Novela
Antonio Soler: «Los periódicos españoles de los años 50 parecían estar escritos a medias con Walt Disney»
El autor firmó con 'Sacramento' una de las novelas de 2021 en la que relata la historia real de un sacerdote que creó una secta en la Málaga de los años 50

No había otra opción. Antonio Soler (Málaga, 1956) estaba llamado a escribir la historia del sacerdote Hipólito Lucena , de quien oyó hablar por primera vez al poeta Rafael Pérez Estrada a mediados de los años ochenta, cuando el malagueño comenzaba a ... buscar una voz literaria que sorprendería a la mayoría con ‘Las bailarinas muertas’ (1996) -Premio Herralde-, se confirmaría con la también premiada, esta vez con el Nadal, ‘El camino de los ingleses’ (2004) y alcanzaría hace menos de un lustro otro cenit creativo con ‘Sur’ (2018), una de las novelas esenciales escritas en Andalucía de la narrativa española reciente, distinguida aquel año con el galardón de la Crítica.
En ‘Sacramento’ (Galaxia Gutenberg), Antonio Soler convierte en novela la biografía de este sacerdote que montó una secta de fieles mujeres , de todas las clases sociales y conocida en la Málaga en los años 50 como las ‘hipolitinas’ , a las que manipulaba en el confesionario para mantener relaciones sexuales en el altar de la iglesia de la Merced revestidas de misticismo.
Un oscuro episodio ocultado por la dictadura franquista y silenciado por intervención directa del Vaticano , que juzgó al sacerdote y lo envió preso durante dos décadas a un convento austríaco, y que es el punto de partida de una de las mejores novelas andaluzas de 2021.
Como explica al principio del libro, la historia de este sacerdote le persigue desde los años 80...
Eso es, al principio no me interesó mucho el asunto. Me parecía que era una cuestión puramente periodística que era muy interesante sacar a la luz, pero que en aquel tiempo, en el que estaba buscando mi camino y mi voz, no me sedujo como escritor. Pero desde entonces me siguieron llegando por azar nuevas noticias de este sacerdote. El detonante, al final, fue dar con una persona —Pilar Oriente— que tenía una documentación gráfica de él que era algo completamente desconocido. Además, por haber tenido toda esa información durante tantos años, la historia llegó a formar parte de mi bagaje literario y no me tenía que desviar de mi camino para contar la historia de Hipólito Lucena, que estaba emparentado con la fuente de la que saco el material para escribir. Así, me interesaba ahondar en un personaje con unos contrastes grandes y profundos, que, por un lado, era una persona comprometida con su religión y bondadosa, con un espíritu cívico muy alto, y, al mismo tiempo, manipulando y abusando de su poder en el confesionario. Dos caras de una misma moneda, y a mí me interesaba el material con el que estaba forjada.
«Hipólito Lucena es un personaje de profundos contrastes, una persona bondadosa y que, al mismo tiempo, abusa de su poder»
Leyendo su novela parece que este sacerdote no es un simple abusador...
Esa es la cuestión y si lo es, no es un abusador cualquiera y habitual. No es alguien que mantiene una relación sexual manipulando a la víctima, sino que esas relaciones las reviste de toda una teoría y de un misticismo que lo emparenta con los herejes del pasado y que atenta contra la esencia de la Iglesia. Es una hereje de los que en tiempos pasados fueron a la hoguera con la Inquisición y ese es el motivo por el que la Iglesia actúa de forma tan tajante y que lo distingue de un abusador normal.
Porque ‘Sacramento’ no es una novela contra la Iglesia, sino sobre la personalidad de este sacerdote.
Quizás por eso no escribí la historia en los años 80, cuando se me planteaba el asunto como una denuncia de la Iglesia. Eso no me interesaba como escritor y me parecía muy plano. Había algo más interesante desde el punto de vista psicológico y también en el comportamiento de Hipólito Lucena, estuviera convencido o no de su teoría. Él es el líder de una secta y la estructura que crea es de un líder nato, que manipula y hace un lavado de cerebro a sus fieles, que lo van a seguir a pies juntillas, en contra de todas las enseñanzas que han recibido y más allá de la muerte. Cuando vuelve de la cárcel-convento veinte años después, algunas de sus fieles lo están esperando y lo atienden hasta su muerte como si fuera un santo.
«Como escritor me interesa ir donde hay carne literaria que me sirva para innovar dentro de mi mundo»
¿El desarrollo de esta secta sólo puede explicarse por el clima de autoridad y silencio del franquismo?
El silencio es fundamental en esta historia, el que hay en esa época en todos los órdenes y sentidos. Y también el que luego se mantiene, porque cuando la Iglesia actúa lo hace en silencio, perfectamente amparada por el régimen. El silencio, sin embargo, no pudo ser absoluto, porque hay una verdad oficial, pero se desatan los rumores. A pesar de ello, si uno acude a las hemerotecas, en la prensa de los años 50 hay una gran manipulación, las noticias parecen escritas a medias por redactores de periódicos y Walt Disney. Se inventan noticias. Las ‘fake news’ no son un invento de ahora, sólo hay que mirar un periódico español de los años 50, con noticias sobre un hombre que ha donado 50 litros de sangre, multitud de platillos volantes y con historias como la de los 70.000 perros que se habían vuelto locos en Estados Unidos por la influencia del jazz. Hay un caldo de cultivo para que lo que hacía Hipólito Lucena tuviera cobertura.
Al tratarse de un personaje real, habrá podido ficcionar la vida de este sacerdote, pero no inventar.
Ese era uno de los problemas de la novela y por eso me costó bastante ver el tono y el modo en que podía contar la historia. Lo que más me importaba era ver qué sentido y qué forma literaria podía dar a todo esto. Por ello, dividí el libro en tres partes: la primera para poner al lector en antecedentes de la historia que iba a contar y el proceso de investigación: la segunda, el mundo en que se desarrolla esta historia; y la tercera y fundamental, la historia de Hipólito en la que tenía que ficcionar sobre unos hechos determinados. Podría comparar su escritura a la de aquellos pasatiempos que había en los periódicos donde había que unir con líneas una serie de puntos para formar un dibujo. En esta historia los puntos reales para el dibujo estaban ahí pero había partes ciegas en las que había que trazar líneas. Por eso este libro es una novela, porque la mirada y el pulso son los de un novelista.
No es la primera vez que se acerca a la no-ficción, ¿Le interesa este terreno como escritor?
A mí la ficción y la no-ficción me interesan si son buenas, como todo. ‘A sangre fría’, por ejemplo, me parece magnífica y magistral, y lo mismo me puede parecer una obra de ficción absoluta, siempre que tenga nivel y altura literaria. Con ‘Apóstoles y asesinos’ había entrado en ese terreno de la no-ficción. A mí lo que me interesa como escritor es ir donde hay carne literaria que me sirva para investigar e innovar dentro de mi mundo y no repetir esquemas que previamente conozco, porque me aburriría enormemente. Si tiene sentido seguir escribiendo después de tantas décadas es por seguir encontrando nuevas vías.
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