crítica de música
Seriedad de la Akamus frente a la trivialidad de Queyras
La orquesta compartía un timbre afín, además de una articulación y sonido que parecían todos sus violines de un mismo lutier

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FeMÀS 2021
- Cello con fuoco. Virtuoso Baroque Music from Italy'. Obras de Haendel, Leo, Vivaldi, Torelli, Fiorenza y Platti.
- Intérpretes: Jean-Guihen Queyras (violonchelo). Akademie für Alte Musik Berlin (Akamus). Violines solistas y concertinos: Georg Kallweit e Yves Ytier.
- Teatro Turina 18/03/2023
Hacía muchísimos años que la Akamus no nos visitaba, y su recuerdo nos habla sólo de velocidad sin control. En esta ocasión, nada más poner Kallweit su arco contra las cuerdas en la 'Suite de Almira' HWV 1 de Haendel sabíamos que aquello había ... cambiado y que estábamos ante una orquesta 'mayor'. De hecho, no recordamos un violín barroco que exhumara tanta perfección y belleza, además de suficiente volumen para que no perdiéramos ni un ápice de sus perfumes barrocos. Pero es que la orquesta compartía un timbre afín, además de una articulación y sonido que parecían todos sus violines de un mismo lutier. Semejante sensación también incluía una precisión y afinación absolutamente precisa, y aquí incluimos a todos los demás instrumentos, en los que además reinaba un equilibrio de balanza, pero con cabida para que destacasen aquellos instrumentos que lo exigía la partitura.
Uno a uno, los nueve movimientos que constituían la suite fueron iluminando la sala, dotándola de fuerza, energía, sosiego, introspección… Pocas veces hemos visto tal diversidad de matices, colores, ajustes de las dinámicas, agógicas, tanta diversidad expresiva, en suma. Evidentemente, todo partía de Kallweit, de su sonido terso y limpio, que sabía oscurecerse camaleónicamente en caso de necesidad o brillar hasta deslumbrarnos, mientras la orquesta lo seguía adherida como una sombra.
En principio, el más esperado era Jean-Guihen Queyras, el todavía joven y emergente violonchelista, tan laureado y reconocido. No le negamos los méritos, pero nos parece que se equivocó de repertorio. Solemos valorar que actualmente los intérpretes de la llamada 'música antigua' estén desempolvando continuamente obras y compositores que han dado vida a nuevos repertorios y llenado de variedad los programas. Pero no siempre es así, ni siquiera porque sean italianos. El 'Concierto para violonchelo, cuerda y continuo nº2' en Re mayor L.10 de Leonardo Leo es más bien tontorrón, ingenuo, con el único aliciente de oír a un chelista como Queyras en los fuegos de artificio de movimiento 'Con bravura'. No esperábamos que su chelo sonase tan opaco, tan oscuro, de manera que con frecuencia al tocar escalas rápidas el sonido difuminase una limpia articulación, que sólo pudimos advertir en los registros más agudos. O tal vez es que adecuado para este repertorio tan ligero, tan locuaz, tan insustancial.
Por suerte para él, estaba invitado a participar en el 'Concierto para dos violines, violonchelo, cuerda y continuo' en Re menor Op.3 nº11 RV 565 de Vivaldi, con dos acompañantes de lujo: el luminoso Kallweit y el brioso Yves Ytier. Como este último también figura como concertino, se estuvieron alternando para dirigir el conjunto. El violinista chileno es también muy válido, pero -nos parece- que todavía está lejos de la madurez, intensidad y profundidad de su colega, sin dejar de ser muy válido: pero es que se batía el cobre con un fuera de serie. En fin, que viendo la fiesta, parece que Queyras se animó: el inicio del concierto, subyugante, enfrentaba a ambos violinistas, a tan sólo un tiempo de distancia, a un vertiginoso enredo melódico, en el que no tardó en participar el chelo, y aún con ese sonido fosco y umbrío, que intentaba iluminarse en estos momentos grupales y felices, se vio coronado por la brillantez veneciana de Vivaldi.
En la segunda mitad, volvía la inanidad con el 'Concierto para violonchelo' en Fa mayor de Nicola Fiorenza, cerrando con otro concierto de Platti, que obligaba a un virtuosismo exasperado, sin más fin que el lucimiento extremo del violonchelista. Sinceramente, nos quedamos con las ganas de escuchar a este gran músico en un programa con algo más de enjundia, porque sin duda dedos y técnica no le faltan. Y con lo que sí nos quedamos es con más ganas de escuchar al excepcional conjunto de la Akamus, que nuevamente había sobresalido en la sinfonía dedicada 'Al Santo Sepolcro' de Vivaldi. No podemos obviar la actuación del laudista sevillano Miguel Rincón que consiguió hacerse oír entre estos gigantes de la orquesta belinesa con sus arabescos delicados y sutiles, alternando con acordes firmes y seguros.
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