crítica de música
Isserlis, la naturalidad extraordinaria
El chelista británico muestra su maestría en el concierto que ha ofrecido con el grupo Tiento Nuovo
Ignacio Prego: «Hay gente que quiere dejar huella en la música, pero a mí me gusta disfrutar»

Música antigua
- Programa: 'Tormenta y calma'. Obras de C.P.E. Bach, Boccherini, Graun y Locatelli.
- Intérpretes: Steven Isserlis (violonchelo). Tiento Nuovo. Hiro Kurosaki (concertino).
- Director: Ignacio Prego.
- Lugar: Sala Turina
- Fecha: 21/01/2023
Los primeros compases del concierto entraron como huracán, comandados por el violín de Hiro Kurosaki. La impresión fue tremenda: tiempos muy rápidos, sobre una lectura vigorosa, de expresividad subyugante, para dar vida a la 'Sinfonía en Sol mayor Wq 173' de C. ... P.E. Bach, acaso como correspondería al original estilo de este, en sus nueve sinfonías berlinesas. De nuevo nos mostraba el estado de gracia de los músicos españoles, especialmente en la música antigua, porque el 'Tiento Nuovo' era capaz de formar parte del vendaval que 'asoló' la escena del Turina. Pero era tal la fuerza del violinista austro japonés que parecía guardar algún artilugio amplificador en la caja de su violín, de forma que el resto del joven conjunto sonaba como una leve sombra, si exceptuamos al potente contrabajista.
De todas formas, suponía un pórtico maravilloso que nos situaba a las puertas de otro temblor de mayor magnitud: la presencia del violonchelista Isserlis. Este había elegido un concierto de Boccherini, de los cuatro que compuso a su paso por Francia, antes de fijar definitivamente su residencia en España. En ellos ya se nota el progreso técnico desde los conciertos para chelo de Vivaldi, a veces tomando los avances del violín, como arpegios en varias cuerdas, escalas rápidas en la cejilla e incluso armónicos, todo en la zona sobreaguda. Lo sobrecogedor de su actuación es que todo se desarrolló de forma 'natural'. Tiene un instrumento moderno, es decir, nos olvidamos de Stradivarius como el que usaba Julius Berger para estas grabaciones: no tiene agudos brillantes, ni graves profundos, y sus medios pueden ser aterciopelados, pero sin que llamen especialmente la atención. Es más, diríamos que para ser un instrumento moderno tiene poco volumen. Y además él no parece abrumado ante la dificultad palmaria de los movimientos: nada de caras atribuladas, de sufrimiento ni nada de eso; si acaso, la cara que expresa cada movimiento. El primero era fresco, despreocupado, galante, y su cara sorprendía porque parecía sacada de una película infantil donde un niño/joven se divierte con su instrumento. Y tocaba sin esfuerzo, casi sin presión aparente en las cuerdas con una homogeneidad pasmosa: con los ojos cerrados diríase que no cambiaba de cuerda, que tal era la homogeneidad no sólo de sonido, sino de digitación: siempre se nota algo. Pero en la referida 'bajada' hacia la zona más aguda, las escalas rápidas con cejilla (pulgar) seguían siendo sorprendentemente iguales, parejas, sin que se escapase un quejido ni una mala nota, todo esto a sus 64 años. Y si queríamos más, lo había: meteóricos arpegios de abajo a arriba, sin que nos diera tiempo para verle la mano, pero lo suficiente para oír las notas que no habíamos visto que daba, aquello de la mano más rápida que el ojo. O dar armónicos imposibles prácticamente rozando el batedor, perfectos, y todo esto sin mirar -ni perder la sonrisa-. El inicio del extático 'Andante' no podía dejar de recordarnos la tarde anterior la desnudez descarnada en el sonido de las cuerdas, simplemente rozadas, en el 'fugato' inicial de Shostakovich, aquí completamente tonal, claro, y con dos violines y el chelo, momento mágico que sucedía al término del feliz 'Allegro' y preludiaba las maravillas que nos esperaban en el antedicho en el 'Allegro' final.
Su segunda cita era con el 'Concierto para violonchelo' en La mayor Wq 172 de C.P.E. Bach, donde parecía querer desdecir el título del programa, 'Tormenta y calma', suponemos que jugando con el espíritu del 'Sturm und Drang' ('Tormenta e ímpetu') que algunos de los autores del programa sospecharon o conocieron, pero que Isserlis dio por hecho con una interpretación arrasadora. De hecho, en ese momento empezamos a pensar que había buscado un chelo que, lejos de potenciar el sonido, lo apaciguase, porque estaba claro que el chelista londinense no lo iba a hacer. Y sentimos que incluso lo de tormenta quedaba escaso: verdaderamente desbordante, torrencial.
Queríamos por último puntualizar que en el Locatelli que lo precedió ('Concierto en Si bemol mayor op.7 nº2') la diferencia entre Kurosaki y el resto del consort debería haberse reducido, procurando que las 'contestaciones', los diálogos entre 'solo' y 'tutti' se hubiesen acentuado, huyendo del sonido de bloque. El violinista japonés es otro fuera de serie, como ya hemos dejado constancia en diversas ocasiones en sus colaboraciones con la OBS, y fue el director quien tenía que haber favorecido los contrastes. Dicho esto, es un orgullo que haya conjuntos de este nivel en España, con gente muy joven -y no tanto-, de sonido prístino, cálido, muy ajustado entre sí, y con el que Isserlis se sintió muy a gusto. Esperemos que la acogida al chelista inglés y nuestra de en sí misma consigan que este hombre vuelva cuanto antes, y para algo más que dos pequeños conciertos barrocos.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete