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crítica de música

Un gran Chaikovski para un adiós

La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla saca con buena nota el programa dedicado al músico ruso

La Sinfónica de Sevilla dedica a Chaikóvski su quinto concierto Gran Sinfónico

Marc Soustrot dirigiendo a la Sinfónica en este concierto 'Gran Sinfónico' 5 Marina casanova

Carlos Tarín

Sevilla

Ciclo 'Gran Sinfónico' 5

  • Programa: Sinfonías nº 4 y 5 de Chaikovski.
  • Intérpretes: Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.
  • Director: Marc Soustrot.
  • Lugar: Teatro de la Maestranza.
  • Fecha: 19/01/2023.

Dentro de la programación de 'básicos' que nos presenta esta temporada el maestro Soustrot tocaba el turno a dos sinfonías icónicas de Chaikovski, la 'Cuarta' y la 'Quinta', y eso que esta última fue hace tiempo la más interpretada por la orquesta (dentro de poco tendremos la mítica 'Sinfonía nº 6', que ya hace años que no se oye). Con una distancia de diez años entre una y otra las guía un mismo impulso: el destino adverso, el 'fatum', que lo determina todo e impide que alcancemos la felicidad; a lo sumo, de manera momentánea. También las dos coinciden en esos movimientos lánguidos, pensativos, depresivos incluso, contrastados sólo por fútiles recuerdos de juventud, de bailes, de sueños.

Lo que ocurre es que, por desgracia para Chaikovski y por suerte para nosotros, pensamientos tan catastrofistas se convierten en manos del compositor ruso en una música que, lejos de destilar amargor deviene en melodías de una gran expresividad, lirismo y de ensoñación cargada de dulzura (para algunos demasiada). En realidad, podría parecer lo más opuesto al Beethoven que tan bien entiende Soustrot, o a Brahms; sin embargo, el logro del maestro es destacar el extraordinario melodismo chaikovskiano simplemente con la belleza intrínseca que posee, potenciando a la vez las guirnaldas de contramelodías ornamentales, pero tal cual, sin echarle azúcar al colacao.

Enfrente ha encontrado a una orquesta en perfecto estado de revista, con unos violines espléndidos, tanto por la mano de Alexa Farré como por el muy motivado Vladimir Dmitrienco, algo imprescindible para el éxito de ambas sinfonías, ya que los violines son parte importante del tramado textural de las mismas. Pero los metales también desempeñaron un gran papel, desde el primer momento de la cuarta, enunciando con fortaleza y definición el tema del destino, todavía muy beethoveniano, en oposición al más sombrío y desesperanzado de la 'Quinta'. Pero es verdad que el carácter cíclico de esta última lo hará ir reapareciendo en todos los movimientos con distintos pelajes formales y timbres. Acaso por este carácter nos pareció que Soustrot comenzaba esta sinfonía de forma algo morosa, para ir levantándola poco a poco. En este sentido también Soustrot respeta los continuos cambios de tiempo en ambas sinfonías, como expresión de esa desazón continua del espíritu chaikovskiano, que generalmente van acompañados de explícitos contrastes dinámicos; sin embargo, al contrario que esos directores de los que alguna vez hemos dicho que su nivel decibélico seguro que se oía desde el paseo de Colón, Soustrot no llega a apurar tanto las sonoridades, ni tampoco las agógicas. Por ejemplo, pensamos en el anhelante segundo tema del tiempo inicial de la 'Cuarta' en el que muchos lo pintan más jadeante, convulso, casi espasmódico.

Si Chaikovslki embellece y engalana sus movimientos y temas más crispados, qué no hará con los apacibles. El 'Andantino' de la 'Cuarta' lo inicia una bellísima melodía del oboe (magnífico José Manuel González en sus numerosas intervenciones). Por su parte, el 'Andante cantabile' de la 'Quinta' presenta unos colores terrosos, casi arrastrados en la cuerda media-grave, de entre la que surge la hipnótica melodía de la trompa (espléndido Joaquín Morillo), de elegancia conmovedora: acaso la melodía más famosa de ambas sinfonías, y eso que ya decimos que la cantidad de aciertos melódicos es inmensa.

Otro momento del concierto celebrado este jueves marina casanova

Estos movimientos lentos también dan la oportunidad de entretenerse más en los instrumentos, así que a la trompa un poco más adelante le sucedieron los chelos, muy acertados también; y los mencionamos aquí porque la vibrante y referida melodía estelar de la sinfonía ennoblecía aún más la sección; pero tuvieron muchos más momentos en los que lucirse porque el compositor les reserva esas melodías que sólo ellos pueden vibrar así. Sin salir todavía del movimiento, un segundo tema impulsado por los violines (con el oboe revoloteando por encima) llevaba a un clímax que Chaikovski suele construir con un mismo motivo que va ascendiendo (secuenciando) y al que va cambiando su iridiscente armonía, de tal manera que no se desea llegar a la cúspide nunca. Y cuando está en la cima, repetimos, Soustrot no persigue un 8000 mil: con que haya nubes y haga mucho frío ya le vale (pasó igual en el espectacular final de la 'Cuarta' -y del concierto-, y nos fijamos en este por ser el más 'atronador' del concierto; pero es que no es un director de extremos).

Por último, no nos referiremos a la fagotista Rosario Martínez por ningún momento concreto del programa porque no sabríamos cuál elegir. De sonido limpio, claro, penetrante, dibuja sus melodías con cuidada articulación y sin embargo puede resultar casi aérea, sobre todo esos finales que a veces deja como flotando en el aire. A veces pensamos que el público se dedica a toser y tirar cosas, pero hay una mayoría muy pendiente que aplaudió significativamente a la joven en la presentación que hizo Soustrot al final de los solistas.

Puede que por Chaikovski, puede que por Soustrot, puede que porque llevamos tiempo sin orquesta 'pura' (sin foso de ópera o ballet), lo cierto es que hubo más público de lo habitual, y desde luego no pudieron sentirse defraudados ante la admirable vuelta del director francés.

Tal vez también motivar el encadenamiento de aciertos el que fuese en realidad un sentido homenaje que le hicieron sus compañeros al timbalero de la orquesta desde su fundación, Peter Derheimer, recientemente fallecido. Fue al primer músico de la orquesta al que oímos. Entrevistábamos en esa ocasión por primera vez al maestro Šutej y antes de empezar la charla sonaron sus timbales, mientras calentaba para el ensayo. El croata preguntó a José Manuel Delgado que si era el americano, a lo que este contestó que sí. Šutej añadió en tono satisfecho: «Es realmente bueno». (revista 'Ritmo', febrero 1991). Y así ha sido durante 32 años. Descanse en paz.

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