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Novedad editorial

Manuel Aparicio: «Estoy seguro de que los grandes relatos los edifican las mujeres»

El escritor sevillano debuta con «El retratista de los niños muertos» (Alfar)

Manuel Aparicio ha debutado con una novela muy sólida ABC

Andrés González-Barba

Manuel Aparicio (Sevilla, 1964) es un gestor hospitalario que acaba de debutar con su primera novela, «El retratista de los niños muertos» (Alfar), donde centra su atención en el barrio chabolista de Villalatas, al que llegó su bisabuela en los años previos a la Exposición Iberoamericana de 1929.

La novela está teniendo muy buena acogida entre el público y la crítica, ¿por qué crees que esto está sucediendo?

Creo que es porque están resaltando los dos planos que son esenciales para una novela: el espíritu y el cuerpo . Sobre el espíritu, comentan que es una historia con alma tan transparente, que es difícil discernir entre la ficción y la realidad. En cuanto al cuerpo, destacan la belleza y la elegancia de su narrativa.

En el eje de la historia está Villalatas. ¿Cuéntame sobre la historia de ese barrio y por qué es tan importante en la novela?

Deseaba escribir un relato bajo la más pura tradición del realismo mágico , por lo que necesitaba un Comala o un Macondo , un espacio desconectado del mundo real y ajeno a sus reglas, y lo encontré en Villalatas . A aquel lugar llegó mi bisabuela en los tiempos de las grandes obras de la Exposición Iberoamericana de 1929, cuando las autoridades primorriveristas ya habían decidido esconder el cinturón de miseria que rodeaba Sevilla a los futuros visitantes de la exposición. Aquella decisión supuso que más de treinta asentamientos fueran derribados y sus pobladores enviados a los terrenos de Amate. Después, mi abuela y mi madre nacerían allí, en el poblado chabolista más grande de Europa, en una cuadrícula gigantesca de calles de terrizo sin nombre.

En la historia no es relevante sólo lo que se cuenta, sino sobre todo cómo se cuentan los hechos. Hay muchos saltos temporales. ¿Por qué planteaste una estructura así?

Una estructura no lineal me permitía balancear la novela para mecer los recuerdos, adelantar sucesos y posponer secretos de familia. El narrador va desgajando la trama manteniendo la secuencia temporal con que su abuela la había contado. Nuestros mayores no relatan historias lineales , sino que revelan a su antojo pasajes de su vida, a veces cotidianos y en algunas ocasiones sorprendentes. La historia comienza con el Barranco del Lobo , porque para la abuela aquel suceso trascendía sus fronteras conocidas y por lo tanto digno de ser mencionado en primer lugar, los sucesos que va desvelando después «son cosas de familia, igual que en cualquier casa de Villalatas», dirá de ellos sin ser consciente de su carga épica. Pero incluso esa trama familiar, la irá desvelando con los tiempos de la madurez de su nieto. Los últimos secretos, los que más conciernen a los dos, serán transmitidos cuando ella cree que su nieto los comprenderá.

Villalatas es el escenario donde se ambienta la novela ABC

Sevilla está presente en la novela todo el tiempo pero en un segundo plano, ¿por qué?

Coincidieron dos motivos; uno como estrategia de autor y el otro como necesidad del relato. Como estrategia quería huir del tópico local y dar a la novela una mayor dimensión. Como necesidad narrativa tenía la obligación de ser fiel a la memoria del retratista, Gonzalo Salazar, presentando «la ciudad que no se nombra» .

Che y Davinia son mujeres que tienen un gran peso en la historia. ¿Por qué esa importancia de los personajes femeninos?

La carga de la vida en Villalatas la llevaban las mujeres. Ellas mantenían aquellos hogares de tablas de madera y techos de latón. Eran mujeres de luto constante, mujeres fuertes con historias amargas. ¿Cómo no iba a ser femenina esta historia? Hoy, estoy seguro que los grandes relatos, como los que narra Josefa, los edifican las mujeres . En la novela hay dos protagonistas principales, Che y Davinia o Davinia y Che, da igual el orden, lo importante es que quedarán perpetuas en la memoria porque son mujeres tan adelantadas a su época que son abanderadas hoy en día. A ellas les acompañan Cristina Salazar, que aporta todo lo mágico de la narración, y Josefa, que nos cuenta esta historia desde su exquisita humildad, y todo el elenco de prostitutas que malviven en la fonda de Doña Paquita, y todas las madres desgraciadas que compran los retratos de sus hijos muertos. Es la grandeza de la literatura y lo que esta novela me ha regalado; meterme en la piel de las mujeres.

¿Cómo ha sido todo el trabajo de documentación a la hora de construir esta historia?

