crítica de danza
'Highlands', un exquisito refugio espiritual
La compañía Malpelo abrió la temporada del teatro Central con su última creación

Crítica de Danza
'Highlands'
- Dirección: María Muñoz y Pep Ramís.
- Creación y Danza Pep Ramis, María Muñoz, Federica Porello, Leo Castro, Zoltan Vakulya, Miquel Fiol, Enric Fàbregas, Ona Fusté
- Dirección musical Quiteria Muñoz y Joel Bardolet
- Cuarteto de cuerda Joel Bardolet, violín; Jaume Guri, violín; Masha Titova, viola, y Daniel Claret, cello
- Cuarteto de voces Quiteria Muñoz, soprano; David Sagastume, contratenor; Mario Corberán, tenor, y Giorgio Celenza, bajo.
- Teatro Central Día: 21 de octubre de 2022
'Highlands' es un viaje exquisito. Un recorrido por entre el vertiginoso lenguaje coreográfico tremendamente sofisticado creado por María Muñoz y Pep Ramis, en una obra que con un carácter eminentemente coral, deslumbró al público del teatro Central, que puesto en pie despidió con grandes aplausos el comienzo de esta nueva temporada del coliseo de la Cartuja.
Con esta obra Muñoz y Ramís concluyen el 'Bach Proyect', la tetralogía que han realizado sobre el compositor alemán iniciada hace más de diez años y que ha generado piezas como 'Golberg Varations/Varations' y más recientemente, 'Inventions'. Precisamente 'Highlands' comienza donde terminó la anterior en clara alegoría.
Ocho magníficos bailarines componen el elenco, acompañados de cuatro espléndidos músicos de un cuarteto de cuerda y cuatro buenas voces de diferentes cuerdas: soprano, contratenor, tenor y barítono, que dan una enorme versatilidad a la parte musical.
Un vídeo es el telón de fondo y luego también los laterales en los que se proyectan las imágenes en blanco y negro de un bosque que parece rodear a todos los que están en escena. Los intérpretes son uno, todos buscan algo, atravesar el bosque, ir hacia el otro lado, «dame la mano para pasar al otro lado», dicen y en ése paisaje inhóspito quieren paz.
Surgen los bailarines, músicos y cantantes. Algunos llevan unos tocados como los que lucen los locos en algunas antiguas pinturas, otros van ataviados con capotes de varias capas, ¿recordando a Goya?. Pero el protagonista de esta obra es sin duda Bach, aunque esta vez no está en solitario, lo han querido poner frente Ärvo Part, Händel, György Kurtág y Purcell, pero sigue siendo Bach el que se nos queda en el recuerdo.
Un hombre se desgañita, pide y suplica; una mujer canta subida en una torre; los bailarines se mueven como autómatas en recorridos cortos por el escenario que van cambiando como si fueran mudanzas; la música nunca es estática, entran y salen, se colocan sobre plataformas móviles; al igual que los cantantes, nadie permanece, todo el mundo forma parte de la coreografía, de ese movimiento escénico que hace que la emoción sea más extensa que el propio movimiento.
Se recitan textos de textos que se recitan de John Berger, Erri de Luca, que hablan del amor y del desamor y también de muerte. Pep Ramis lo hace en español, en inglés, incluso en algún momento palabras en italiano.
El paisaje sigue siendo agreste, aparece una carretera nevada que rodea a los intérpretes que parecen que van buscando cobijo entre ellos. Una de ellas baila con mascarilla, seguramente porque de esta forma fue creada esta obra, con la mascarilla puesta.
En el vídeo de fondo aparece un caballo blanco y recordamos algunas frases del poema del principio de la pieza. 'Los caballos brillantes han huido de los campos.... / No digo que no podamos creer en algo'. Hay una especie de catársis final, brutal, con la música, la danza, la expresión, las voces..., hasta que parece que han encontrado la paz y los dieciséis intérpretes se reúnen en torno alrededor de un círculo mágico de convivencia.
Una obra absolutamente necesaria en estos tiempos de incertidumbre, donde el universo musical rico y diverso nos hace transportarnos a otros registros, acompañada de una riquísima y excepcional coreografía que a veces frágil a veces ruda, nos incita desde la butaca a no perder ni un momento de vista la escena, porque es la emoción lo que subyace tras todo ese trabajo, y cuando la emoción atraviesa la cuarta pared, es que se ha logrado.
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