Pintura
Pintoras sevillanas del XIX: de pioneras a contracorriente a olvidadas por la historia
La profesora de la Hispalense Magdalena Illán rescata a más de un centenar de artistas sevillanas y reivindica su muy desconocida obra

La pintura sevillana vivió un cierto periodo de esplendor en el siglo XIX , sobre todo, desde el inicio del Romanticismo, y al que dieron brillo pintores como Antonio María de Esquivel, Manuel Cabral Bejarano, José Jiménez Aranda, José García Ramos ... ... Todos ellos forman parte de un canon decimonónico en el que no se localiza ninguna mujer, a pesar de que en ese siglo hay localizadas, como mínimo, más de un centenar de creadoras , algunas de ellas con obras que poco o nada tiene que envidiar a sus compañeros de caballete pero que siguen siendo muy desconocidas, como mantiene la profesora titular del departamento de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, Magdalena Illán .
El olvido de estas artistas por parte de la historia es algo que trata de contribuir a paliar 'Pintoras en Sevilla en el siglo XIX' , el libro que acaba de publicar esta especialista en la colección Arte Hispalense de la Diputación de Sevilla y que aspira a ser un paso más en la reivindicación de unas obras que, al no serle otorgado valor en su tiempo, no se encuentran en los museos, sino en colecciones privadas y familiares, lo que limita su conocimiento.
En este volumen, Illán muestra el contexto histórico en el que vivieron estas mujeres, las trabas que encontraron para desarrollar su labor, su carácter pionero , los géneros que cultivaron, entre otras cuestiones, además de trazar unos apuntes biográficos sobre más de un centenar de artistas y ofrecer una pequeña selección en imágenes de sus obras.
«Tras su publicación se han puesto en contacto conmigo coleccionistas y descendientes de estas pintoras que tenían obras de ellas, no por considerar que tuvieran valor, sino por ser un recuerdo familiar. Se está despertando la conciencia de que son cuadros de calidad que merece la pena que se expongan», señala Illán, quien confía que en los próximos años se vayan publicando monografías que vayan dando a conocer la obra y la biografía de estas artistas.

Entre ellas, sobresalen los nombres de María Luisa Puiggener , que superó en exposiciones internacionales a paisanos suyos como García Ramos; Antonia Rodríguez Sánchez de Alba , que dejó una profusa producción, en la que destaca su autorretrato, pese a haber fallecido a los 34 años por complicaciones del parto de su sexto hijo; María Teresa Nostench , madre de la escritora Blanca de los Ríos Nostench y una «paisajista estupenda», explica Illán; y Margarita Monjó , quien pudo vivir de su pintura en París, donde se integró plenamente en su vida cultural.
Algunas de estas artistas, como María Pastora Escudero , pudieron ganarse la vida profesionalmente, aunque este caso no con la pintura, sino con la fotografía, logrando ser la primera profesional independiente de Sevilla. Pero la mayoría de ellas desarrolló su vocación en paralelo a sus familias, como la mencionada Rodríguez Sánchez de Alba o Cipriana Álvarez Durán , abuela de Antonio y Manuel Machado , que fue pintora, escritora e investigadora del folklore, pasión que le transmitió a su hijo Manuel Machado Álvarez ‘Demófilo’ .
Junto a ellas hay muchos otros nombres que merecen ser reconocidos, considera esta profesora, por su carácter de pioneras en un campo como el arte que en el siglo XIX estaba completamente vedado a las mujeres en su faceta profesional, hasta el punto de considerarse una «anomalía subversiva» .
Sin acceso a formación
Para empezar, las artistas no tuvieron acceso a la educación reglada en Bellas Artes hasta el último cuarto del siglo XIX.Cierto que las hijas de familias burguesas y aristocráticas tenían posibilidad de recibir clases de maestros como Joaquín Domínguez Bécquer o Cabral Bejarano, pero en ningún momento se incentivó, sino más bien todo lo contrario, que se dedicaran profesionalmente al arte. La mujer, explica Illán, podía ser pintora de afición , ya que nada podía distraerla del papel de madre que le tenía encomendada la moral decimonónica dominante.

«Que una mujer pintara profesionalmente iba en contra de las normas establecidas . A las mujeres de la alta burguesía o de la aristocracia se les enseñaba un poquito de francés, piano y pintura para que tuvieran conversación y pudieran entretener, pero si querían pintar profesionalmente, se intentaba disuadirlas e, incluso, eso se consideraba un trastorno mental», explica.
Además, sus obras fueron juzgadas de forma paternalista, hasta el punto de que muchas de ellas, como Puiggener, optaron por firmar sus cuadros con iniciales para ocultar su condición.
El hecho de ser pintoras también marcaba los géneros a los que se dedicaron. Así, se identificó con las artistas el bodegón, la pintura de flores, el paisaje y el retrato . Por contra, los temas que trataron menos fueron la pintura mitológica, los temas históricos y el desnudo, lo que se debía también a que para desarrollarlos necesitaban de conocimientos técnicos de una formación reglada a la que no tenían acceso.
Con el andar del siglo, al menos, sus obras fueron teniendo mayor difusión, en lo que influyó el renacimiento cultural que vivió la ciudad desde 1848 a 1868 gracias al mecenazgo e influencia de los duques de Montpensier . En aquellos años, la presencia de pintoras en exposiciones fue in crescendo.
Tras la marcha de los duques, el panorama artístico sevillano languideció. Las pintoras presentaron entonces sus obras a certámenes de Madrid o Barcelona, trasladando algunas, incluso, sus residencias a esas ciudades o París, donde podían obtener una mayor valoración de sus obras y dedicarse profesionalmente al arte .
Por todos estos motivos y otros contenidos en el libro, estas pintoras, señala Illán, merecen un papel en la historia porque su labor pionera las hizo « referentes para otras jóvenes con inquietudes artísticas, a las que demostraron que era posible ejercer la profesión y conseguir el respeto de la sociedad, obtener premios, alcanzar reconocimientos e, incluso, lograr la independencia , la personal y la profesional».
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