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El viaje inédito de Bécquer a la Semana Santa y los toros en Sevilla
José María Jurado García-Posada descubre seis cartas anónimas con rasgos estilísticos que recuerdan al poeta y que aparecieron en el periódico El Contemporáneo. Estas se reproducen en el libro 'Bécquer 1862. Un paseo literario por Sevilla' (Athenaica)
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Un joven Gustavo Adolfo Bécquer abandonó Sevilla en 1854 con destino a Madrid en busca de la gloria literaria que tanto anhelaba y desde entonces no ha habido pruebas materiales que certificaran que el poeta hubiera regresado a su ciudad natal en vida. Sin ... embargo, una intensa investigación que ha llevado a cabo el escritor José María Jurado García-Posada podría confirmar que el autor de 'El monte de las ánimas' pudo estar en la capital hispalense durante la primavera de 1862. Eso ha sido posible gracias al hallazgo de seis cartas anónimas que aparecieron publicadas dicho año en el periódico El Contemporáneo, donde este colaboraba, y que reflejan crónicas de la Semana Santa y de dos corridas de toros de la feria en una prosa que desde el punto de vista estilístico recuerda mucho a algunos textos célebres de Bécquer. Todo eso y mucho más se cuenta en el libro 'Bécquer 1862. Un paseo literario por Sevilla' (Athenaica Ediciones).
Dice José María Jurado que la génesis de este ensayo se originó por pura casualidad cuando estaba consultando la biografía que Carlos Martín Ballester hizo sobre Tomás Pavón en 2019. «Allí se hablaba del palo flamenco de la debla y aparecía transcrito un recorte de El Contemporáneo correspondiente al 30 de abril de 1862 localizado por Rodríguez Peña Fuerte y que en realidad es la quinta carta anónima publicada por este diario. En ese texto se hablaba de unos cantes hechos por 'El Tillo'. Pero esa T era una errata y ese 'Tillo' no es otro que 'El Fillo', el cantaor gitano Francisco Ortega Vargas. Esa misma errata la había encontrado en el artículo 'La Feria de Sevilla', que Bécquer publicó en 1869». Este colaborador de ABC de Sevilla añade que «localicé el texto en la hemeroteca digital y vi que esa carta tenía otras precedentes. Me di cuenta de que eran seis cartas. En la primera se reproducían algunas frases muy parecidas a 'La venta de los gatos', obra que es del mismo año y que también publicó El Contemporáneo».
Lo interesante de estas cartas, que se reproducen íntegramente en el libro, es que amplían algunos de los temas que Bécquer apenas esbozó en sus textos sobre la capital hispalense, como la descripción de las procesiones de Semana Santa, la fiesta de los toros o el flamenco. En ese sentido, son testimonios que tienen un alto valor periodístico porque «nos permiten conocer a pie de calle y en primera persona esta Sevilla que hemos dado en llamar becqueriana», apunta este ensayista.
José María Jurado imagina a Bécquer llegando a la estación de Córdoba en la mañana del Domingo de Ramos. La primera de esas misivas anónimas fue enviada el Lunes Santo, 14 de abril de 1862, y apareció publicada el 17 de abril en la 'Correspondencia particular' de El Contemporáneo. Hay que tener en cuenta que la Semana Santa había sido revitalizada en esa época gracias a la llamada 'Corte chica' de los duques de Montpensier, María Luisa y Antonio de Orleans. Ese esplendor llegaba después de la crisis que vivió en la primera mitad del siglo XIX, época en la que llegaron a prohibirse los desfiles procesionales entre 1820 y 1825.
De hecho, en la carta III se puede encontrar un testimonio del Viernes Santo que habla sobre la importancia que tenía entonces la hermandad de Montserrat, que estaba siendo apoyada por los duques: «La fama de esta procesión y la curiosidad que despierta, hicieron que el viernes fuera mayor que de ordinario la afluencia de gentes a las calles por donde pasa, de tal manera, que no se podía literalmente dar un paso por ellas. Sus altezas reales los serenísimos señores duques de Montpensier, se dirigieron con sus augustas hijas a las casas consistoriales».
En la carta I se refleja muy bien las bullas: «Hubo gran animación y concurrencia en las calles del tránsito, mayormente en la de la Sierpe, cuyos balcones y aceras estaban ocupadas por las más bellas y elegantes damas de la capital y de su comarca, lo cual hacía que estuviesen en penitencia, sufriendo las más atroces apreturas, los individuos del sexo feo que allí habían acudido en crecidísimo número a contemplar 'tanta maravilla'».
