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crítica de música

Buendía, premio para la lírica

La soprano ganadora del Concurso de Canto de la Asociación Sevillana de Amigos de la Ópera ha brillado con el recital que ha dado en Espacio Turina

Aurelio Viribay y Carmen Buendía durante el recital ABC

Carlos Tarín

Sevilla

Uno de los mejores reconocimientos que se otorga a quienes se alzan con el laurel del cada vez más prestigioso Concurso de Canto que organiza la ASAO es un recital para que puedan asistir todos los aficionados y se pueda admirar el nuevo hallazgo anual de dicho certamen. Carmen Buendía es justa merecedora del trofeo y a la vez otra gran promesa del canto andaluz, que parece que por fin empieza a contar con cantantes de fuste.

Presentaba un programa que, nos parece, pertenecía más a una soprano consagrada que a una más que prometedora joven. Lo decimos porque al público que va a oír a una cantante sin más bagaje inmediato que su reciente premio aunque, si se indaga, resulta tener otros numerosos que ha obtenido en su corta carrera. Creemos que un programa más conocido del gran público hubiera animado a llenar el teatro.

Abría con una de las piezas que componen las 'Soirées musicales' de Rossini, aunque no la más conocida -'La danza-', sino 'L'orgia', una divertida 'arietta' sobre texto del conde Pepoli, donde el hedonismo textual («cantamos mujeres y licores, / la vida entre Baco y Amor es bienvenida») es festejado por la música. Y suponía la primera toma de contacto con la cantante jiennense. Aunque la alegría de la pieza no necesitaba volumen alguno, ya se dejaba ver su poderosa emisión, así como un registro ancho, con cuerpo, sin que ello estorbara para proyectar algún que otro trino o agudo para calentar. Cuando hablamos de popularidad, aquí se puede hablar de un concepto relativo: 'Bel raggio lusinghier' es el aria más conocida de 'Semiramide', última ópera seria de Rossini, dentro de que la obra en sí raramente llega a los escenarios y, por tanto, no suele conocerse tanto como otras. De ella se ha dicho que priman los recursos belcantistas, quedando el argumento un tanto relegado; y de toda ella es esta cavatina la que se lleva la palma de la popularidad, que por eso ha estado o está en el repertorio de divas como Maria Callas o Lisette Oropesa, pasando imprescindiblemente por la Sutherland. Apenas empezar y ya la asaltan las coloraturas, hasta llegar a un final verdaderamente complejo, no sólo por alcanzar notas muy agudas (opcionalmente), sino porque confluyen ambas y sin resuello en el broche final. Y aún así, Buendía sorteó todo con gallardía, sin descomponerse, incluso cuidando las articulaciones de las coloraturas.

El esquema anterior se repitió en Bellini. Este se había puesto a la cabeza del primer romanticismo italiano por sus conmovedoras melodías sobre acompañamientos sencillos, y su música para voz y piano es poco conocida hoy, pero no en los ambientes musicales de su época. En uno de estos salones parisinos, sobre todo en el de la princesa Belgiojoso, convergían los exiliados políticos italianos, siendo frecuentado tanto por Bellini como Rossini y el referido Pepoli, así que no es de extrañar que este prestara su texto para esta 'Ricordanza' de Bellini, originalmente para tenor, y que luego se convertiría un año más tarde en la sección central de la escena de la locura de Elvira, soprano, protagonista de 'I puritani', cuyo libreto se debe también enteramente a Pepoli. La ópera fue estrenada en París en 1835, el mismo año en que Rossini publicaría en la capital francesa sus 'Soirées'. Buendía mostraba en ella su capacidad lírica, su expresividad compasiva, de matices tornasolados.

Y es que coincidían los belcantistas en contar con una escena de la locura en sus óperas, ya que les permitía centuplicar la manifestación de los sentimientos de los protagonistas e incluir más recursos de canto imposible. En la citada 'Semiramide' el momento de enajenación correspondía a un hombre, en 'Puritani' a una mujer, al igual que en 'I Pirata', donde Imogene expresará su dolor hasta la locura por la condena a muerte de Gualtiero. Heroica escena que termina en un cenital Do, pero que antes ha debido superar tremendas progresiones descendentes y ascendentes, que sin llegar a notas tan altas, sí que se producen de paso en las rápidas escalas, donde también se exige que los graves se emitan con limpieza y sin forzarlos, lo que la soprano supo cantar jubilosamente, incluso apianando en algunas coloraturas.

El último bloque canción/aria incluido en la primera parte del recital estaba dedicado a Verdi. 'In solitaria stanza' pertenece a un grupo de 'Seis romanzas' que un joven de 25 años escribía en busca afanosamente de su propio estilo, y para ello se inspiraba en la melodía cromática que identifica el aria 'Tacea la notte placida' de 'II Trovatore'. Y desde luego desde sus primeros compases advertimos que es él, que es otra cosa distinta a los dos compositores anteriores, a los que admira y sigue, pero evidenciando que su camino estaba llamado a liderar la ópera italiana. La cantante exhumaba el suficiente patetismo, dolor e incluso, digamos, esperanza.

Finalmente, ofreció 'Mercè, dilette amiche' de 'I vespri siciliani', que la obligaba a recorrer todo su registro, con notas agudas atacadas directamente también dentro de escalas hasta otras muy graves que la cantante supo dar sin perder la sonrisa ni el color de su tesitura.

La segunda mitad era netamente hispana, empezando por seis 'Canciones de Andalucía' de su paisano Joaquín Reyes Cabrera. Nos parece muy bien que reivindique los músicos interesantes de Jaén, pero estos primeros recitales debieran incluir un repertorio conocido del público. Con todo, estas canciones nos resultaron muy interesantes, más a medida que avanzaban en su desarrollo y las armonías se encrespaban para salir, siquiera momentáneamente, de la cadencia andaluza. Y además dieron la oportunidad, por si se dudaba, de admirar la limpia dicción de los textos. Del sevillano Gerónimo Giménez prefirió 'Sierras de Granada' a 'La tarántula', y aunque hermoso momento de la zarzuela, seguía insistiendo en el carácter 'sombrío' del programa. Finalmente la 'Salida de Cecilia Valdés' (Roig) trajo la luz al recital, que complementó con 'De España vengo' de 'El niño judío' (Luna).

Punto y aparte fue el pianista. Sobre un veterano, pero muy cuidado Steinway de gran cola, levantada la tapa al mínimo, el instrumento todavía conserva gran parte de su nobleza primigenia, y en las manos de Viribay brillaba extraordinariamente. Si hablamos de buena articulación en el canto de Buendía no podemos decir menos del trabajo minucioso y oportuno que mantuvo en todo momento, con especial énfasis en el tratamiento de los acordes, de una plenitud sonora encomiable. De igual forma, fue muy comedido en el uso del pedal derecho, y casi hasta las canciones de Reyes Cabrera, apenas pasaba de un leve toque del pie, lo que redundaba en la mencionada limpieza articulatoria. Y si se nos permite una reflexión, nos pareció que en Cecilia Valdés debiera despegarse ligeramente de la partitura para dejarse llevar por el ritmo cubano.

Por último, hemos de preguntarnos dónde estaban los socios de la Asociación Sevillana de Amigos de la Ópera, la misma que había concedido a Carmen Buendía el galardón por el que estaba actuando aquí. De haber contado con ellos, hubiésemos asistido a este magnífico recital más del escaso medio centenar de personas que al final estuvimos.

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