CRÍTICA DE MÚSICA
Esto es sólo el principio
La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla inicia el curso con el Trío VibrArt, integrado por Miguel Colom, Fernando Arias y Juan Pérez Floristán
La Sinfónica abre temporada este jueves con el Trío VibrArt

Real Orquesta Sinfónica de Sevilla / Crítica
'Gran Sinfónico' 1
- Programa: Obras de Beethoven y Mahler.
- Intérpretes: Trío VibrArt (Miguel Colom, violín; Fernando Arias, violonchelo; Juan Pérez Floristán, piano). Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.
- Director: Marc Soustrot.
- Lugar: Teatro de la Maestranza.
- Fecha: 22/09/2022.
Comenzaba la temporada con la presencia de un trío sevillano como solista en el poco transitado 'Triple concierto para violín, violonchelo y piano' de Beethoven. Pero antes permítasenos recordar al maestro Klaus Weise, recientemente fallecido, segundo director tras la marcha ... del creador y rector de la orquesta, Vjekoslav Šutej. También hemos de consignar con alegría una ligera mayor presencia de público, y eso con un programa poco festivo para ser el primero, ya que el 'Triple concierto' no suele ser tan bien valorado como el resto de los mismos y Mahler, aunque sea en su primera sinfonía, hay a quien todavía le echa para atrás.
Contábamos con tres amigos solistas, lo que suele garantizar la química y la complicidad en el juego interpretativo, aunque acaso en alguna que otra ocasión pareciese que tocaban ellos solos, como si no hubiera orquesta. Sobre todo el chelista en sus dúos frecuentes con el violinista, cuyas cadencias suelen terminar uno por arriba y el chelo por abajo, pero la última nota del chelo apenas se oía, como si estuvieran tocando en un auditorio menor. En el segundo movimiento se quedaron solos y seguía pasando lo mismo, es decir, ni sin orquesta ciertas notas que quería dar con delicadeza conseguían traspasar. La verdad es que su instrumento tenía un sonido algo especial, agradable, pero de poco volumen y sin el cuerpo que necesita un repertorio tan contundente: sea mejor o peor, sigue siendo Beethoven.
Por otro lado, la escritura para el instrumento es complicada, y hubo repetidas notas que fluctuaron en su afinación; pero nos repetimos en estos casos: o se elige otra obra que te vaya mejor o la clavas. Luego, ni él ni los demás tuvieron problemas en las vertiginosas escalas que adornaban los muchos temas. Firme y preciso Colom, alternó con un Pérez Floristán que disfrutó con el exultante piano de gran cola que Yamaha nos había presentado este lunes pasado en la Sala Manuel García. En el último modelo de la serie CFX reparamos en sus mejoras, aunque nos dio la sensación de que los habitualmente brillantes agudos Yamaha se quedaban opacos. Por fortuna, además de la presentación el piano se quedó para este concierto, para probarlo en una sala grande y con público.
Y ahora entendíamos por qué sonaban los agudos tan oscuros en la sala pequeña: un auditorio grande obliga a una presión mayor sobre el teclado y esa 'opacidad' contrarrestaba la brillantez, cuando no picos metálicos y algo chillones si se apretaba mucho, que podíamos notar en los anteriores modelos del CFX. Es decir, se corregía así ese 'defecto', potenciando la sensación de un piano absolutamente equilibrado, es decir, con el mismo color desde la nota más grave a la más aguda, y con la posibilidad, maravillosamente aprovechada por Pérez Floristán, de apianar simplemente pulsando un centímetro de la tecla (en cualquier otro piano eso no sonaría), consiguiendo un resultado verdaderamente etéreo; Floristán (y Javier Perianes) lo hacían antes sin ese mecanismo, a base de trabajo. Con este recurso digamos que se alcanzaría la democratización de lo imposible. Y las preguntas que todo esto nos genera: ¿aspiramos a codearnos como teatro con los grandes coliseos de ópera y música instrumental y a la vez seguimos manteniendo en el escenario dos pianolas del Oeste con más de 30 años cada una a base de parches y remiendos? ¿De verdad que se va a tocar en dos semanas la integral de los 5 conciertos de Beethoven en estos pianos de casino, y durante cuatro días seguidos además? Cuando termine este ciclo, compositores en general y de contemporánea en particular deberían estar atentos, porque podrían añadir a sus composiciones unos sonidos resultantes hasta ahora desconocidos.

El maestro Soustrot, ataviado con gorra debido a una pequeña operación, nos presentaba la 'Primera' de Mahler dentro de su programación para dos temporadas en la que nos ofrecerá las integrales más importantes de la música clásica, y esta sinfonía supondría comenzar por el principio. No es de nuestras preferidas, porque embute mucha música 'popular' con una finalidad más efectista y de acercamiento al público que otra cosa (y además fue un fracaso en su estreno). Pero hablamos de una sinfonía de una hora, que en Mahler es mucho, con una abundancia melódica sorprendente y con muchos de los recursos que irá depurando a lo largo de sus sinfonías posteriores, así que cuadrarla por completo no es fácil.
Por ejemplo, el inicio es inquietante, mágico, expectante, y aquí nos pareció rutinario, como simplemente leído, como en la mayoría de las secciones lentas de la sinfonía, lo que podía provocar la desconexión y luego la posterior reincorporación, casi siempre a base de una orquesta poderosa y bien templada, y de ser el director capaz de trenzar con conocimiento las distintas melodías que recorren simultáneamente la obra. Debe acompañar igualmente un control sobre los distintos planos sonoros, que no decimos que no se consiguió, pero fue a ratos: una gran orquesta malheriana no consiste sólo en juntar muchos instrumentos, sino otorgarle su importancia mientras se avanza, y esto puede ser a lo largo de muchos compases o de unos pocos solamente. Volvemos a quedarnos con el trabajo de los metales, con algún 'trompazo', destacados también los solistas de la madera, y en la cuerda quedan por incorporarse del todo en cuerpo y alma los violines. Naturalmente, todos los esfuerzos se concentraron en el movimiento final, que Soustrot dirigió con gran maestría contando con una orquesta lo más aunada posible.
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