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Novedad editorial

Juan Carlos Palma: «Porfiria Sanchiz tenía esa fiereza por saltar a la pantalla y zarandear al espectador»

El libro «Porfiria Sanchiz. La tigresa escondida en la almohada. Secundarios en el teatro y el cine español (1930-1975)» (Shangrila ediciones) rescata del olvido a la gran actriz sanluqueña

Porfiria Sanchiz, en la película «Stress-es tres-tres», de Carlos Saura ABC

Andrés González-Barba

Porfiria Sanchiz fue una de las grandes actrices españolas del siglo XX aunque haya sido injustamente tratada por el paso del tiempo. Nacida en Sanlúcar de Barrameda, esta intérprete realizó una destacada carrera tanto en el cine como en el teatro, amén de sus incursiones en la televisión. Aparte de trabajar en la compañía de Margarita Xirgu y de tener un amplio repertorio teatral, colaboró con directores de la talla Florián Rey , Rafael Gil , Pedro Olea o Carlos Saura , entre otros. Recientemente, el escritor y periodista sanluqueño Juan Carlos Palma ha hecho justicia a esta dama de las escena española con la publicación de su libro «Porfiria Sanchiz. La tigresa escondida en la almohada. Secundarios en el teatro y el cine español (1930-1975)» ( Shangrila ediciones ), un completo estudio profusamente documentado e ilustrado.

¿Cómo surgió la idea de recuperar la figura de una actriz tan desconocida como Porfiria Sanchiz?

La idea se remonta a muchos años atrás. Todavía no había publicado mi primer libro, «Sopa de cine» . Estaba entonces consultando documentos, publicidad, correspondencia, actas capitulares... en el Archivo Municipal de Sanlúcar de Barrameda con intención de sacar a la luz la historia del cinematógrafo en mi ciudad natal, a raíz del centenario de la llegada del cine a España, cuando me topé con el programa de mano de una película titulada «Santa Rogelia» que decía «protagonizada por nuestra paisana Porfiria Sanchiz» . Mi sorpresa fue mayúscula. Ni la conocía ni podía imaginar que tuviéramos una actriz que, por lo menos en la fecha del estreno del filme -1940-, fuera lo suficientemente importante como para ser anunciada de ese modo. Acudí entonces a la bibliografía cinematográfica y localicé una ficha en la que se glosaba su trayectoria en teatro y cine. Y ya no pude parar. Empecé escribiendo un artículo pero vi que su currículum era demasiado importante y merecía un estudio más detallado.

Como actriz debutó con Margarita Xirgu. ¿Por qué abandonó su compañía cuando estaba en un claro momento de despegue?

Buena pregunta. Para mí ese fue uno de los momentos clave en su carrera para dar un paso más y subir de estatus. Tenemos que considerar que ella entró en la compañía de Xirgu y Enrique Borrás como meritoria, compaginando sus actuaciones -intervino en cinco montajes, quizá el más famoso la adaptación de «La calle», de Elmer Rice- con sus estudios en el Conservatorio. De hecho, algunas monografías canónicas de la famosa actriz, como la de Antonina Rodrigo , ni siquiera la citan entre los integrantes de la formación. Debemos suponer que en esa época, recién proclamada la Segunda Republica, la competencia entre compañías teatrales era intensa y el trasiego de artistas de una a otra estaba a la orden del día, sobre todo si estabas empezando y una buena oferta te podía hacer concebir más posibilidades de despuntar. La prueba es que desde su debut en 1930 hasta el inicio de la Guerra Civil Porfiria pasa por seis compañías diferentes . Pero, por otra parte, es cierto que su salida de la compañía de la Xirgu le impide vivir sus mayores logros, como las adaptaciones de García Lorca o su exitosa gira por Sudamérica . Será su primera mala decisión o revés de la fortuna, una circunstancia que se repetirá varias veces en su trayectoria y la marcará de forma ineludible.

Era una actriz de gran repertorio teatral, ya que abordó la obra de autores tan variados como Lope de Vega, Shakespeare, Sófocles, Molière, Eduardo Marquina, Alfonso Paso, Noel Coward, etc. ¿Cuál cree que fue la causa para que no terminara de hacerse mucho más popular encima de los escenarios?

