Crítica de Danza
'Ballet for life', una obra maestra
El Béjart Ballet Lausanne puso en pie al público del teatro de la Maestranza en un largo aplauso inédito desde hace años

Crítica de Danza
'Ballet for life'
- Coreografía Maurice Béjart
- Música Queen / Mozart
- Diseño de vestuario Gianni Versace
- Diseño de iluminación Clément Cayrol
- Béjart Ballet Lausanne Director: Gil Roman
- Teatro de la Maestranza Día: 14 de octubre de 2022
'Ballet for life' del Béjart Ballet Lausanne protagonizó anoche en el teatro de la Maestranza uno de los aplausos más largos y atronadores que se recuerdan en el coliseo de Paseo Colón.
El público, puesto en pie estalló en aplausos tras la representacion de la obra 'Ballet for life' de Maurice Béjart, estrenada en 1997 en París y que el padre de la Danza del Siglo XX creó para rendir homenaje a dos grandes artistas desaparecidos: el bailarín Jorge Donn y el músico Freddie Mercury, ambos fallecidos a causa del Sida a los cuarenta y cinco años.
La obra es estremecedora, sobrecoge, tiene tantísimas imágenes que es muy difícil describir. La conjunción de la música de Queen, directo incluidos, con las partituras de Mozart es de una genialidad pocas veces vista.
La compañía son más de treinta bailarines a los que el director del Ballet, antiguo bailarín de Béjart, Gil Roman, ha impuesto en férrea disciplina el pulcrísimo estilo del maestro, con una técnica impecable y una gran capacidad expresiva, ambas exigencias siempre de Béjart ten sus coreografías.
«Nos dijiste que hiciéramos el amor, no la guerra. Hicimos el amor. ¿Por qué el amor nos hace la guerra?», dice uno de los gritos de esta obra que comienza con los bailarines bajo sudarios blancos tumbados en el suelo del que poco a poco van levantando, usando luego esas sábanas como si fueran velos o telas al aire. Ahí están Jorge Donn, su vitalidad y dramatismo como bailarín, o la vitalidad y sexualidad de Freddie Mercury, cantada en 'Radio ga ga'.
Las escenas se suceden, los bailarines danzan bajo la música de Queen, el maravilloso sólo de guitarra de Brian May, la voz de Mercury..., los bailarines no bailan rock. Béjart ha transformado los movimientos y los ha parado mientras la música sigue atronando con los ritmos de Queen.
El espectáculo pasa del 'I Was Born To Love You' de Queen al 'Cossi fan tutte' de Mozart con una naturalidad pasmosa. Las escenas son incontables. Hay que ser un genio para conseguir tal expresivida de movimientos y el enorme vocabulario de pasos, giros..., que tiene esta coreografía.
Uno de los bailarines coge un micrófono, y se coloca como aquella icónica imagen de Mercury con el puño en alto cantando; en otra, el cantante vestido con una capa de armiño y una corona, y a su lado, otro bailarín con mallas con la bandera del Reino Unido; las mujeres bailan en puntas, o en tacones, al igual que ellos, descalzos o con zapatos, e incluso en tacones ambos, él y ella, como en un bellísimo paso a dos del final de la obra. Aparece un cuadrado blanco. Dentro un bailarín, y se van metiendo, uno tras otro, así hasta dieciséis que siguen moviéndose en el interior. Es diabólico. Otro, vestido de rojo, se mueve delante a lo Mercury. En otra escena, el cuerpo de baile tira hacia el aire a uno de los bailarines ataviado con la bandera inglesa, como hacía Mercury en los conciertos tirándose hacia el público...
Esta obra tiene de todo, amor, pasión, muerte, resurrección y humor, como cuando suena la voz de Groucho Marx y dos fotografías de sus míticas películas, o la escena de los bañistas que además tiene una estética años 20. También tiene tristeza como las camillas blancas que surgen a la escena con un bailarín sobre cada una de ellas, que recorren el tapiz, al que surge un ángel con alas que al final los recoge.
'Bohemian Rhapsody' nos transporta al concierto de Wembley del 86, canta Mercury, se oye de fondo cantar a los miles del público. A estas alturas no desligamos la música del movimiento. Nos hemos sumergido en ambos. Es imposible separarlos.
El vestuario de Versace es de una luminosidad maravillosa. Lo mismo viste a los bailarines con pantalón corto, chaqueta y corbata, que con una mallas semitransparentes, unas gasas pintadas que parecen lienzos, e incluso hace varios trajes que parecen de época y uno de novia y unos zapatos con grandes alzas y su famoso helénico diseño geométrico. Elegante e imaginativo. Obra de otro genio.
El elenco es sensacional. Gil Roman mantiene bien alto el listón impuesto por Béjart, y si bien hay varios solistas destacados en la compañía, el trabajo es coral, porque una obra así, donde hay tantísimas escenas, no se puede hacer de otro modo más que con trabajo en equipo.
Baja una pantalla y un vídeo nos enseña escenas con Jorge Donn, su baile, su rostro maquillado para el teatro, su famoso pelo rubio al aire, sus giros..., es el momento más dramático de la obra.
El 'I Want To Break Free' de Freddie Mercury nos va acercando al final de 'Ballet for life'. Vuelven a usar esos lienzos blancos que parecen velas, o sudarios para regresar a la posición inicial bajo la tela, de la que sólo emergen las caras. El homenaje a terminado.
Si Freddie Mercury aparecía en el vídeo de 'The Show Must Go On' ataviado como si fuera Nijinsky en 'La siesta de un fauno', ahora es su música, esta canción, la que hace saludar a la danza, o mejor dicho a los intérpretes de esta obra de arte. Una gran noche.
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