Crítica de música
Los poderes curativos de la música
La Sinfónica interpretó un programa de evidente sello francés en el que destacó el violín virtuoso y expresivo de Alexandra Conunova

Una nueva alianza de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS) con un colectivo de la ciudad, en este caso el Colegio de Enfermería de Sevilla, que acercaba a sus miembros a la orquesta hispalense, viéndose así más acompañada que de ... costumbre. Coincidía con una obra contemporánea, 'Alén', de Eduardo Soutullo , ganadora del X Premio de Composición AEOS-Fundación BBVA en 2019. Se trata de una yuxtaposición de ambientes de propensión tensional, inquietante , en el que fluctuantes superposiciones sonoras, especialmente tensas en los metales, coincidían a veces con la aparición de breves motivos melódicos confundidos con las cerradas disonancias, tal vez de vocación cinematográfica , aunque sin aparente direccionalidad musical y, así, cuando se alcanzaron aproximadamente los 10 minutos, confluyeron en un remanso, pianisssimo, que dio por terminada la obra.
El resto del programa tenía un evidente sello francés (si consideramos a César Franck como tal, porque Debussy lo llamaba de broma 'el belga' (nacido en Lieja, entró en el Conservatorio de París con 14 años, ya me dirán). El primero era el 'Concierto nº 3 para violín' de Camille Saint-Saëns , interpretado por la violinista Alexandra Conunova . Se trata de una obra de gran virtuosismo , fuerza y expresividad, cualidades que le sobran a la artista moldava, aunque sinceramente, y tras el marcado lirismo demostrado en el tiempo lento, el de mayor entidad musical era el tiempo final, el más abiertamente español al estar compuesto a partir de motivos que le propuso Pablo Sarassate , muy amigo del compositor y al que está dedicada la obra.
Conunova nos recordaba en la absoluta limpieza de su ejecución a la ucraniana Anastasiya Petryshak , que nos visitó el pasado mes de enero. Nos sorprendieron desde el inicio de su actuación los briosos graves que sacaba a su instrumento, así como la rica gama cromática y dinámica, técnica culminada por los portentosos agudos, que llevaron al final del segundo movimiento a una casi imposible melodía en armónicos sobre dobles cuerdas. Por cierto, no sabemos si ese maravilloso instrumento del que hablamos es el Guadagnini «Ida Levin» que le requisaron las autoridades de su país (valorado en 2 millones de euros), prestado por un violinista suizo amigo, hecho por el que el Ministerio de Cultura moldavo pidió perdón -justificándolo por un 'exceso de celo'-, pero en principio sin devolver el violín.
Seguramente por casualidad llevamos instalados en el posromanticismo sinfónico desde que el maestro Soustrot interpretara las dos primeras sinfonías de Brahms ; han seguido Bruckner y ahora Franck y, sin salir del mes de abril, todavía oiremos a Richard Strauss, aunque no plenamente sinfónico ('Romanza para violonchelo) y Dvořák ('Rondó para violonchelo'), y todos bajo el hechizo beethoveniano (igualmente en el programa con su 'Cuarta' sinfonía).
Tarde al mundo sinfónico
También Franck llegó tarde al mundo sinfónico , y lo hacía bajo el supuesto cíclico beethoveniano a partir de una 'célula germinal', que en esta sinfonía resultarían las tres primeras notas de la misma, desde la que inundaría el resto de la obra. Otras novedades eran la reducción de un movimiento (de cuatro a tres) o el desarrollado final que 'recuerda todos los temas, aunque en mi obra no hacen su aparición como meras citas […] sino que cada uno de ellos desempeña un papel totalmente nuevo en la música'; o recursos eficientes como la nota-pivote que rige el luminoso segundo tema , y un largo etcétera: diríamos, en suma, que lo que une a estos compositores es el 'estiramiento' de la estructura más dúctil de la historia de la música: la forma sonata.
Y esto es lo que puede que no siempre quedó claro. Soustrot conoce perfectamente esta obra maestra gala, y usa la partitura apenas como una 'guión' de apoyo; pero nos pareció que no extrajo del todo el jugo que sí le sacó al sinfonismo bramhsiano, moviéndose en el límite de una trampa que esconde la mencionada estructura del último tiempo: la repetición sin más de los temas evolucionados puede llevar a una progresiva desatención por parte del público. El maestro tiene tablas, y al fin vencieron las emotivas melodías concentradas en toda la orquesta.
Curiosamente, esta sinfonía poco programada hoy entre las orquestas, la ROSS nos la ha ofrecido en cuatro ocasiones a lo largo de treinta años, es decir, a una media de una vez cada siete años, lo que no está nada mal. Y en todas hemos disfrutado del solo de corno inglés, siempre evocador y emotivo, de Sarah Bishop , desde aquella primera vez en marzo de 1992, en la que el maestro Šutej dirigía a la 'OSS' en esta obra con la que se había graduado en Dirección de Orquesta.
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