Podríamos hablar de dos razones que están relacionadas estrechamente: la fuerte competencia a la que me he referido y la fisonomía tan peculiar de Porfiria que, si bien en sus inicios, se destacó en la prensa como una belleza singular «de ojos cleopatrescos», con el paso de los años fue adquiriendo rasgos, digamos, menos risueños que no respondían a los cánones de belleza habituales. La aproximaban más a una actriz de carácter y no encajaba en el perfil de las primeras damas de las compañías . Esta evolución se puede observar perfectamente en su trayectoria en el Teatro Español, donde consigue su mayor reconocimiento y estabilidad sobre las tablas -nueve años y 39 montajes, ahí es nada-. Allí empieza como primera actriz, pero enseguida la relevan del puesto Mercedes Prendes primero, y luego Blanca de Silos y Aurora Bautista . Se confirma como una excelente actriz de reparto, un valor seguro que casi siempre recibe muy buenas críticas. Ese bagaje le permitirá ya en los años cincuenta protagonizar selectas obras del teatro más moderno para formaciones de cámara y ensayo. Sin embargo, se retira de los escenarios con 53 años, cuando todavía podía haber dado mucho más de sí en los teatros o en ese contenedor de actores y actrices veteranos que fue Estudio 1 en televisión. Es otra de esas decisiones cuando menos chocantes de su carrera.

Juan Carlos Palma, con el libro ABC

En el mundo del cine también trabajó con una brillante nómina de directores como Florián Rey, Carlos Saura, Pedro Olea, Rafael Gil… ¿La Guerra Civil fue un factor decisivo para que su carrera cinematográfica no tuviera una mayor relevancia?

Para mí sin duda es otro de esos momentos clave que pudieron marcar su trayectoria. En un espacio de menos de dos años Porfiria interviene en seis películas y presta su voz a un cortometraje. En algunas de ellas, como las dos producciones de Filmófono - «Don Quintín el amargao» y «La hija de Juan Simón» -, con papeles muy destacados. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil provoca no solo que se corte abruptamente esa meteórica ascensión sino que varios de esos filmes se estrenen tarde y mal. Estoy convencido de que d e no mediar el conflicto bélico lo más natural es que Porfiria hubiera seguido trabajando sin parar y seguramente con algún que otro papel protagonista . Sin embargo, no procesa nada bien la coyuntura. Salvo la citada «Santa Rogelia», no participa en ninguna otra película y se integra en la compañía cómica de Gaspar Campos que, sin duda, estaba en un registro muy inferior al de sus posibilidades.

Aludiendo al título de la última obra de Jardiel Poncela, «Los tigres escondidos en la alcoba», en la que ella participó, ¿podría definirse su interpretación teatral como cien por cien visceral?

No solo la teatral sino también la cinematográfica. Porfiria era un verdadero animal de la escena y la pantalla , sin que ello signifique un desmelenamiento absoluto -que también lo hay como en «Fedra»- sino saber estar en su sitio y acaparar toda la atención del espectador a veces con matices muy sutiles como su soberbia actuación en «El escándalo» . Recuerdo que, en los inicios de mi investigación, la referencia de la obra de Jardiel Poncela me llegó como «Los tigres escondidos en la almohada». Me gustó el error -apenas la he visto citada así en un par de fuentes-, decidí dejarlo y utilizarlo como subtítulo del libro aludiendo a esa visceralidad de la actriz, esa fiereza por saltar a la pantalla -en los escenarios me he tenido que dejar llevar por la crítica de la época, ya que no he localizado ninguna grabación- y zarandear al espectador de su posible somnolencia. Su presencia, aunque fuera en un papel pequeño, casi siempre se dejaba sentir.

Declive de la carrera

Después de la guerra, su carrera vivió un declive en beneficio de jóvenes artistas. ¿Por qué sucedió esto si nunca dejó de trabajar?

Es lo que comentaba antes. A Porfiria no le sentó bien la madurez o quizá sería más acertado decir que le llegó demasiado pronto . Me imagino a los directores, tanto teatrales como cinematográficos, mirándola y preguntándose: «¿qué papel le doy a esta señora? Sé que es muy buena pero no tiene carisma ni físico para ser la protagonista». Por otro lado, según las pocas declaraciones que he podido conseguir de personas que la conocieron, era poco sociable -se dejaba ver muy poco en público y no se le conoció ninguna relación sentimental- y no demasiado agradable en el trato. Ese carácter difícil se traspasó a sus papeles, sobre todo a raíz de su pérfido personaje de Gregoria en «El escándalo» y se fue acentuando con el paso de los años asignándole roles malvados, ambiguos o directamente siniestros, hasta el punto de definirse a sí misma en una entrevista como «la Boris Karloff del cine español» .