Según José María Jurado García-Posada, «este libro intenta dar, a través de las cartas, una nueva visión de Sevilla. No conocemos una crónica en directo a pie de calle contada por un sevillano sobre la Semana Santa. En estas cartas se reflejan los pasos alegóricos, las cofradías saliendo de la iglesia de San Miguel, se habla del 'Miserere' de Eslava y de las bullas. Estos textos son cálidos y reivindican la belleza y la unción religiosa de las hermandades».

También las misivas son importantes en lo que se refiere al flamenco, ya que en ellas aparece la denominación más antigua que se tiene del término cante jondo. A este respecto, Jurado señala que «la imagen del cante jondo había aparecido en un escrito de Bécquer, 'La Feria de Sevilla', de 1869, pero estas cartas son de 1862. Además, se habla de una juerga flamenca con una capacidad lírica grande. En las cartas se habla de cómo eran los cantes jondos, además de una forma profunda.
Bécquer y los toros
Por otra parte, las cartas «terminan por aclarar el tema de Bécquer y los toros», apunta el autor de este libro. En El Contemporáneo los redactores se repartían a suerte quién iba a hacer las crónicas taurinas «porque les daba pereza. A ellos les gustaba detenerse no tanto en aspectos técnicos como en asuntos como la belleza femenina, algo que se ve en las cartas», asegura Jurado. También hay que tener en cuenta que este diario madrileño era un periódico taurino, pues su director, José Luis Albareda, era hijo de José María Albareda, ganadero y dueño de la vacada que dio origen a la ganadería Miura. «En 1862 un toro de Miura mata en Madrid a Pepete y comienza el legendario prestigio de Miura. Pepete era tío abuelo de Manolete», dice Jurado.
En 1862 la cuestión de los toros fue por primera vez al Parlamento, pues el Madrid más progresista estaba en contra de que un hombre se juegue la vida. El Contemporáneo, de talante conservador, defiende los toros. «Es imposible pensar que Bécquer no defendiera la fiesta taurina. En sus textos canónicos se muestra sensible con aspectos como los caballos de picar. Años después, cuando él dirige 'La ilustración de Madrid', invita a Albareda para que defienda la fiesta de los toros. Creo que el poeta era muy conocedor del tema y estaba muy interesado».
En el libro se describe que Bécquer pudo haber asistido a las dos corridas celebradas durante la Feria de abril en la plaza de toros: la del día 20, Domingo de Resurrección, y la del 21, Martes de Feria. Si hubiera prolongado su estancia hasta los primeros días de mayo, habría asistido probablemente a la corrida del 4 de mayo, celebrada en beneficio de la asociación de señoras y donde toreó Curro Cúchares.
En las dos corridas de feria los diestros, todos sevillanos, fueron Manuel Domínguez 'Desperdicios' y Antonio Sánchez 'El Tato', acompañados por José Giráldez 'Jaqueta', como medio espada. En el primer festejo, el del Domingo de Resurrección, se produjo un grave altercado de orden público que pudo haber tenido consecuencias muy negativas porque la empresa vendió más boletos que el aforo permitido (la plaza amplió sus tendidos posteriormente). Así lo relata el cronista en la carta IV: «La plaza, que es sin duda la mayor de España, estaba tan llena de gente que para llegar a mi asiento después de muchas e infructuosas tentativas, tuve que impetrar el auxilio de la autoridad, viniendo el señor alcalde en persona a colocarnos en nuestro sitio (...)». En palabras de José María Jurado, «la atención procurada por la autoridad señala al cronista como persona principal y bien relacionada». El alcalde de Sevilla en esa época era Juan José García de Vinuesa.

Frente a otras hipótesis que sitúan a Bécquer en Sevilla en 1861, según algunos biógrafos, y en 1863, en opinión de testimonios familiares, hay un último dato interesante que podría ubicarlo en su ciudad natal en la primavera de 1862. La penúltima de las cartas concluye con la relación de la velada ofrecida por los duques de Montpensier en el Palacio de San Telmo a las fuerzas vivas de la ciudad la noche del 21 de abril de 1862, como fin de las fiestas de primavera. El periódico local La Andalucía daba el día 23 el listado de los asistentes y entre ellos figuraba el apellido 'Becker' —escrito así— junto al de otros escritores y personalidades de la época. Podría tratarse de Joaquín Domínguez Bécquer, tío de Gustavo Adolfo y pintor de cámara de los duques o de Valeriano, hermano del poeta. El misterio seguirá de momento abierto.
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