una colección dominada por su fascinación por Murillo y que sería el origen de la Galerie Espagnole del Louvre . Con un sentido de empresa de Estado, encarga al barón Isidore Taylor una misión artística para buscar obras de Murillo.

Y aparece un personaje fundamental: Manuel López Cepero , canónigo y más tarde deán de la Catedral . López Cepero había conseguido una colección de 878 pinturas de las cuales 31 eran de Murillo. «Cómo pudo reunir López Cepero esta colección resulta una cuestión intrigante», señala Lleó sobre este canónigo que gozaba de prestigio como experto de arte y que fue el primer director del Museo sevillano junto al canónigo Francisco Pereira en 1835.

«El asunto se convirtió en el proverbial de la zorra cuidando el gallinero. Fueron los dos canónigos de la Catedral, López Cepero y Pereira, seguramente quienes mayores servicios prestaron a los comisarios franceses».

De hecho, ambos canónigos acompañaron a Taylor en sus excursiones «prospectivas». «En marzo de 1836 fueron al Hospital de la Sangre , al monasterio de San Jerónimo de Buenavista , a la Cartuja de Santa María de las Cuevas y, es de suponer, a todos los establecimientos que pudieran suministrar nuevas pinturas para la colección del rey Luis Felipe», añade.

Este saqueo se rigió por normas de cortesía. Taylor tenía estrecha amistad con Federico Madrazo y otros miembros de la «intelligentsia» y contaba con cartas de presentación que le abrieron las puertas de la aristocracia sevillana .

Murillos a precios desorbitados

Taylor visita monumentos y colecciones durante el día y por las tardes acude a cenas sociales en casa de los marqueses de Arco Hermoso o del cónsul británico Williams para allanar la compra de pinturas. Precisamente, entre los ingleses hubo una fiebre similar con coleccionistas privados como sir William Stirling-Maxwell o S. E. Cook.

Richard Ford ya advertía en 1832 que «todo el mundo» se había vuelto loco comprando «murillos» a un precio desorbitado. De hecho, en las aduanas inglesas se quintuplicó la entrada de pinturas españolas entre 1833 y 1838.

El vicecónsul británico en Sevilla y coleccionista Julian Benjamin Williams se convierte también en marchante, una especie de guía para visitantes extranjeros. «Desde Delacroix a Disraeli acudían a su casa de la calle Abades».

La colección más importante en la Sevilla del XIX fue la de Frank Hall Standish , cónsul británico y asiduo cliente de Williams quien se aprovechó de la Desamortización de Mendizábal .

El mercado cambió con la irrupción de las casas de subastas. Ya no era necesario viajar a España para comprar pintura. Así se inician las adquisiciones institucionales dela Dulwich Picture de Londres abierta en 1811, la National Gallery en 1824 o la National Portrait Gallery en 1856. Murillo estaba ya definitivamente lejos de Sevilla.

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