CRÍTICA DE MÚSICA
Dulce regalo navideño
La Orquesta Barroca de Sevilla brilla con su interpretación del 'Oratorio de Navidad' de Bach en el Teatro de la Maestranza
Unas bodas bien avenidas

Lirica
- Programa: 'Oratorio de Navidad' de J.S. Bach.
- Intérpretes: Isabel Schicketanz, Marie Henriette Reinhold, Patrick Grahl, Thomas Laske. Coro de Niños de Windsbach. Orquesta Barroca de Sevilla.
- Dirección: Ludwig Böhme.
- Lugar: Teatro de la Maestranza.
- Fecha: 14/12/2022.
Era la primera ocasión en la que escuchábamos en directo esta magna obra (bueno, cuatro de sus seis cantatas) con un coro de niños y jóvenes. En nuestro recuerdo siempre estará aquel primero de Harnoncourt en 1982, un hito y una impresión para toda ... la vida (por cierto, disponible en youtube con subtítulos en español). Este coro joven supone un acercamiento más a la forma en que Bach pensó su música, ya que al prohibirse el canto a mujeres, los registros más altos debían ser suplidos por estas voces infantiles y juveniles, con el siempre evidente riesgo de la ductilidad de su afinación, razón por la que hoy suelen ser interpretados por mujeres; sin embargo, el timbre es marcadamente distinto. En general, los chicos mantuvieron un estupendo nivel y compacidad y, si acaso, las articulaciones de los escasos pasajes más melismáticos tendieron a soslayarlas. Resultaba sorprendente, a pesar de su reiterada presencia coral, que algunos de ellos seguían la obra de memoria, y no sólo entre los jóvenes, sino los niños también.
Bach elaboró este 'Oratorio' a partir de obras anteriores profanas, a las que les incorporó el nuevo texto religioso (música paródica), integrando el conjunto de manera que cubrieran desde el nacimiento de Jesús hasta la Epifanía (Adoración de los Magos), y pensadas en principio no para ser oídas de una vez, sino interpretadas una cada día del ese período señalado (la I, el 24 de diciembre de 1734, la II, el 25 y así hasta la VI, el 6 de enero de 1735. Por lo tanto, el que escuchásemos cuatro de ellas es una opción, máxime si se procura conservar el hilo conductor de la historia sin que se rompa, elidiendo sólo la III y la IV.
Se quiso aprovechar parte del decorado de 'Las bodas de Fígaro' seguramente para no recurrir al frío telón de fondo, pero se incurrió en el mismo error acústico que señalamos en la ópera: un gran espacio sin cubrir y el desaprovechamiento máximo del proscenio (se podía haber adelantado todos los grupos más), lo que no afectó a los cantantes, que se mantuvieron en primera fila, pero sí para las cuerdas de la OBS que, sobre todo los violines, quedaron con un sonido lejano, a veces directamente deglutido por la presencia aplastante del coro y la numerosa sección de viento.

Y a diferencia de la heterogeneidad en las calidades vocales de 'Las bodas', sobresalía aquí una alta cualificación en el cuarteto solista. Ya empezaba por la primera en liza, Marie Henriette Reinhold: tras el impacto del subyugante y emblemático coro inicial, los oboes 'd'amore' (Pedro Castro, Jacobo Díaz) se convirtieron en copartícipes de espléndidos momentos, como la introducción de la conocida aria 'Bereite dich, Zion', conduciéndonos hasta ella y comentándola. Hemos de señalar la presencia puntual, pero espléndida, de los oboes 'da caccia' (José Manuel Cuadrado, Valle González), cuya aportación tímbrica coloreó generosamente el resultado global. La mezzosoprano de Leipzig no escondía el conocimiento de la música de su ilustre 'paisano', ofreciendo una interpretación luminosa, con una voz bien colocada, con gran temple, de fraseo y color preciosos, y a la que se le entendía absolutamente todo (aprovechamos para felicitar los imprescindibles sobretítulos en español tanto como que fuesen acompañados de los textos originales en alemán). Y permítasenos aún incluir entre lo destacado otra aria para alto, 'Schließe, mein Herze', donde la triangulación entre el violín de Leo Rossi, el chelo de Mercedes Ruiz y el canto de Reinhold resultó providencial para una interpretación que nos resulta de una concentración e intimidad subyugante, de alegría contenida, como su título: 'Guarda, corazón mío, [este milagro]'. Debemos destacar el dato de que se trata del único número original del Oratorio, es decir, que está compuesto 'ex profeso' y no extraído de ninguna música anterior.
De igual forma, Patrick Grahl encarnó con voz alta y clara al Evangelista, administrando por igual su tono de narrador tanto como el virtuosismo de solista en la hermosa aria 'Frohe Hirten', en la que insta a los pastores a darse prisa, y donde encontramos los beneficios de la sobretitulación, ya que advertíamos que los dos grandes melismas del aria, que el tenor desgranó con meticulosidad, descansan sobre las palabras 'freude' ('alegría') y 'labet' ('deleite'). Mientras, la flauta de Rafael Ruibérriz proporcionó en rápidas notas la parte del júbilo instrumental con la maestría a la que nos tiene acostumbrados.
Es difícil quedarnos con alguno de los momentos del barítono Thomas Laske. Ya desde el comienzo iba cantando para sí todos los coros -lo que puede evidenciar ya de entrada las veces que lo habrá cantado, como coralista. Llama de su poderoso registro precisamente que no sea acartonado, como muchos de sus colegas ahogados en su propia potencia; es más, diríamos que nos resultaba flexible, muy flexible, para cantar y para expresar con celo cada pasaje del texto, y dejar que se le entendiese con total claridad (las voces 'oscuras' tienden a eso, a emborronar el verso).
A pesar de su escasa presencia, la soprano Isabel Schicketanz dejó buen sabor de boca, por un canto cálido, fresco, bien impostado y relajado.
El trío de trompetas naturales, generalmente reservadas para los números extremos (abrir y cerrar las distintas cantatas) supieron hacer frente a las dificultades de los diversos números desde la limitación de su instrumento debido a la falta de pistones. El solista, David Hendry, destacó por lo común en todas sus intervenciones, pero en el coral final salió en el último minuto (ya tenía el director levantada la mano para empezar), y por eso, o porque ya llegaba poco concentrado, y desde luego por la dificultad y brillantez del final, lo cierto en que tropezó una y otra vez en los arabescos que le asigna la partitura.
Desde luego, Böhme tenía claro en qué consistía su misión: desde el comienzo potenció a los solistas, tanto vocales como instrumentales, regulando con tino los equilibrios entre ellos y el coro, aunque echamos en falta un contraste más acusado en distintos números relacionados precisamente con la masa coral: si bien no tienen el abanico expresivo de una 'Pasión', los repetidos momentos de júbilo merecían un entusiasmo mayor. Aun así, el resultado fue vino a coronar una propuesta gozosa.
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