¿Es injusto decir que Porfiria Sanchiz se quedó como una secundaria de lujo?

Más que injusto, es una realidad. Cuando Pedro Olea busca una actriz para incorporar a La Vigaira en «El bosque del lobo» se acuerda de Porfiria, «una actriz eminente» y que «no estaba nada aprovechada por el cine», según sus propias palabras. Otros representantes de ese Nuevo Cine Español como Carlos Saura o Roberto Bodegas hacen lo propio con ella y otras actrices veteranas, dándoles pequeños papeles como recordatorio del trato injusto de la industria y reivindicación de su señoría ante la cámara. Salvando las distancias temporales y geográficas, esa actitud nos podría recordar a lo que hizo Tarantino con algunas viejas glorias del cine americano.

Su libro está muy documentado. ¿Cómo fue ese proceso de investigación entre archivos, filmotecas, etc.?

Bastante laborioso como te podrás imaginar, porque si ya es complicado rastrear la biografía de algún personaje conocido, más lo es todavía cuando se trata de los secundarios. La búsqueda en bibliografía o hemerotecas digitales tiene que ser muy precisa y, sobre todo, paciente, ya que lo más normal es no encontrar nada, y cualquier mínima alusión o referencia te puede abrir nuevos caminos de investigación, como me ocurrió con el hallazgo de nuevas películas y obras teatrales, y sobre todo, con la aparición de su hermana Maruja, también actriz y una miss muy celebrada en los últimos años de la República. Son esos descubrimientos los que te van llenando de satisfacción y te animan a seguir, como localizar su verdadera fecha de nacimiento, su primera aparición teatral muy jovencita en el Ateneo de La Laguna, ver su inscripción en el Conservatorio... Aunque la búsqueda ha tenido varios parones debido a cuestiones laborales o de mera logística, cuando te metes de lleno en ella no deja de ser apasionante y se convierte casi en una obsesión. Mis estancias en Madrid viendo algunas de sus películas más difíciles de encontrar en la Filmoteca Española -donde ahora en julio presento el libro- o buscando datos en el INAEM las recuerdo con mucho cariño.

¿Piensa que este libro puede servir para rescatar definitivamente a Porfiria Sanchiz del Olvido?

A mí me gustaría que así fuera, por lo menos que quien no haya oído hablar de ella pueda tener un conocimiento más preciso de su trayectoria, y que eso le lleve a ver sus películas. Al mismo tiempo, creo que su figura podría ser un símbolo bastante representativo de tantas y tantas figuras de la escena y la pantalla que recalaron por diversas circunstancias durante décadas en el cajón de los secundarios -de ahí el subtítulo del libro- y de los que no sabemos el nombre, pero seguro que les ponemos cara. Alguien me comentó en una de las presentaciones del libro que a veces en nuestra memoria visual de algunas películas recordamos más a algunos secundarios que a los protagonistas . Me parece que hay mucha verdad en eso. En el largo listado de personalidades que se citan en el libro yo añadiría también la reivindicación de los críticos cinematográficos y teatrales, los escenógrafos, escritores, dramaturgos y tantas otras figuras que aquí por lo menos tienen su momento de gloria.

¿En qué otros proyectos estás metido?

Estoy poniendo los cimientos de una novela ambientada precisamente en los tiempos de la Segunda República, un hervidero cultural que me apasiona y encuentro muy literario. También ultimo un libro de aforismos, un género que es todo un reto para un escritor al obligarte a ser muy sintético. Pero lo más próximo es la publicación de la historia del cinematógrafo en Sanlúcar de Barrameda que debe ver la luz antes de finales de año, otro libro al que he dedicado muchos años de investigación y que recupera la memoria de varias generaciones de cinéfilos. Como la utilización simbólica de Porfiria con los secundarios, mi pretensión con esta obra ha sido que la historia del cine en una ciudad pueda ser un reflejo a pequeña escala de la llegada y evolución del cine en nuestro país.

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