Previo a decidirme a escribir esta novela, poseía mucha información acumulada. Soy un apasionado del periodo que comprende el final de la época decimonónica y los principios del siglo XX . Quizás se deba a la aparición de la fotografía, ya que sus imágenes nos comenzaron a mostrar una historia más cercana, nada que ver con la lejanía de los cuadros colgados en los museos. La historia se hizo visible y pasó de los palacios a la calle. A través de sus daguerrotipos y placas de albúminas, reconocimos a hombres y mujeres que perfectamente podrían ser nuestros tatarabuelos o nuestras bisabuelas, reconocimos antiguas calles por las que hoy aún transitamos y espacios desaparecidos que añoramos, pero que hoy sabemos que estuvieron allí. Durante años he estado leyendo sobre aquella época en que se cambió las lámparas del queroseno por la modernidad del hada electricidad, coleccionando antiguas imágenes que al observarlas me transmitían una aureola romántica y me hablaban del pasado, de un pasado con rostro. Toda esa información acumulada me ofreció el armazón suficiente para crear el escenario de mi novela. Después, solo quedó decorarla, documentarme sobre el Barranco del Lobo, la exposición de París o el uso de la Kodak Brownie. El resto es ficción, la ficción fue lo verdaderamente complejo.

¿Cómo te las has arreglado para que los personajes que retratas tengan tanta credibilidad?

Pensando como ellos y sufriendo con ellos. En ese sentido, me ha servido mucho la yuxtaposición de algunos personajes. A partir de esas dualidades , a veces antagónicas y otras complementarias, he conseguido que se fueran enriqueciendo mutuamente. El caso más significativo es el de Che y Davinia, pero existen otros como el de Antoine Morandé y Gonzalo Salazar o Marcelo y el Duque, incluso con Cristina Salazar y Doña Paquita.

Cubierta de la novela ABC

La novela no ha surgido al azar y todo está muy pensado. Tengo entendido que has hecho treinta y cinco borradores en total. ¿En qué medida ha ido creciendo la historia?

Más que borradores, los definiría como actualizaciones. Cierto es que la novela no ha surgido al azar, pero también es cierto que cuando me decidí a escribirla solo tenía un escenario, Villalatas; un banderín de salida, plasmar un acontecimiento histórico para enmarcar la época; y un banderín de llegada, el recuerdo de mi madre del vuelo del Graf Zeppelin surcando el cielo de Sevilla . Con ese escaso bagaje comencé a escribir una historia, sin adelantar esquemas y sin caracterizar personajes. Lo escrito se iba acumulando para tenerlo todo el día en mente, párrafo a párrafo. Y por la noche, llegaba la pregunta del desvelo: ¿cómo seguir mañana? A veces, aparecía una idea, intentaba memorizarla para que no cayera en el olvido tras el sueño y al día siguiente, la retomaba sin miedo a donde me fuera a conducir. La única condición era no continuar hasta que me sorprendiera a mí mismo . Cualquier giro inesperado en una estructura no lineal me hacía volver atrás. De ese modo creció la historia, día a día, en extensión con las nuevas ideas y en amplitud con las actualizaciones. Una estructura prefijada me hubiera encasillado . Para mí lo bello de narrar es como aventurarse a vivir: comenzar a respirar y no saber que deparará el destino.

¿Hay posibilidad de que veamos pronto «El retratista de los niños muertos» en el cine o en televisión? ¿Se rodaría en Sevilla?

Es curioso que muchas personas que han leído la novela me pregunten sobre la posibilidad de que se lleve a pantalla. Creo que se debe a su fuerza visual y al atractivo de su historia . Como autor estoy dispuesto a explorar esa posibilidad. En el plano narrativo, su estructura es fácil de adaptarla a un guion lineal. Comenzaría con la llegada de Che a la Fonda de Doña Paquita, la vida de los niños en el ambiente de aquel prostíbulo, la juventud que perdieron, la llegada de Davinia y la historia épica que acontece hasta llegar a la madurez de los personajes. En cuanto al escenario, Villalatas es fácil de recrear, Sevilla no. No tendría sentido rodar «El retratista de los niños muertos» fuera de Sevilla

Después de dejar el listón tan alto con esta primera novela, ¿cuál es el siguiente desafío?

En la novela, Antoine Morandé le dice a Gonzalo: «¿Te he contado alguna vez que estuve en tu ciudad, esa que nunca mencionas?». Fue en el verano de 1898, el verano de los helados de vainilla, de la marcha de Che, del encuentro con Artemisa, el verano que aún no conocíamos a Davinia, ¿qué era de su vida? Históricamente, fue el verano del desastre del 98 . Tengo un banderín de salida; el último día de la feria de Sevilla nos declararon la guerra los americanos. Tengo un escenario privilegiado; la ciudad eterna en sus años decimonónicos. Y al contrario que con mi primera novela, esta parte con unos grandes personajes . Me preguntabas sobre mi siguiente desafío: establecido el banderín de llegada, ya solo queda dejar que sus protagonistas avancen hacia él. Su título «El costurero de las reinas» , y su subtítulo, como no puede ser otro, ( En los tiempos del porvenir ).

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